Cultura

María Jiménez: “Subirme a un escenario a cantar es un orgasmo”

La cantante sevillana participa como una de las grandes estrellas de la sexta edición del Universal Music Festival de Madrid

María Jiménez: "Subirme a un escenario a cantar es un orgasmo"
La artista María Jiménez durante una entrevista en el marco de la presentación de la sexta edición del Universal Music Festival 2020Paco CamposAgencia EFE

En su reaparición ante los medios tras una larga convalecencia médica, a María Jiménez solo le fallan las energías al caminar, pero le basta abrir la boca para soltar el vendaval que ha sido siempre. "Tengo muchas ganas de cachondeo", ha dicho ante su debut en julio en el Teatro Real a los 70 años.

“Subirme a un escenario a cantar para mí es un lujo. Vamos, es un orgasmo”, ha señalado en una entrevista con Efe, tras la rueda de prensa en la que ha participado como una de las grandes estrellas de la sexta edición del Universal Music Festival de Madrid.

Imposible no hablar en ese encuentro de su estado de salud, tras haber permanecido tres meses en el hospital el pasado año por una obstrucción intestinal, el enésimo jaque a la reina del que salió victoriosa, pero que ha supuesto para ella su “mejor lección”.

“Siempre decía que la vida me tenía que dar un baño de humildad y ahora me lo doy todos los días”, afirma quien sobrevivió unos pocos años antes a un cáncer, segura de que “lo que no te mata, te enseña”, por lo que no borraría nada de todos estos años.

Recuerda, con humor, cómo al despertar en la clínica solo pensaba en que le dieran el alta. “Me dijeron que estaba como un dálmata, llena de manchas rojas por algún medicamento que me habían dado; y me reí, qué iba a hacer”, comenta quien ha sufrido a lo largo de su vida reveses tan duros como la muerte de una hija, pero que siempre ha vuelto a la primera línea.

“La música y mis nietos, mi familia, son mi fuente de felicidad ahora mismo”, responde Jiménez, a punto de entrar en el estudio junto al productor Diego Magallanes para grabar en solitario su decimonoveno disco de estudio, tras “dos años” acariciando el proyecto, el cual incluirá “algunas versiones maravillosas” de clásicos del cancionero sudamericano, ha avanzado.

Muchas de ellas podrán escucharse en el concierto que ofrecerá el 15 de julio en el Real, “dos horas y media, casi tres” de espectáculo en el que la acompañarán Remedios Amaya, Pitingo, una bailaora, tres guitarristas, un bajista y cantaores y palmeros, amén de alguna otra figura cuya identidad permanece en secreto.

¿Joaquín Sabina, quizás? Se le pregunta ante uno de los que la ayudaron en una de sus muchas resurrecciones musicales, cuando cantó parte de su repertorio en 2002 para el álbum “Donde más duele (canta por Sabina)”, todo un éxito.

“Si él quiere venir, invitado está”, se ha limitado a señalar, tras precisar que no ha hablado con él últimamente y que ni siquiera dispone de su número de teléfono, pues el contacto entre ambos nunca ha sido grande.

No está para subirse la falda a la cintura, como hacía en sus comienzos para escándalo de algunos presentes, pero en su opinión, sentada y al micrófono, es ahora mejor artista de lo que fue nunca. “Lo entiendo mucho mejor. Esto es un conocimiento, una carrera, y cuantas más asignaturas haces, más vas creando”, razona.

“No tengo ni idea de lo que represento ni me lo planteo”, asegura este icono que de la mano de Gonzalo García Pelayo, productor de otras figuras revolucionarias de los años 70 y 80 como Triana o Lole y Manuel, sacudió la escena y se convirtió en pionera del empoderamiento femenino.

“Honestamente no era consciente de las puertas que estaba abriendo. Cuando ahora me veo en vídeo es cuando pienso que todo eso era muy fuerte. Recuerdo que a (José María) Íñigo una vez la censura le dijo: ‘Esa señora no puede llevar la raja hasta aquí arriba’”, rememora, señalándose la cadera.

“Dígaselo usted, don Francisco”, le respondió el presentador de televisión. “Pues yo no me atrevo”, replicó el censor, y así siguió adelante aquel ciclón, fiero fuera y encima del escenario, con unas letras que dejaban poco a la imaginación como fruto, apunta, “de la liberación de la transición musical”.

Más atrás aún quedan aquellos años de sus comienzos, entre Sevilla, Barcelona y las actuaciones en el tablao del Villa Rosa en Madrid, donde fue descubierta.

“Ambiciosa no he sido. Tenía ilusión y ganas, que es dar cada noche lo mejor de ti”, dice haciendo buenas las palabras del periodista y antes de revelar a las nuevas generaciones el secreto para cantar bien una canción: “Sentirla, no hay más secreto, vivirla apasionadamente”.

Y así seguirá, promete, liándose la manta a la cabeza casi más como una estrella de rock que de la rumba y el flamenco: “Eso por supuesto, que me siento en ese punto todavía a los 70 años ¡y lo que me queda!”.