"Méritos e infamias"

Amén

“Bendito nuestro mundo que vuelve otra vez a amargarnos la existencia, bendita la imperfecta normalidad que se nos arrebató de golpe”

Turistas en la Plaza de España de Sevilla el pasado septiembre. EFE/José Manuel Vidal
Turistas en la Plaza de España de Sevilla el pasado septiembre. EFE/José Manuel VidalJosé Manuel VidalAgencia EFE

En el tiempo de los aplausos, cuando el techo se caía encima con el peso de los muertos sobre nuestras conciencias, la vida quedaba muy lejos. Sólo hacía unos días que veíamos los rostros y las sonrisas, las malas caras por la mañana, la tristeza dentro de un careto de lunes. De la máscara de carne cotidiana a la ausencia de las calles vacías, del dolor del parte diario a la soledad de las terrazas donde otear un mundo sin humanos. Hubo quien dijo que esto fue como una guerra que le tocó a esta generación. Está claro que este lumbreras nunca pisó una trinchera ni tiró una bomba, criatura, pero lo pasado con el Covid, toquemos madera, nos devolvió a una realidad de excepción inédita y alucinante.

Los diarios, además de informar, son un buen termómetro para ver cómo va el cotarro de verdad, en serio. No hay nada mejor que un análisis de la primera página que imprime un periódico para conocer por dónde van las debilidades y deseos de una población. Hace unos meses, sólo había espacio para el virus y sus terribles consecuencias. Sociales, económicas, políticas, todo giraba sobre esas dos malditas sílabas llegadas desde China. Los niños no vienen de París así que tampoco hay que cargarles a los chinos con todo el mochuelo. Algo tendremos nosotros de pecado y habrá que asumir lo que nos pasa para lo bueno y para lo malo. En esa hibernación forzosa comenzó a lanzarse el mensaje de que lo mejor era cambiar de vida, buscarnos un recambio porque la nuestra ya estaba rota, que había que aprovechar este tiempo de recogimiento para crear un mundo nuevo más guapos, más limpios pero igual de tontos que antes del confinamiento.

Esta semana casi ya no hablamos de la pandemia y vuelven las protestas de los sindicatos a la puerta de San Telmo, se habla del bono joven de Pedro Sánchez, Picasso dialoga con los grandes maestros en el museo y la huerta andaluza se vende en Madrid. Bendito nuestro mundo que vuelve otra vez a amargarnos la existencia, bendita la imperfecta normalidad que se nos arrebató de golpe, bienaventurados los que hoy sufren la resaca de un mal sueño y pueden disfrutarla. Bendita sea nuestra cutre, ordinaria y absolutamente imprescindible vida cotidiana. Amén.