"Méritos e infamias"
Pecar en el paraíso
“Sanlúcar este año se ha puesto aún más de moda al ser Capitalidad Española de la Gastronomía”
A medida que aparecían los pinos del coto se me abrían más y más los ojos. Y no era sólo por la belleza de ver Doñana sobresaliendo sobre los tejados del pueblo. «No conocía yo este pueblito», dijo mi acompañante… A tamaño pecado, igual silencio, porque no se cuenta nunca el nombre del pecador, que tendrá en la gloria de disfrutar Sanlúcar todo el perdón que le puedan otorgar por su despiste la Virgen de la Caridad, el Cristo del Caloco y el resto de dioses que habitan la Argónida, donde campan felices por este paraíso del Sur. Tres minutos tardó la criatura en llevarse las manos a la cabeza cuando supo toda aquello de la puerta de las Américas, de las especias del Nuevo Mundo, del esplendor del barroco, de esa luz dorada con rasgos salinos que adoba los antiguos dominios de los Medina Sidonia. Y mucho más, porque allí, en esa punta del triángulo que forma con Jerez y Sevilla, la vida a pesar de muchas otras cosas, condensa aún la esencia de esos viejos tiempos cuando sobraba sabiduría para repartirse la eternidad de las horas sin turbación, sólo con el equilibrio y la serenidad de las civilizaciones antiguas. Gracias a los tortas de la buena mesa, este año se ha puesto aún más de moda al ser Capitalidad Española de la Gastronomía, y en los mejores cenáculos culinarios, herederos de la gran tradición literaria que entiende que la letra a sopones entra, ya mandan la manzanilla y el langostino como emperadores del paladar de los sabios. El pecador que pensaba que Sanlúcar era un pueblito pasó por tascas y barras de los barrios altos y bajos, pagó su penitencia tragando manjares celestiales y regando su garganta con manzanilla. Lo suficiente para mirarme con los ojos de vidrio y lamentarse de no haber pecado antes en el paraíso.
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