Medio ambiente

El cambio climático afecta ya a la pesca

El mar alcanza su récord de alta temperatura y grupos ecologistas denuncian un «declive total» de los ecosistemas

La temperatura del mar Mediterráneo ha alcanzado en agosto máximas de 28ºC
La temperatura del mar Mediterráneo ha alcanzado en agosto máximas de 28ºCLa Razón

El Mediterráneo ha alcanzado máximas de 28° en agosto en Almería, superando la temperatura más cálida del agua desde que en 2001 se iniciaron los registros y dejando los primeros efectos visibles del cambio climático en la provincia. «Por supuesto que se está notando el calentamiento global», afirma el presidente de la Asociación de Productores Pesqueros de Almería, José María Gallart, ante «una reducción de las capturas de sardina y boquerón, que parecen haber desaparecido de la zona» e, incluso, «cambios en la textura y la piel de la gamba roja», uno de los productos más valorados de esta industria en la provincia. «No sabemos lo que puede pasar en un futuro, pero sí que estamos notando cambios importantes en las rutas del pescado y sus características», reconoce. El sector «no se va a rendir», pese a «los encarecimientos» y «las políticas de Bruselas», aunque admite que explora terreno desconocido frente al calentamiento global.

«Nos enfrentamos al declive total de los ecosistemas marinos que conocemos ahora mismo en Almería», indica Marcos Dieguez desde Ecologistas en Acción. «El impacto sobre las poblaciones marinas se empieza a notar y esto tendrá un impacto también en el pescado que llega a nuestra mesa», señalan desde el colectivo, que incide en «seguir trabajando en la concienciación. Sólo un cambio en el modelo de consumo frenará el deterioro global, que aquí solo muestra algunas de sus consecuencias».

Un «punto de no retorno» en el mar almeriense que «se verá poco a poco, pero que pone al límite la teoría de la evolución», valora Moisés Palmero, responsable de la asociación El Árbol de las Piruletas. «Llevamos tiempo advirtiendo lo que iba a pasar, pero la diferencia es que ahora los pescadores se están sumando ante la realidad que nos golpea», explica el educador ambiental, que coincide en que «aunque no podamos volver a la situación de inicio, quizás pueda frenarse este deterioro tan agresivo para la flora y fauna marinas».

En base a los datos ofrecidos a través de Puertos del Estado, cuando comenzaron los registros de la boya de Cabo de Gata en 2001, se anotaba una máxima anual de 25,8°, además en un año en el que septiembre también dejaba máximas de 25,7°. En el presente, aunque se espera que la temperatura del agua baje a los 24,3° en los próximos días, sigue preocupando una tendencia que ha dejado cifras de más de 27° durante gran parte del agosto, con una media de 25,2° y superando en dos grados los registros diarios de hace una década.

Con un incremento de hasta 1,5° respecto a los datos recogidos el año pasado «estamos viviendo la tropicalización de nuestras aguas», advierte José Manuel Expectación, de la Asociación para la Defensa de la Fauna Marina (Promar). «Ya estamos viendo los efectos de este cambio del ambiente marino en nuestro litoral con el aumento de las poblaciones de medusas», advertido, «así como por el avance de especies que vienen de zonas más cálidas y que pueden actuar de depredadores de los animales autóctonos». El coordinador de Promar remarca «el efecto negativo en especies como la posidonia», cuyas «praderas están viendo frenado su crecimiento ante el aumento de la temperatura del mar». Un horizonte futuro con «menos posidonia, menos peces y menos huevos», según Expectación, en «una cadena que lleva a la reducción de la pesca y a muchos efectos aún peores», dada la importancia de una planta que se muestra «especialmente sensible a los cambios de temperatura» que se experimentan en poco tiempo.

El Consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, Ramón Fernández-Pacheco, califica como «un drama y una catástrofe» el hecho de que «la boya de Cabo de Gata marcara su máximo histórico de 28,1 grados». «Más allá de afectar al medio ambiente, tiene una incidencia directa en la vida de los andaluces, en la economía y en sectores como la ganadería, la agricultura y el turismo, pero también en la salud, dado que la calidad del aire puede verse afectada, en la biodiversidad y en la riqueza de los mares». Desde la Junta se alude a «los proyectos de compensación de emisiones en masas forestales como de carbono azul en las marismas mareales de Cádiz o en las praderas de posidonia de Cabo de Gata». Será la punta de lanza del paquete de medidas del Plan Acción por el Clima «con un presupuesto de más de 1.700 millones» y que persigue «más infraestructuras que nunca para luchar contra el cambio climático y la sequía».