Salud

«Desde los años 80 no hay antibióticos nuevos, no renta a la industria»

El jefe de Infecciosas del Hospital Virgen Macarena ha rescatado un antimicrobiano olvidado en los 70 para bacterias multirresistentes

 Unas 700.000 personas mueren cada año en el mundo por bacterias multirresistentes
Unas 700.000 personas mueren cada año en el mundo por bacterias multirresistentes EP

La resistencia a los antimicrobianos está reconocida como uno de los principales problemas de salud pública por todos los organismos sanitarios internacionales. Según la OMS, las bacterias multirresistentes matan a 700.000 personas al año en el mundo y se estima que para 2050 provocará la muerte de 10 millones.

Según Jesús Rodríguez-Baños, jefe del Servicio de Infecciosas del Hospital Virgen Macarena, uno de los principales problemas para hacer frente a la resistencia a los antimicrobianos es que desde finales de los años 80 no se han descubierto antibióticos con mecanismos de acción novedosos. «Los que han ido saliendo son muy parecidos a los previos o modificaciones de ellos, lo que ha provocado que la resistencia a los antibióticos aparezca con mucha facilidad», apuntó Rodríguez-Baños en su intervención en el congreso BioMed&Tech celebrado en Granada.

Desde hace 20 años no hay novedades en la fabricación de antibióticos porque «no es rentable para la industria farmacéutica», señala. Hay que tener en cuenta, incide Rodríguez- Baños, que «los antibióticos los utilizamos en un periodo de tiempo muy corto. Es más, cuando llega uno nuevo queremos que no se utilice, salvo cuando es absolutamente necesario, para reservarlo. Y esto, desde el punto de vista comercial, es poco rentable». Teniendo en cuenta este peligroso escenario, una de las principales líneas de investigación del grupo de Rodríguez-Baños es la de rescatar antibióticos desatendidos y olvidados en los años 70.

El jefe de Infecciosas del Macarena explica que «en aquellos años se desarrollaron algunos antibióticos que dejaron de investigarse porque aparecieron otros más eficaces y mejor tolerados que vinieron a dar respuesta a las necesidades del momento, como algunos betalactámicos o las quinolonas». Ahora que se han desarrollado muchas resistencias a ellos, buscan antibióticos que no llegaron a desarrollarse en los 70, pero que se sabe que son activos, como la fosfomicina, un antibiótico usado actualmente para tratar infecciones urinarias, principalmente en mujeres.

El grupo de Rodríguez-Baños puso en marcha un ensayo para probar la fosfomicina en pacientes con infección urinaria invasiva por cepas multirresistentes de la bacteria E.coli. El ensayo, realizado con 143 pacientes entre 2014 y 2018, demostró la alta eficacia de la fosfomicina en estos pacientes con E.Coli multirresistente, si bien también identificó grupos de riesgo para los que no está recomendado el tratamiento, como los pacientes mayores de 80 años o los pacientes con insuficiencia cardíaca.

Otro hándicap para tratar a pacientes que han desarrollado resistencia a los antimicrobianos es que casi la mitad de los antibióticos no cumplen con todos los requisitos para poder implementarlos. «Somos muy exigentes con el tratamiento antibiótico porque sabemos que uno inadecuado puede no solo empeorar el pronóstico del paciente, sino también generar resistencia. Somos muy cuidadosos para determinar cuándo un tratamiento es adecuado: tiene que ser el fármaco más activo y más específico posible, a la duración y dosis perfecta. Cuando examinamos eso con cuidado, entre un 30-50% de los tratamientos tiene algún motivo para no considerarlo adecuado», recalca Rodríguez-Baños.

En esto también trabaja con su equipo. Este especialista explica que desde el punto de vista teórico estaba muy asentada la idea de la importancia de usar antibióticos de espectro reducido cuando se supiera la causa de la infección, teniendo en cuenta que los de amplio espectro «causan un daño ecológico tremendo al alterar la microbiota intestinal y también porque favorecen nuevas resistencias». Pero faltaba la evidencia científica. Por ello, pusieron en marcha un ensayo con un grupo de pacientes: algunos continuaban con el antibiótico de alto espectro hasta el final y otros hacían una desescalada hacia un antibiótico específico. «Evaluamos en ambos grupos diferentes parámetros clínicos como la curación, la recurrencia, la mortalidad y los efectos secundarios, y vimos que no había diferencias significativas. Fue la primera experiencia de alto nivel que indicaba que lo que debemos hacer es reducir el espectro para evitar que los pacientes tengan una exposición a u antibiótico que les va a producir más resistencia en un futuro» concluye Rodríguez-Baños.