José Carlos Ruiz: “Esta sociedad ‘hiperconectada’ no supera su crisis de soledad”

José Carlos Ruiz (Córdoba, 1975) intenta aproximar la filosofía de lo cotidiano con recetas como «Más Platón y menos Whatssapp», o con un pensamiento elegante que escape a la tiranía del instante, el presente continuo que se expande sin dejar sitio al pasado o futuro. Tras vender más de 30.000 ejemplares (likes que diría el hombre hipermoderno) con «El arte de pensar», ahora publica «Incompletos» (Destino).

El núcleo de la tierra ha dicho «Basta», que no se mueve más, y sin embargo los que estamos de alquilados en el planeta cada vez «más hiperactivos» …

La sociedad actual se cotiza en función de la actividad, por nuestra capacidad de producir. Hemos abrazado la hiperacción como seña de identidad. Hemos abandonado la contemplación, el deleite y lo estético, no tienen cabida en este modelo social.

Hemos pasado demasiado rápido de la posmodernidad al hombre hipermoderno. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro?

La lógica de lo «hiper», «lo máximo», se ha apoderado del ser contemporáneo. Hemos pensado que la libertad solamente se puede conjugar si hay opcionalidad. A más opciones más libres, y a veces esto te paraliza al convertirte en esclavo de cada posibilidad.

El individuo se ha convertido en un ser más egocéntrico. Se ha pasado del «Yo soy yo y mis circunstancias» al «Yo soy Yo, y Yo mismo»

Hemos perdido el interés por agrandar el ego con ingredientes sanos. Eso sería un saludabe egocentrismo, pero el ser contemporáneo tiende más a la egolatría, un narcisismo exacerbado donde yo considero que el mundo tiene que percibirme como importante. Miramos al «otro» de forma segmentada, solo nos interesa su atención «hacia mi», que valide mi relato y luego a por otro que me idolatre. Lo llamo otrofagia.

Más monólogo que diálogo, para entenderse

Se potencia la comunicación unidireccional. Las nuevas tecnologías nos permiten conectarnos más pero relacionarnos menos. La comunicación en redes ya no es ni en vivo ni en directo. Hay menos capacidad de interacción, más comunicación contigo mismo.

Hay mucha necesidad de exteriorizar lo íntimo, la llamada «extimidad»

Lo privado tiene menos valor, el secreto desaparece como algo importante. La persona «hipermoderna» considera la intimidad es valiosa si la conviertes en algo recurrente para el público, de cara a la galería. Se pone a subasta de los demás, lo privado solo importan si tiene potencial para viralizarse. Para que validen o compren la atención alguien que ni siquiera te conoce.

Horroroso, de tanto encerranos en nosotros mismos a ver si no vamos a poder salir

Hay una crisis de soledad. El individuo hipermoderno pasa cada vez más tiempo ensimismado. Que interactúa en redes sociales a través de su avatar. No se puede cultivar la sociabilidad si las vivencias están desapareciendo, si la relación es virtual. Estamos perdiendo oportunidades de vivenciar la realidad.

Tendemos a lo exterior, la superficialidad

Hay una tiranía de la imagen. La cámara está en todos lados, incluso en los estudios de radio, los podcast… Están colonizando los espacios de la voz. Hemos llegado al mundo de la onmipantalla que cuenta con narrativas muy seductoras que perpetúan la hegemonía de lo visual. Es más cómodo porque no requiere el esfuerzo intelectual del sujeto, es lo más básico y lo más evidente. Y además sin ofrecer una pedagogía de la mirada.

Explique esto último

Nadie nos está enseñanza a mirar la pantalla. Estamos entrando en un mundo donde la imagen está configurando nuestra identidad y emociones, moldea nuestros criterios de atención. Pero no nos enseñan a educar la mirada, tener un pensamiento crítico visual. Debería ser una asignatura obligatoria. No podemos confundir la narrativa de la pantalla con la narrativa de la realidad.

Y los medios han perdido el papel de la mediación

Hay una percepción de que se puede prescindir del informador profesional, aliviada un poco por el papel fundamental que han tenido los medios durante la pandemia. Creo la tendencia será la contrario, a verlos cada vez como más necesarios.

Para finalizar, danos unas pistas sobre cómo construir un pensamiento elegante

Tenemos que optar por un pensamiento limpio, noble. Curioso y creativo. La curiosidad tiene que ver con el cuidado. Pensar significa tener cuidado en la idea que piensas. Y luego que esté aseado, pues hay muchos elementos que obstaculizan la claridad de la idea, entonces hay que despojarlos. Un pensamiento elegante tiene un criterio que se va formando, que se asiente y que hace ganar para las cosas importantes. El libro te muestra cómo buscar el adorno en el pensamiento, poder encontrar orden en el mundo.