Opinión I Tornaviaje
Libertad
Venezuela no es Cuba. Ahora es Cubazuela. España no es Venezuela, todavía. Sánchez pergeña una ley mordaza contra jueces y periodistas. Su sueño final: ¿Españazuela?
De Venezuela a Cubazuela. ¿De España a Españazuela? La ruta parece acelerarse tras la engañosa carta lacrimosa. Todo lo que no le favorezca puede ser calificado como antidemocrático. En el retorcido uso de las palabras los significados dicen lo contrario. Sánchez y sus asesores ejecutan las lecciones orwellianas. En el nubarrón negro que cayó sobre Hispanoamérica con Fidel Castro y su hijo putativo Hugo Chávez, las primeras herramientas fueron desarmar el poder judicial y la prensa libre. Es un manual para desarticular el Estado de derecho desde dentro. Quieren una «nación de naciones», como define a su nueva España, Zapatero. Evitan llamarla República, que lleva mucha carga de pólvora antigua.
La independencia judicial y la libertad de expresión van a ser los primeros caídos en esta nueva cruzada. Si el amado líder lo consigue, el retorno será difícil y una larga marcha en tiempos oscuros. Cubazuela lleva 26 años en ese foso. Si los jueces y los periodistas no les plantan cara, estos empoderados ganarán, porque Sánchez no está solo. Detrás está la mano negra del Estado profundo (Soros con los cónclaves del poder mundial) y el apoyo de los hermanos del Foro de San Pablo y Puebla.
Sánchez, tras su meditación, plantea dar el gran salto adelante. Ya asoma renovar el CGPJ saltándose la mayoría cualificada, para no necesitar acuerdo con el PP (sus 178 en vez de 210). Si constriñe el Poder judicial, poniéndolo a su disposición, acorralar a los periodistas de los Medios «enemigos» será pan comido.
Tras controlar los tres poderes, no necesitará a un Rey-jefe de Estado hereditario. Propondrán que el rey escoja entre seguir como un representante nacional ante el extranjero o exiliarse voluntariamente. El jefe de Estado será por elección general –¿el mismo Sánchez? – con una primera ministra bajo su control.
Eso es lo que se le viene encima a España, a menos que el pueblo español despierte de la siesta soporífera en que dormita absorto. Estamos a tiempo, aunque no de sobra. La libertad está en juego.
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