Entrevista

Margarita Sánchez: «El relato que se hace desde la arqueología borra a las mujeres»

En «Prehistorias de Mujeres» habla cómo la historia las sitúa en lugares secundarios

Margarita Sánchez, catedrática de Prehistoria en la UGR
Margarita Sánchez, catedrática de Prehistoria en la UGRLa RazónLa Razón

Prehistoria tiene «nombre de mujer» pero la arqueología ha silenciado su papel entre las primeras poblaciones.

El relato que se hace desde la arqueología borra a las mujeres. Y es así porque quienes han escrito sobre la prehistoria son abrumadoramente hombres. Las preguntas a la historia parten de un sesgo que colocaba al hombre en la cultura y la mujer como la naturaleza incontrolable.

Antes del «techo de cristal» hubo uno de piedra, bronce o hierro.

La explicación histórica tiene una fuerza gravitatoria masculina. No solo se invisibiliza, también se las estereotipa. Las representaciones de las mujeres en la prehistoria se leen como objeto sexual. «Venus» que simbolizan la fertilidad, deseo o maternidad.

Representa la naturaleza, lo irracional.

La mujer aparece como un accidente de la naturaleza, de lo salvaje, incontrolable. Cumplen una función con el ecosistema para la crianza y la maternidad. El hombre es la cultura, la razón, la base del progreso. Ellos controlan a «lo natural» con la tecnología.

Se cosifica el paso de la mujer por la prehistoria en el rol de cuidar, parir, alimentar, sanar.

Se obvia la labor fundamental del mantenimiento y cuidado de las comunidades. El cocinado, la sanación, cuidado de mayores, la socialización, la crianza… Como no se cuantifica no se cualifica. Además, perdemos una gran información sobre nuestro pasado.

Se quedaban fuera de la innovación o la tecnología. Como si hoy día la mujer no tuviese acceso a internet y el hombre sí.

Eso puedes leer si echas una mirada al arte prehistórico. La tecnología se vincula a los hombres y se deja fuera de las mujeres. Y ellas innovaron en la cotidianeidad haciendo posible el día a día. Se ha excluido sin criterio científico.

Vamos que en el «arte rupestre» las mujeres pintan poco.

Es curioso que hay quien se plantee si puede haber vida en otros planetas pero no que una mujer ha hecho arte rupestre en algún momento de millones de años. No tiene sentido.

Incluso negaban que la Dama de Baza fuese una mujer.

Se identificó como mujer. Pero el ambiente androcéntrico hizo que se cambiara de idea: eran las cenizas de un hombre en una urna funeraria en forma de diosa, decían. El peso de la idea preconcebida era muy potente. Y eso que hablamos de los años 70.

Es llamativo que el Museo de Almería con un 30 por ciento de sus piezas sea el que más esculturas femeninas cuenta en sus fondos.

Y es el que más tiene en sus colecciones permanentes. De ahí para abajo. La gente acude a las exposiciones para interesarse, para saber más. Si no hay mujeres queda claro que no hemos sido relevantes en la historia.

Hay pocas pero encima Facebook te las censura.

El mito sexual de antaño mirado con los algoritmos de hoy es clasificado pornográfico. Y sí, la Venus de Willendorf tiene «Dos Rombos» para esos puritanos que manejan las redes sociales.

¿Tiene esperanzas de que en un futuro próximo se vea con normalidad que las mujeres prehistóricas cazaban, hacían la guerra… quitándoles la coletilla del «también»?

En los últimos 25 años se ha avanzado mucho. El propósito de la arqueología es hacer visible que cualquier actividad humana es relevante para conocer nuestro pasado. Y ahí a la mujer no se la pueden saltar.

Esperamos que avancemos para que haya «Más Marga Romero y menos Tadeo Jones».

Eso, eso (risas).