Concierto

“Motomami” sobre el escenario, sonido “motomari”

Rosalía llenó en Sevilla ante miles de fieles entregados y, en una propuesta de “enfermería o puerta grande”, salió en tablas

Rosalía en Sevilla. Joaquín Corchero / Europa Press
Rosalía en Sevilla. Joaquín Corchero / Europa PressJoaquin CorcheroEuropa Press

“Yo no le canto al consciente de la gente, sino a su subconsciente, para que cada uno lo traduzca”, decía Silvio, el rockero. Rosalía culminó en Sevilla el segundo concierto de su gira mundial en Sevilla, tras su paso por Almería, bajo un calor sofocante y algún mareo entre el público. “Si estáis mal, me lo decís. Os amo y lo importante es que estéis bien”, señaló durante el concierto la artista catalana. Rosalía se presentó sobre el escenario de blanco inmaculado, botas rojas hasta las rodillas y rimel negro, que no tardó en irse con el sudor -porque dejarlo todo sobre el escenario, lo dejó- y que posteriormente sobre un sillón de barbería se quitó ante el espejo -”A Dafne ya sus brazos le crecían”- para culminar cortándose las trenzas. Tiene Rosalía la querencia de José Tomás: puerta grande o enfermería; y un ejército de fieles, algunos con uniforme postmoderno, otros con look de Bellerín y otra no desdeñable suma de señores y señoras -padres en algunos casos acompañando a sus hijos, pero no siempre- que componen el perfecto retrato robot de un oficinista que con el revoltijo de acordes y estilos -una mezcolanza que a ratos es un hit- agarra un abanico en una coreografía digna de los mejores años de Loco Mía y se vuelve, literalmente, “muy loca”.

Rosalía en concierto en La Cartuja. Joaquín Corchero / Europa Press
Rosalía en concierto en La Cartuja. Joaquín Corchero / Europa PressJoaquin CorcheroEuropa Press

El concierto de Rosalía en Sevilla supuso una comunión 3.0 del público con la artista en un evento autorreferencial, con el personal pendiente de grabarlo todo en 360 grados -hay que inmortalizar que uno estuvo allí-, con algún presente recordando de nuevo a Silvio, el rockero, en su tierra y aquello que contestó a Jesús Quintero cuando le cuestionó qué es lo más grande que había hecho por amor: “Por amor me he tomado un tinto en lugar de un cognac”. Rosalía, al fin, como signo de los tiempos, “motomami” sobre el escenario pero con sonido a ratos “motomari”, convirtiendo en descripción el gazapo de la eterna y visionaria Ana Blanco en el informativo. Al principio se fue la luz y hubo un sorpresivo parón. Luego la artista llenó el escenario dejando la duda, más allá de los incondicionales, de si de verdad Rosalía es “la nueva Lola Flores”, algo que los efectos de sonido y “los auto-tunes” ponen en cuestión. “Eppur si muove”. Con todo, en el Estadio de La Cartuja, el que creía (en Rosalía) siguió creyendo pero el que no profesa la fe (son muchos los llamados pero no tantos los elegidos; de hecho, llenó pero con dificultad después de que 75.000 personas fueran a ver a Manuel Carrasco al mismo recinto), no pasó del agnosticismo, en vista de que ni el sonido ni la dicción -y unas palabras inventadas, que por momentos no se entendían- ayudaban. (Igual que urge un traductor Shakira-mundo, es necesario un “translator” Rosalía-tierra).

La cantante catalana, Rosalía continuó con su gira 'Motomami Tour', en el Estadio de la Cartuja. Joaquín Corchero / Europa Press
La cantante catalana, Rosalía continuó con su gira 'Motomami Tour', en el Estadio de la Cartuja. Joaquín Corchero / Europa PressJoaquin CorcheroEuropa Press

Los abanicos de cartón que dieron a la entrada fueron los grandes aliados para el personal, que echó de menos las botellas de agua que en muchos casos no dejaban meter a la entrada o los refrescos. El concierto en pista frente al escenario salía por 100 euros. La artista recordó que se bebiera “agüita” pero la botellita de agua salía a 2,50 euros y el litro de cerveza a 12 euros.

Rosalía tocó todos los palos: trap, bulería, reguetón, bailó, hizo “tweerking”, introdujo el “Papichulo” o “La gasolina”. Salió con guitarra y piano. Por entonces, el personal ya ardía. Ella sola, junto a un grupo de bailarines, llenó el escenario durante aproximadamente una hora y tres cuartos, sin parar en ningún momento, componiendo un videoclip casi constante.

Rosalía era consciente de la plaza en la que estaba, Sevilla, después de venir a la Bienal hace dos ediciones, con división en la crítica. “Voy a cerrar el círculo”, dijo. Y en el flamenco se vio a la Rosalía más pura, sin efectos innecesarios. «Hay que tener roll, rooll, hasta para llevar un paso. Porque es la única manera de que no te pese nada». De vuelta a Silvio Fernández Melgarejo. El roll o el flow de Rosalía es innegable.

La artista de San Cugat recorrerá otras siete ciudades españolas y continuará su gira mundial, que finaliza en París en diciembre. “Un perdedor es el que tiene ansia, y un ganador el que tiene suerte”, dijo también Silvio y en una de sus letras Rosalía señalaba que estaba aquí “para romper o romperse”. La música es silencio bien cortado” y tras los quejíos de Rosalía se vislumbra que, más allá de los atajos, puede romper en artista más allá del producto, en auténtica “motomami” siempre y cuando no se boicotee con el sonido “motomari”. La propuesta era de enfermería o puerta grande y el concierto quedó en tablas. “Saoko, papi, saoko”.