Gatos

¿Los gatos tienen personas favoritas? Hablan los expertos

Mucho más que un simple proveedor de comida, el vínculo entre un gato y su dueño se construye sobre el reconocimiento a través del olfato y la voz, mientras que la vista apenas juega un papel en la identificación

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Cualquiera que haya intentado hacer una videollamada para que su gato le vea se ha topado con la misma indiferencia felina. El animal escucha una voz conocida a través del altavoz, quizá levanta las orejas, pero su reacción es de pura confusión, no de reconocimiento. Este desconcierto tecnológico es la prueba más evidente de que el vínculo entre un gato y su dueño se teje con hilos sensoriales que van mucho más allá de lo que podemos ver, demostrando que para ellos la presencia es olor y sonido, no una simple imagen en una pantalla.

De hecho, este comportamiento revela la jerarquía de sus sentidos, tal y como ha indicado el veterinario Carlos Gutiérrez en su canal de YouTube. Cuando un gato oye a su humano, pero no puede olerlo, se produce una disonancia sensorial que le genera estrés. Su instinto le dice que algo no cuadra. Para un felino, el mundo es fundamentalmente un mapa de olores familiares, y el de su propietario es una baliza de seguridad y confianza. Cada persona posee una firma olfativa única que estos animales memorizan con una precisión asombrosa, convirtiéndose en su principal herramienta de identificación.

A este agudo olfato se suma un oído de una fineza notable. Los gatos no solo son capaces de diferenciar la voz de su dueño de la de un extraño, sino que también identifican el tono específico que se usa con ellos. Esa entonación particular, a menudo más aguda y suave, es para ellos una señal inequívoca de afecto y atención, un código privado que refuerza el lazo de confianza.

El gran malentendido: por qué su gato no le reconoce la cara

Por otro lado, y en contra de lo que podríamos pensar, la vista es su sentido menos fiable para identificarnos. Es muy probable que un gato sea incapaz de procesar rasgos faciales con el mismo detalle que un ser humano. Su sistema visual está optimizado para detectar movimientos sutiles y veloces, una herencia de su naturaleza cazadora, pero no para analizar los detalles estáticos de un rostro. Esto explica por qué no reaccionan ante una fotografía o por qué pueden mostrarse distantes al principio si cambiamos drásticamente de apariencia.

En definitiva, se desmorona así el viejo tópico del gato como un animal interesado que solo busca el plato de comida. La relación que construyen con sus humanos se cimienta sobre un reconocimiento mucho más profundo e instintivo. Se trata de un vínculo invisible pero robusto, forjado en la familiaridad de un aroma y en la cadencia de una voz, confirmando que para nuestro felino somos una figura central en su mundo, mucho más que la mano que llena su cuenco.