
Mujeres artistas
Rosario Weiss, la pupila oculta de Goya: de hija de la ama de llaves del pintor a profesora de pintura de Isabel II
Aprendió copiando bocetos y dibujos del aragonés, que a menudo confundían con los del propio genio

En un mundo donde las pinceladas y los lienzos eran dominio casi exclusivo de los hombres, una mujer emergió con el talento para vivir de su arte. Su nombre era Rosario Weiss, y su camino hacia el reconocimiento se forjó en la sombra del genio más grande de su tiempo. Aunque ser la ahijada y discípula de Francisco de Goya fue, sin duda, un factor determinante en su destino, su habilidad y destreza eran tan notables que en algún caso pudo incluso confundirse con las de su mentor.
Rosario creció en un ambiente excepcional, dentro de la emblemática Quinta del Sordo, la casa donde Goya vivía y creaba en sus años más oscuros. Hija de la ama de llaves del artista, la joven absorbía cada lección de su maestro, empezando a pintar desde pequeña. Circulaban rumores, nunca probados, de que su vínculo con Goya era aún más profundo, que la sangre que corría por sus venas era la misma que la del maestro. Fuera cual fuera la verdad, la conexión entre ellos era innegable.
El exilio y la forja de una artista
Las ideas liberales de Goya y su familia los obligaron a huir de España, buscando refugio en Burdeos. Fue en esta ciudad francesa donde Rosario continuó su formación, asistiendo a una academia de arte que puliría su técnica informal. Ya en el exilio, su talento empezó a destacar, consolidándola como una de las pocas pintoras españolas reconocidas de su época. Más allá de la pintura, Rosario era una dibujante excepcional, una habilidad que se puso a prueba cuando empezó a copiar los bocetos y dibujos de Goya.
Es curioso cómo en medio de la oscuridad que impregnaba su vida y su arte -fue justo el período más sombrío y melancólico del artista- Goya encontró un resquicio de luz y cariño en su joven pupila. Mientras el maestro decoraba las paredes de su casa con figuras lúgubres y atormentadas, su relación con Rosario representaba la cara más amable de sus últimos años.
La mencionada dualidad es una constante en la vida y obra del pintor. La ermita de San Antonio de la Florida, por ejemplo, es un testimonio de esos momentos de arte fuera de la oscuridad, con frescos luminosos y vibrantes, y a la vez lugar de descanso final de sus restos.
Rosario Weiss fue copista de obras en el Museo del Prado
Rosario Weiss regresó a España con una carrera en pleno auge, pero la realidad del mundo del arte era dura. A pesar de su innegable talento, se vio obligada a realizar retratos por encargo y a trabajar como copista de obras en el Museo del Prado para poder sobrevivir. Esta etapa de lucha es un recordatorio de las dificultades que enfrentaban las mujeres artistas, incluso las más talentosas. Sin embargo, su perseverancia dio frutos, y consiguió un puesto de gran prestigio.
Su último gran logro profesional fue convertirse en profesora de pintura de la reina Isabel II y su hermana la infanta. Aunque la historia no registra un gran éxito artístico por parte de sus regias alumnas, no se puede culpar a Rosario por ello sino, más bien, al lugar secundario de la mujer en esos siglos. Pero además, su vida y su carrera, que apenas empezaban a florecer, se vieron truncadas por una muerte prematura.
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