África

Ecuador

Un muro verde para frenar el avance del desierto

Sudán prepara los trabajos de reforestacion de su capital, Jartum, para frenar los estragos que causa la arena. Se suma así a la iniciativa africana de lucha contra la desertización que pretende blindar longitudinalmente África con más de 7.000 km de nuevas plantas

Un muro verde para frenar el avance del desierto
Un muro verde para frenar el avance del desiertolarazon

Sudán prepara los trabajos de reforestacion de su capital, Jartum, para frenar los estragos que causa la arena

A pesar de que el frío haya vuelto, el invierno que ha terminado se ha confirmado como algo más cálido de lo normal, con temperaturas medias el menos dos grados por encima de lo registrado años anteriores. El riesgo de estaciones más suaves y menos precipitaciones parece querer asentarse y con él llega el riesgo a que aumente la intensidad y duración de las sequías en la Península. Hasta un 60 por ciento del terreno en España está sujeta a las llamadas sequías estacionales y es vulnerable a la desertificación; algo que nos equipara prácticamente al norte de África. El desierto amenaza allí con hacerse con casi el 50 ciento del terreno y afectar a unos 500 millones de personas.

Para frenar o al menos ralentizar el avance del desierto, en 2007 se puso en marcha un enorme proyecto, llamado Gran Muralla Verde, con el acuerdo de once países de la zona: Senegal, Mauritania, Mali, Burkina Faso, Nigeria, Níger, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y Yibuti. El objetivo de este programa panafricano de reforestación ha sido desde el primer día repoblar con vegetación más de 7.000 km a lo ancho del continente africano de este a oeste ocupando una superficie de 15 km de ancho. El presupuesto para tal fin se estimó en unos 1.800 millones de euros que están siendo financiados en parte por el Banco Mundial. Hasta ahora Senegal ha sido el país que más esfuerzos ha realizado para construir este muralla y eso porque según estudios de la FAO la deforestación allí supone la desaparición de 45.000 hectáreas anuales. El país más al oeste de este gran cinturón verde ha invertido hasta el momento más de 3,2 millones de euros y plantado alrededor de 32.000 hectáreas», explican fuentes responsables del proyecto.

Sudán se acaba de sumar a la iniciativa o la menos así lo han confirmado las autoridades del país en una reciente conferencia internacional. Esto supone le inicio de un cinturón verde que bordeará la ciudad de Jartum de 285 km de largo y 200 metros de ancho, que además de frenar el desierto contribuirá a un descenso de las temperaturas de al menos de dos grados en la ciudad. En esta localidad se superan los 40 grados en verano y la temperatura nunca baja de los 10 en invierno, mientras que la pluvimetría se sitúa entre los 139-159 mm anuales. La intención es que el cinturón se comience a levantar alrededor de la ciudad y al mismo tiempo se replique en otros puntos del país, de manera que se comience parte de los 1.250 km de esa gran muralla verde panafricana planificada desde 2007. Sólo aquí él coste previsto es de aproximadamente 40 millones de euros, que estarán financiados en parte por el gobierno local y en otra, por la comunidad internacional.

Mantenimiento

Una de las especies que se están utilizando para repoblar África longitudinalmente es la acacia (el nuevo cinturón anunciado en Sudán también replantará árboles locales), aunque en general se usan plantas adaptadas al estrés hídrico, ya que, aparte de la pluviosidad anual media escasa, hay que tener en cuenta la climatología marcada por dos estaciones muy diferentes, la lluviosa y la seca.

La idea no es tan novedosa; los propios medios de comunicación locales explican que ya en 1966 se planteó en la zona un cinturón de estas características que se hizo desaparecer por motivos legales unidos a las prácticas agrícolas. También en nuestro país se han realizado desde finales del siglo XIX actuaciones muy similares a esta, aunque con otros nombres. De hecho, la zona del norte de África tiene características similares a las que se dan en el levante y el sur español: por un lado se trata de áreas áridas y semi áridas, por otro, el calentamiento global y la presión humana ha llevado a la desaparición de espacios naturales y de algunas especies importantes para el mantenimiento de la población local. «La desertificación es un problema a nivel mundial, que se traduce en pérdida de vida. Sus causas van desde el clima, la intensidad de las lluvias, el relieve y la pendiente del terreno. Por encima de ellos está el uso que se haga del suelo, es decir, las prácticas agrícolas y forestales que se realicen en la zona. En España se han repoblado unas 6.000 millones de hectáreas, incluso ha habido una gran regeneración natural porque se ha abandonado mucha actividad agrícola y ganadera», explica José Carlos del Álamo, decano del Colegio y Asociación de Ingenieros de Montes.

Una de las actuaciones más emblemáticas para frenar el desierto a fuerza de nueva masas forestales es la de Sierra Espuña, realizada por Ricardo Condorniú a finales del siglo XIX, aunque ha habido otras como recuerda del Álamo: «Muchas zonas de la sierra madrileña estaban despobladas tras la Guerra Civil, por ejemplo la parte de Somosierra e, incluso el monte Abantos de El Escorial. Se repobló y ahora es una zona boscosa que parece que tiene cientos de años. Las condiciones climáticas y de suelo en España son muy duras y aún así la situación de los bosques es mejor. El bosque ha crecido, aunque de forma un poco desordenada», afirma del Álamo. Aunque no sea novedosa, el proyecto es positivo. «Lo realmente interesante es que los países africanos tomen conciencia del problema que les supone el avance del desierto y decidan actuar como es el caso», opina el decano.

La repoblación se hace pensando en las condiciones climáticas y escogiendo especies adaptadas a la sequía, ya que en toda esta zona cercana al Ecuador hay puntos donde se verifican entre 250-300 litros por m2 anuales de lluvias. Además de ralentizar el avance del desierto, la reforestación conlleva otros beneficios a la zona, entre ellos «la conservación de la biodiversidad (en el estudio preliminar llevado a cabo en Senegal se constató la presencia de casi 3.000 tipos de invertebrados), la restauración del suelo, la intensificación del secuestro de carbono y la promoción de actividades beneficiosas para las poblaciones, incluidas nuevas formas de turismo. Más que frenar, se trata de ralentizar el proceso y para eso es necesario estudiar el suelo, las precipitaciones, incluso los factores sociales y políticos. «Replantar es una buena solución, pero hay que garantizar la viabilidad técnica a lo largo del tiempo no sólo en cuanto al riego y la humedad de la zona. También hay que tener cuidado de lo que se hace después, evitar malas prácticas como los incendios y el pastoreo en la zona repoblada. Una vez repoblado no se puede meter un rebaño de cabras, algo que es más habitual en África. Un suelo tarda mucho tiempo en regenerarse», matiza del Álamo.