Gastronomía

Un Rías Baixas o el amor de un verano

Un Rías Baixas o el amor de un verano
Un Rías Baixas o el amor de un veranolarazon

“El tiempo es eso que sucede entre añada y añada”, me contaba el presidente del Consejo Regulador de Rías Baixas, Juan Gil de Araujo, a la salida del madrileño restaurante Zalacaín (en donde degustamos la añada de 2017 de diferentes bodegas un grupo de periodistas y críticos de vino).

Hablar de vino es hablar de tiempo, y, también, de amor. ¿Por qué no? Durante horas y horas, en la cata de estos fabulosos vinos blancos (elaborados gran parte a partir de una de mis uvas preferidas, la gallega Albariño) intentaba hallar una emoción con la que explicar qué se siente cuando se prueba un Rías Baixas. Una emoción que todos hemos vivido, al menos, una vez en la vida.

¿A qué sabe el verano y a qué sabe un Rías Baixas? Sabe a amor. A ese amor de verano que nace y muere en el mar, en ese sitio en el que veraneamos y en el que abandonamos recuerdos y sensaciones.

Sabe a frescura, a viento, a marea, a puesta de sol, que no amanecer (y es que, talk como me dice el prestigioso crítico Juan Fernández-Cuesta por whatsapp a mi pregunta invasora, “un amanecer es demasiado ácido”).

Y es que, en LA CATA DE KATY no hablo de astringencias, taninos y demás tecnicismos. Describo y transcribo emociones para que todos nuestros lectores (amantes o no del vino; bebedores o incluso abstemios) conecten con mis palabras y, así, con este bien intangible de la naturaleza. Y hablo de ese sueño de verano que nace con el primer sorbo y se acaba con el último. Esa sensación de calor controlado, que es satisfecho y calmado con una copa de vino blanco.

Pero no una copa de vino cualquiera. Una copa fría. Muy fría. Tanto, que aun cuando la coges (aunque la copa se “deba” agarrar del tallo y no de la base, dicen los “expertos”), los dedos dejan su huella al acariciar la base humedecida sintiendo el frescor y la maravillosa energía del frescor (del casi hielo efímero que va deshaciéndose). Frescor que atraviesa nuestra boca para recorrer nuestro cuerpo y seducir nuestra alma. Un Rías Baixas debería ser maridado con un beso. O, en su defecto, un carabinero.

Para amar hay que entender el vino. Y para el entender el vino, hay que haber amado Galicia, sus gentes y sus vinos. Y en especial, para entender el amor y Galicia (y España, en suma) hay que haber bebido de sus vinos, de sus Rias Baixas.

La añada de 2017: la segunda más grande de la historia

Según nos comunican desde el gabinete del Consejo Regulador, “el ciclo vegetativo de 2017 en la D.O. Rías Baixas registró un adelanto de 15 días con respecto a un año normal. La floración y purga, sin enfermedades ni plagas, fueron fruto de una primavera cálida”.

Lo que significa que esta situación ha propiciado que la vendimia, la segunda más grande de la historia de esta D.O., “se produjese de forma gradual y selectiva durante dos meses del 15 de agosto al 15 de octubre”.

Vino calificado (Fuente D.O. Rías Baixas)

Según el informe del Órgano de Certificación y Control, a 31 de mayo de este año, la D.O. Rías Baixas ya había calificado 13.992.239 litros de la Añada 2017 (de noviembre de 2017 a mayo de 2018), un 18,86% más con respecto al mismo periodo de la Añada 2016. Además, esta cantidad representa un 51,9 % del vino elaborado en la cosecha 2017: 26.968.562 litros. En la actualidad, más del 26% de estos vinos se destina a los mercados exteriores.

Los madrileños queremos un Rías Baixas

Madrid ha sido la ciudad elegida para organización del Túnel del Vino con motivo de la presentación de la Calificación de la Añada 2017. 112 marcas, pertenecientes a 60 bodegas de esta Denominación, estuvieron durante la última semana de junio en el Salón Nefer del Hotel Urban. 2015 fue la última vez que la D.O Rías Baixas organizó en Madrid un Túnel del Vino con motivo de la presentación de la Calificación de la Añada; en ese caso la de 2014.