En Cantabria saben que la magia no siempre está en los grandes monumentos, sino en transformar lo cotidiano en algo extraordinario. Un oscuro túnel de Laredo, antes solo un paso hacia la playa, se ha convertido en una inmersión artística bajo el mar. Tiburones, ballenas y medusas gigantes acompañan a quienes lo atraviesan, haciendo que un simple trayecto se convierta en una aventura submarina. ¿Quién dijo que los túneles dan claustrofobia?

No es un túnel cualquiera. Al entrar, el techo y las paredes se funden en un azul vibrante, poblado por mantarrayas, peces tropicales y olas que parecen moverse. Los más pequeños alucinan: corren señalando cada detalle, como si estuvieran buceando en un acuario sin mojarse los pies. Pero no es solo pintura; es una reinvención total de un espacio olvidado, obra de artistas locales que han convertido el hormigón en arte. El túnel, conocido como túnel de la Atalaya, está en medio del casco urbano y da acceso a la playa Pedregosa.

El éxito ha sido tal que familias enteras desvían su paseo para cruzarlo, y los turistas lo incluyen en sus rutas. "Es como atravesar el Cantábrico sin salir de tierra", comenta una madre mientras su hijo intenta "tocar" un tiburón pintado. La clave está en la imaginación: donde antes había sombras, ahora hay vida.

Este no es el único ejemplo. A pocos kilómetros, el faro de Ajo, que era una de esas construcciones que prácticamente pasaba desapercibida ante los visitantes, es ahora un imán de turistas y curioso. Y ¿por qué? gracias a los colores explosivos del artista Okuda. Lo que demuestra que, en Cantabria, el arte callejero no decora: revive.

Si aún no has pasado por este túnel, aprovecha la llegada del buen tiempo para hacerlo.