Opinión
¿Qué ha aprendido la humanidad?
Numancia hace 22 siglos, como ahora Ucrania, optó por resistir ante el ejército más poderoso del mundo conocido y antepuso su dignidad, honor y sacrificio a cualquier otra circunstancia
En Europa se ha desencadenado una guerra absolutamente injusta y contraria al derecho internacional. Ucrania ha sido invadida y muchas ciudades masacradas con miles de muertos y hechos criminales de lesa humanidad. En estas mismas horas Mariupol está resistiendo heroicamente, habiéndose concentrado la maquinaria de guerra invasora contra ella.
Hace veintidós siglos hubo en Europa una ciudad cuyo marco originó la primera contienda que creo el dibujo esencial de nuestra cultura y de nuestro ser europeo e incluso de sus principales fronteras. Esa ciudad fue Numancia, que al mismo tiempo fue la cuna original de España, pero además el origen y paradigma de la libertad de la humanidad.
Ayer precisamente, rezábamos, admirábamos y honrábamos junto a la Ministra de Defensa, y una multitud de personas, en el funeral del Teniente General Don Agustín Muñoz Grandes q.e.p.d., sus virtudes ejemplares como militar y como español, y su permanente ejemplo de amor al servicio de los demás, en pleno ejercicio del significado del más alto patriotismo como nos dijo el oficiante. Fue así mismo, el General, quien quiso profundizar, además de en tantas facetas y responsabilidades, militares y civiles, en el estudio de las enseñanzas del pueblo numantino, como embrión primigenio de los profundos valores que conforman España, y que siempre quiso enseñarnos poder anteponerlos a todo, como firme timón y único camino seguro en bien del presente y futuro de toda la sociedad. He querido también rendirle homenaje aquí, por la lección única y trascendental que nos lega, y que en estos mismos instantes tanto necesitamos en el mundo.
Hoy, en estos mismos momentos que escribo, Mariupol está reviviendo en tiempo real una gesta heroica, enmarcada en una enorme tragedia como la que vivió durante veinte años Numancia. Numancia optó por resistir ante el ejército más poderoso del mundo conocido, y quiso anteponer su dignidad, honor, sacrificio, y con ello defender su mayor tesoro, el de la libertad, para con ella proteger y no renunciar jamás a su independencia, en bien de la paz . Así lo demostraron los numantinos durante dos décadas hasta sus últimos once meses donde ya al mando de Escipión, tras las sucesivas derrota de diez generales anteriores, y sin presentar batalla frontal ante la bravura enemiga que devastó varios ejércitos romanos, y con la estrategia por primera vez del cerco para cortar todos los suministros y refuerzos, logró que el heroico pueblo numantino muriera de inanición, autoinmolándose, aunque ganara definitivamente la libertad sin rendirse.
Es verdaderamente impresionante que el heroísmo del pueblo ucraniano este emulando esta gesta, que adquirió el reconocimiento universal hasta nuestros días, y veintidós siglos después, en Mariupol dos mil personas entre el ejército y civiles, muy parecido también al número de sacrificados numantinos, estén resistiendo heroicamente hasta hoy mismo, ante uno de los dos ejércitos más poderosos del mundo. Ahora llevamos dos meses de guerra pero Mariupol ha resistido hasta un último reducto, y de nuevo como en Numancia, Rusia ya no opta por la batalla frontal, sino que ayer mismo anuncia el asedio total sin plantear batalla, y solo cortando suministros, agua y todo lo mínimo esencial. Escuchamos también ayer a los oficiales ucranianos, respaldados por su presidente en Kiev, anunciar que no se rendirán jamás, protegiendo además a la población civil que ha querido permanecer y desoyendo los dos ultimátum del agresor.
Una superpotencia desafiada por un pueblo heroico y con una inferioridad absoluta. Una superpotencia que no ha querido comprender no ya la resolución diplomática, sino que ha transgredido con deshonor las leyes de la guerra. Igual ocurrió durante veinte años en Numancia. El ejercito más poderoso del mundo incumpliendo sus pactos con el pueblo numantino, para evitar la guerra, y saltándose los códigos de honor comprometidos en ella.
Ucrania nos está dando una lección a Europa y al mundo occidental y libre. Una lección de valor, de dignidad, de resistencia, de sacrificio. Una lección de lo que significa la defensa de la independencia y de la paz, al supremo coste de la muerte en defensa de la libertad. Esa libertad, además, que resurge y nos regalan, con renovada fuerza en bien de Occidente.
Numancia, hace veintidós siglos, como se nos dijo en el Parlamento Europeo, supuso el primer pueblo que murió en defensa de la libertad que junto con los muchos otros que tras ella también lo han hecho y junto al crisol de la esencial cultura grecorromana y cristiana, devino en la creación de los derechos humanos y de la democracia.
Hoy Mariupol, pase lo que pase, representa ya el heroísmo de un pueblo en defensa de la libertad de Europa, Estados Unidos y de todo Occidente, y también, por tanto, en defensa de su democracia, y aunque no podamos creer lo que está pasando en pleno siglo XXI, está siendo una lección única que muestra la máxima perversión e indignidad del hombre, pero también su máxima grandeza y honor. No hemos aprendido nada, y de nada sirven todos los inimaginables avances acumulados, si el hombre y los máximos responsables mundiales no saben dar un paso de sólida fe en la dignidad humana, que anteponga con las virtudes y valores más nobles, cualquier otra circunstancia del mundo por muy importante, estratégica o valiosa que fuera. Creíamos haberlo logrado y estábamos en teóricas y muchísimas cosas “más importantes”, pero hace solo dos meses la humanidad ha quedado desnuda y su perverso egoísmo ser causante de la tragedia tan horrible y devastadora que estamos viviendo en directo, y ser la verdadera realidad que de forma vergonzosa nos convierte en cómplices en más o en menos, pero al fin cómplices y partícipes de nuestra autodestrucción. ¿Es esto lo que queremos sin ya margen a la duda de que si puede llegar a pasar o no?
No queda duda. O bien optamos por anteponer los principios y valores imperecederos, donde por cierto España, y también Portugal han encabezado históricamente su defensa, y por tanto han de recuperar esa responsabilidad, y quizá o más bien seguro, ahí esta la clave esencial de por qué se quiere atacar a España desde dentro y desde fuera; o bien la mentira, el egoísmo, la maldad y la miopía del poder nos autodestruirá. Numancia y nuestra cultura cristiana, que conforma Europa, representan lo primero, y con este mensaje, con motivo de la defensa que tuvimos que hacer hace pocos años de Numancia, defendiendo principios, en el parlamento europeo, se nos preguntó en Europa: ¿Queremos la Europa - que se puede extender a Occidente - de los principios y valores, o queremos la Europa del poder?. La urgente, única, clamorosa y necesaria solución, ante la tragedia de Ucrania y la gesta heroica de Mariupol hoy, en estas horas, es clara y terminante. La Europa, y el Occidente de los valores, con mayúsculas. Nuestro admirado respeto y honra a los héroes de Mariupol en defensa de la libertad de todos.
PD: No es hoy momento para relatar la incomprensible actualidad semanal, a ojos de todos, de España. Sin embargo solo dos realidades. El viaje del presidente del Gobierno a Ucrania merece el respeto y agradecimiento de los españoles por llevar el apoyo de nuestra Nación.
Lo ocurrido en el parlamento europeo en favor de las victimas del terrorismo para investigar como delitos de lesa humanidad, todos los crímenes de ETA es un comportamiento ejemplar de Europa en defensa de la justicia, dignidad y honor de todas los asesinados, sus familias y de todos los españoles y por tanto de todos los europeos.
Un día como hoy donde hablamos de la libertad, dignidad y honor, con miles de muertos en Europa, en una guerra de ignominia, no quiero siquiera calificar el comportamiento del presidente del Gobierno, al no haber encabezado desde hace años este logro, pues sencillamente no quiero calificar lo que hace en contrario. Solo rezo para que como Saulo caiga del caballo, para su conversación y exclusivo anteponer el bien de España. Nada tiene que ver con ideologías. La sociedad civil se lo pedimos.
No me salen las palabras, España clama en silencio, solo tendiendo la mano, pues quiero no verter una mácula, no confundir nada, en respeto máximo a tanta tragedia y sufrimiento, a tanto dolor e indignidad, en respeto máximo también, a la ejemplaridad de tantos españoles.
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