Sociedad
Cuando el Ratón Pérez se convierte en científico: los dientes de leche de Salamanca ya hablan en los laboratorios
La Universidad de Salamanca se suma a la ‘Colección Ratón Pérez’, un proyecto pionero que transforma un rito infantil en fuente de conocimiento sobre la evolución, la salud y la historia de la Humanidad
En muchos hogares españoles, los dientes de leche acaban en un cajón, dentro de una pequeña cajita azul o envueltos en un pañuelo, recuerdos diminutos de la infancia que los padres guardan con ternura. En otros, se pierden en la mudanza, olvidados en un sobre o entregados con solemnidad al Ratón Pérez, que a cambio deja unas monedas bajo la almohada.
Lo que casi nadie imagina es que esos dientes guardan en su interior un caudal de información científica comparable a una caja negra de avión. Esa es la premisa de la ‘Colección Ratón Pérez’, un proyecto de ciencia ciudadana que nació en Burgos, en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), y que ahora suma a la Universidad de Salamanca como nueva sede de recogida.
El pasado 26 de septiembre, durante la Noche Europea de los Investigadores, las sonrisas de los más pequeños se convirtieron en protagonistas en la plaza del Oeste de la capital charra. Allí, entre talleres de química, astronomía y juegos matemáticos, un estand llamaba especialmente la atención: el de la ‘Colección Ratón Pérez’.
Un cartel colorido, diplomas con el nombre de los donantes y una caja transparente donde los niños depositaban sus piezas de leche daban forma a la magia convertida en ciencia. Para muchos padres, fue una sorpresa descubrir que esos dientes que el ratón recoge cada noche podían tener un destino científico, útil para comprender cómo hemos evolucionado como especie.
“Los dientes son como cápsulas del tiempo. Conservan en su interior señales químicas y físicas de lo que comimos, de dónde vivimos, de nuestra salud. Cada pieza es un archivo único”, explica Chitina Moreno-Torres, responsable de comunicación del CENIEH y coordinadora del proyecto. Ella fue testigo de cómo en Burgos, hace más de una década, los investigadores del Grupo de Antropología Dental se daban cuenta de que necesitaban dientes de leche para sus estudios, pero carecían de una colección amplia y variada.
“Yo le propuse al grupo de antropología dental, y en concreto a Marina Martínez Pinillo, que si les parecería bien hacer una acción ciudadana para recoger dientes de leche, dado que ellos para su estudio son muy interesantes y no hay mucha cantidad al fin y al cabo, el Ratón Pérez puede llevarse los dientes una vez nosotros hayamos recopilado toda la información disponible", recuerda.
La idea funcionó mejor de lo esperado.
En diez años, la colección ha reunido más de 5.000 dientes, procedentes de todas las comunidades autónomas y de países como Italia, Argentina o Brasil. Cada uno de ellos ha sido catalogado con información clave: la edad del niño al perderlo, el sexo, el lugar de nacimiento y residencia, o incluso detalles sobre la lactancia materna o artificial. Esa combinación de datos convierte cada pieza en un recurso científico de enorme valor.
“Si el diente llega solo, sin esa información, pierde la mitad de su utilidad”, insiste Moreno-Torres.
De Burgos al mundo
El Grupo de Antropología Dental del CENIEH trabaja con tecnologías avanzadas de microtomografía computarizada en 2D y 3D para analizar tanto la forma externa como la estructura interna de los dientes. Gracias a la ‘Colección Ratón Pérez’, han podido publicar estudios en revistas científicas internacionales sobre temas tan variados como el dimorfismo sexual en la dentición o las diferencias evolutivas entre especies fósiles como Homo antecessor.
Pero el alcance del proyecto va mucho más allá de la paleoantropología. “Un diente puede hablar de enfermedades raras, de nutrición infantil, de la influencia del entorno en el crecimiento. Es una pieza clave también en antropología forense”, señalan los investigadores.
La incorporación de nuevas instituciones, como la Universidad de Salamanca, no solo amplía la capacidad de recogida, sino también la diversidad de las muestras. Cada región aporta particularidades derivadas de su dieta, la composición del agua o los minerales presentes en el suelo. Ese mosaico geográfico es fundamental para comparar cómo influyen los factores ambientales en el desarrollo dental. Por eso, además de Salamanca, ya participan universidades de Zaragoza, Granada, Huelva o Castilla-La Mancha, y la red de colaboradores internacionales sigue creciendo.
Una tradición infantil al servicio de la ciencia
En Salamanca, la llegada del proyecto ha despertado ilusión tanto en las familias como en el equipo universitario. La Clínica Odontológica de la Universidad se ha convertido en punto fijo de recogida, de manera que quienes no pudieron acudir a la Noche de los Investigadores tienen todo el curso para sumarse. Allí, cada niño que entrega su diente recibe un diploma de colaborador y un pequeño obsequio, reforzando la idea de que el Ratón Pérez no se enfada, sino que se alegra de que sus dientes se conviertan en conocimiento.
"Nada más ver la emoción de esos niños, de esas niñas, que traen su diente con toda la ilusión para la investigación, y reciben el diploma súper orgulloso, vale la pena acudir a las campañas”, relata Moreno-Torres.
Historias detrás de cada donación
Las anécdotas se acumulan. Hace unos meses, el propio Ratón Pérez entregó de golpe 40 dientes, cuidadosamente guardados durante años en cajitas de colores, que pertenecían a unos adultos que en su momento, cuando eran niños, los pusieron bajo su almohada. Cada historia personal refuerza el componente humano del proyecto, que no se entiende sin la complicidad de los donantes. “A los más pequeños se les explica que el ratón Pérez colabora con nosotros, que estamos investigando, que no hay ningún problema, que si ya han donado el diente y lo quieren entregar, que le escriban una carta diciéndoles que es para para investigación. El ratón Pérez no se enfada de nada, todo lo contrario, le está encantado”, subraya Moreno-Torres.
El estreno salmantino de la ‘Colección Ratón Pérez’ no podía haber tenido mejor marco que la Noche Europea de los Investigadores.
La plaza del Oeste se transformó en un laboratorio abierto, con 38 estands y más de 240 personas implicadas entre investigadores, técnicos y estudiantes. Allí se mezclaron padres curiosos, abuelos sorprendidos y niños entusiasmados que corrían de un taller a otro. El ambiente festivo, con música y charlas al aire libre, facilitó que muchas familias se acercaran con curiosidad al estand del Ratón Pérez.
Entre la magia y la ciencia
Quizá la mayor virtud de la ‘Colección Ratón Pérez’ sea haber sabido tender un puente entre la magia de la infancia y la rigurosidad de la investigación científica. Convierte un rito cotidiano en una herramienta de conocimiento, sin arrebatar el trabajo al ratón que viaja por las noches recogiendo dientes. En lugar de deshacer la ilusión, la refuerza: ahora los niños saben que Pérez trabaja codo con codo con los investigadores, y que sus piezas se convierten en historias de ciencia.
“Yo aconsejo acudir a las campañas mucho más divertidos, mucho más bonitos, mucho más emocionantes para los niños”, concluye Moreno-Torres.
En Salamanca, esa unión se vivió con intensidad en la Noche de los Investigadores, y continuará en los próximos meses en la Clínica Odontológica. Cada diente donado es un pequeño tesoro que guarda secretos sobre el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. Y gracias a la complicidad del Ratón Pérez, ahora también es un símbolo de cómo la ciudadanía puede convertirse en protagonista de la ciencia.
Con más de 5.000 piezas reunidas y un horizonte internacional cada vez más amplio, la ‘Colección Ratón Pérez’ demuestra que la investigación no siempre empieza en un laboratorio, sino a veces en un gesto sencillo: un niño que, antes de dormir, guarda su diente bajo la almohada con la esperanza de que alguien, sea un ratón o un científico, le dé un nuevo destino.