Curiosidades
Esta es la primera dieta "milagrosa" de la historia y la hizo un rey que perdió 120 kilos para recuperar su trono perdido
Cuentan las crónicas de la época que este fugaz monarca, al que apodaron "El Gordo", conseguía bajar una media de tres kilos al día
Quien más y quien menos ha hecho alguna vez una dieta en su vida, bien para perder unos kilos de más que sobran por motivos de salud por una dolencia o por alergias a alimentos como el gluten, bien por estética para lucir un cuerpo de escándalo e incluso para poder "entrar" en un determinado traje o vestido que se resiste o simplemente por estilo de vida, como es el caso de la denominada diera mediterránea o la vegetariana. Y es que el término dieta no es más que el hábito alimenticio de cada persona.
En la sociedad de hoy las dietas están a la orden del día por la creciente obsesión entre la gente de cuidarse y tener una calidad de vida excelente, favorecido también por el avance de la ciencia y de las investigaciones médicas acerca de nuevos descubrimientos sobre la manera en que el cuerpo metaboliza los alimentos, o por el propio el nivel de exigencia de muchas personas por llevar una vida saludable. Es el movimiento Healthy que ha venido para quedarse, aunque, por raro que pueda parecer, esta culto al cuerpo y la salud no es de ahora, aunque esté de moda, sino que ya existía hace mucho. De hecho, desde hace siglos. Y lo mejor de todo es que hay constancia de ello. No en vano, la palabra dieta viene del griego “díaita”, y hace referencia al control de sus hábitos de vida en general y no sólo en el ámbito alimenticio.
Se estima que las primeras recomendaciones dietéticas podrían remontarse dos mil años antes de Cristo en un papiro egipcio, donde está escrito lo siguiente: "un vaso de agua calma la sed. Un puñado de vegetales fortalece el corazón. Toma una sola cosa en lugar de manjares. Un pedazo pequeño en lugar de uno grande”.
También en la era anterior al Todopoderoso, aunque más cerca en el tiempo, el poeta Horacio ya hablaba de que "un cuerpo cargado de alimentos embrutece el espíritu y convierte en terrenal el aire divino que nos anima", e incluso mucho más reciente, en el siglo XIX, existe una carta escrita por un abogado londinense de nombre William Banting, que estaba dirigida a las personas corpulentas u obesas como fue su propio caso, y en la que aconsejaba una diera rica en proteínas en la que eliminaba grasas como la mantequilla, la leche, el azúcar, la cerveza e incluso todo los panes y las papas, para reducir masa corporal.
Conocida fue también la dieta de Lord Byron, conocido revolucionario y poeta del movimiento del romanticismo británico, que, según cuentan, también luchó toda su vida entre los siglos XVIII y XIX por mantenerse delgado y se alimentaba solo de galletas y patatas bañadas en vinagre.
Y conocida es la dieta, por decirlo de alguna manera, del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, que él mismo o su compañero de fatigas Sancho cuentan en el propio libro de Cervantes: "Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”. Un salpicón, por ejemplo, que se hacía con la carne que había sobrado de la olla, aderezado con vinagre pimienta y sal, acompañado de cebollas. Su dieta, en definitiva, no era más que el fiel reflejo de lo que el pueblo comía en la época.
El Rey gordo
Si bien, la primera dieta milagro de la historia tiene acento castellano y leonés, y más en concreto leonés, por cuanto su protagonista fue ni más ni menos que el Rey Sancho I de León, hijo de Ramiro II y de su segunda esposa la infanta navarra Urraca Sánchez, que llegó a este mundo en el año 933, o sea, el siglo X, y fue coronado en Santiago de Compostela tras la muerte de su hermano Ordoño III en el 956.
Su reinado fue fugaz, ya que tan solo duró dos años antes de ser destronado a manos del infante Ordoño Alfonso, pero, sobre todo, polémico y no exento de singularidades derivadas de su físico. De hecho, lo apodaron "El Gordo" o "El Craso" por su tremenda panza que le acarreó muchos problemas e inquietudes e incluso sirvió para que sus detractores pusieran en duda su valía para ser Rey de León. Los nobles leoneses, capitaneados por Fernán González, Conde de Castilla, territorios que entonces pertenecían a la corona de León, no soportaban la extrema gordura del rey, incapaz de capitanear las tropas, defender una fortaleza e incluso de las labores más cotidianas que su obesidad lo tenía vetado por su extrema gordura.
Una barriga "pulida" desde la infancia, ya que Sancho I no era muy partidario del ejercicio. Desde niño había vivido la mayor parte del tiempo en Burgos con su tía Sancha de Pamplona, hermana de su madre y también la esposa del rebelde Fernán González, por lo que vivió alejado de sus padres. Su educación estuvo supervisada desde la distancia por su abuela Toda, reina viuda y regente de Navarra, que se ocupaba directamente de los intereses de su hijo menor, García Sánchez I de Pamplona, tío carnal de Sancho.
y, además, cuentan que ya como Rey era dado a festines antológicos, con siete comidas al día compuestas muchas de ellas por más de una quincena de platos, donde la carne de caza era la gran protagonista del menú y eso que en la España cristiana la alimentación era sobria por razones de escasez .Sancho era un chico gordo y de escasa voluntad.
"Comilonas" que provocaron que el monarca llegara a pesar más de 240 kilos, lo que le impedía no solo moverse con soltura puesto que necesitaba ayuda incluso para incorporarse de la cama y poder andar, e incluso en la armadura o subirse a un caballo para ir a la guerra, que era el día a día en aquella época medieval. Se cuenta que incluso intentaron que subiera a un asno al no poder hacerlo en caballo para entrar triunfal en la ciudad, pero al pobre animal se le doblan las piernas y no consiguió dar ni un paso con tan tremenda carga.
Tras perder el trono en el año 958, Sancho I se refugió en su abuela materna, una mujer de recursos que le ayudó con el apoyo nada más y nada menos que del califa de Córdoba, Abderramán III, enemigo acérrimo de los cristianos, pero que contaba con un médico enano y sabio judío a su disposición, Hasday ibn Shaprut, al que encomendaron la tarea de reducir el sobrepaso del exmonarca leonés, con la condición de que los partidarios de Sancho I aceptaran entregar fortalezas en la frontera.
Un pacto que incluía el intento de regreso de Sancho al trono, que consiguió en el año 960 ya con un notable cambio físico debido a la pérdida de peso que logró, y que mantuvo hasta su muerte seis años más tarde.
Un hecho nada baladí por el que a este Sancho I se le atribuye la puesta en marcha de la primera dieta milagro de la historia, y además exitosa. De hecho, cuentan que el remedio del sabio judío fue tan efectivo que llegó a perder más de 120 kilos en unas cuarenta semanas. O lo que es lo mismo, en unos diez meses. A tres kilos por día.
¿Cómo? Pues a base de infusiones de diversas plantas, incluso opiáceos, además de ejercicio, pero también cuerdas e incluso aguja e hilopara atarle las manos y coserle la boca para que no pudiera ingerir alimento alguno durante un tiempo, con la vigilancia de su tenaz abuela Toda, salvo por un pequeño hueco en el que pudiera entrar una simple pajita a través de la cual ingerir algún líquido que le mantuviera con vida. El tratamiento le causó al sufrido Sancho frecuentes vómitos y diarreas que aceleraron su adelgazamiento. También le aplicaban baños para relajarle y hacerle sudar, así como frecuentes masajes para mitigar la flacidez de su piel.
Si bien es cierto que hay expertos que aseguran que es imposible perder tal cantidad de peso en un solo día. Pero lo cierto es que las crónicas de la época hablan de un primer periodo fugaz como Rey de León con sobrepeso y limitado de movimientos, y un segundo, de seis años, más ágil y esbelto.
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