Sociedad

El helado y su mágica historia

El origen de todo esto en España está en Alicante

Una familia se refresca con helados y granizados en la céntrica plaza de la Virgen de Valencia
Una familia se refresca con helados y granizados en la céntrica plaza de la Virgen de ValenciaLa RazónLa Razón

Por fin, la época más deseada para niños y no tan niños ya está aquí, ya están aquí las noches cortas y los días eternos en los que los sueños parecen hacer mella en el eterno espacio tiempo. Ya ha llegado la forma de ver la vida en la cual todo es posible y se rediseña la mente y se planifica el resto del año. Viene la estación donde hay un auténtico rey en todas partes: El helado. ¿Te has parado a pensar en lo maravillosos que son?

Hace 3000 años, en la antigua China, ya se conocía aquel manjar resultado de mezclar una especie de pasta de leche de arroz con nieve. Marco Polo quedó fascinado por todo aquello y trajo sus conocimientos a occidente hablando de ese postre como algo totalmente revolucionario al paladar humano.

Pasaron los años y no menguó el interés. Se dice que, hasta la propia Catalina de Médici, reina consorte de Francia, en su boda con Enrique II mandó a su cocinero llevar las primitivas recetas de helados a la corte.

Los italianos siempre han tenido buen olfato para las ideas y el siciliano Francesco Procopio Dei Coltelli lo sabía muy bien al abrir en 1686, en París, la primera heladería de Europa. Un manjar de nieve mezclada con jugo de fruta y miel consiguió volver loco al mismismo Luis XIV de Francia y pronto se extendió como la pólvora siendo la crema helada demandada por nobles y poderosos.

Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando Nancy María Donaldson Johnson patentó en E.E.U.U. la primera batidora de helado manual y democratizó la elaboración de aquella deliciosa y esponjosa mezcla helada, luego vendría la electricidad y la revolución de la producción en serie de aquel placentero manjar que pasó de algo premium a una bella forma de paladear el más sublime sentido del gusto para todos los públicos.

Fran Epperson siendo un niño inventó por accidente el polo de hielo tras dejar a la intemperie, en una fría noche del Norte de California, su mezcla de polvos de refresco y agua con palito incluido.

Todo el mundo quería un helado y en la Exposición universal de San Luis de 1904 fue tal la demanda que Arnold Fornachou agotó sus cuencos para poner las cremas y tuvo que pedirle al puesto de al lado unas galletas para sujetar la bola de su deliciosa nieve saborizada, Ernest Hamwi accedió enrollando sus galletas y por arte de magia surgió el cucurucho.

La fiebre helada se empezó a extender por nuestra sociedad y en 1920, el profesor y quiosquero Christian K. Nelson inventó el bombón helado tras darse cuenta de cómo un niño dudaba ante la compra de chocolate o helado en su establecimiento. ¿Por qué no tenerlo todo en un solo bocado? Ahí nació el Eskimo Pie, padre de todos los bombones helados.

Pero el origen de todo esto en nuestro país está en Alicante. En el siglo XVII y XVIII, tras explotar el volcán peruano Huaynaputina, la atmósfera se volvió oscura y se produjo la que se la conoce como “La pequeña edad de hielo” y los habitantes del municipio de Ibi no fueron ajenos a ello y construyeron los mejores pozos de hielo y nieve para la conservación y preparado de sus cremas heladas.

Ya a principios del siglo XX los hermanos Juan y José Rimblas vienen de Cuba y fundan helados Frigo. Mientras en la Francia de los años 40 Luis Ortiz crea helados Miko (por honor a su perro). Años más tarde Luis Suñer descubriría que más allá de los pollos y el cartonaje la verdadera esencia de su Avidesa eran los helados y a su vez la multinacional Nestlé compraría en los años 60 helados Camay para renombrarlo como Camy.

Helados Royne, Kalise, La Menorquina, La Jijonenca, Alacant y muchos otros fueron completando el plantel. Toda una revolución de diseños, regalos, estrategias de marketing y lo más variopinto para conquistar al mejor consumidor de todos los tiempos: El público infantil.

Poco hemos cambiado nosotros y mucho el mundo; pero cuidado heladeros, abran los ojos, somos los niños de antes pero ahora con dinero y ganas para poder derrochar y saborear sus deliciosos productos. Atrévanse y láncense a la piscina del verano y vendan por ejemplo un Miko-lata, un Negrito, un Pantera-rosa o un Camy-seta.

¡Qué vivan siempre los helados bonitos y con personalidad! ¡Feliz verano!