Turismo
El pequeño pueblo, a dos horas de Madrid, que sorprende por su deslumbrante patrimonio y naturaleza
Esta localidad destaca por su sabrosa gastronomía que van desde las calderetas hasta los asados en horno de leña
Hay destinos ideales para visitar y quedarse unos días en estas calurosas jornadas. Y una de estas localidades, que sorprende tanto por su legado patrimonial por su ingente naturaleza en sus alrededores se encuentra en la provincia de Ávila, a 108 kilómetros de la capital y unos 125 de Madrid. Sobre la ladera de la Sierra de la Abantera, y en pleno corazón del Vallé del Tiétar, sumerge este municipio, de apenas 800 habitantes, pero que en estos meses estivales dobla su población,
Rodeado por pinos y bancales, es conocido popularmente como "El balcón de El Tiétar", ya que desde aquí se puede contemplar el paisaje del Valle, la Sierra de San Vicente, el valle del Tajo e incluso los Montes de Toledo. Su precioso casco antiguo, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura tradicional de la comarca, con bucólicas casas típicas, pasadizos y molinos.
Pero antes de adentrarnos en el corazón de la villa merece la pena conocer sus alrededores, con varios riscos que rodean al pueblos como Sierpe, la Vela, el Fraile o el macizo de la Abantera. También llaman la atención el collado de Lagarejo, las piedras caballeras, la garganta de la Eliza, su piscina natural (abarrotada en estos días) o la Chorrera del Hornillo. También hay otra cercana, la Chorrera Hondorena, un salto de agua natural sobre el arroyo Pichón.
Declarado conjunto histórico desde el año 1977, los orígenes del pueblo hay que buscarlos en la Edad media, siendo una localidad famosa por sus paños y por los molinos harineros, hasta cinco, más tahonas y telares de lienzos y fábricas de chucharas y husos, algunos de los cuales todavía se conservan.
Ya en el pueblo nos encontramos con bellas edificaciones, comenzando por su ayuntamiento, el monumento más antiguo del pueblo que data del año 1577. Muy cerca nos encontramos con la Iglesia de San Pedro Advíncula, de gran sobriedad y que alberga numerosas tallas de diversos santos correspondientes a los siglos XVII y XVIII.
Otra de sus características principales es la Plaza de Toros, aún en uso, con forma de media luna, y con anfiteatro porticado. La ermita de Santa anta, en el centro del caco urbano, la de San Sebastián y dos museos que merece la pena visitar, el Etnográfico de Pedro Bernardo y el de Escultura en Vidrio Javier Gómez.
Un lugar ideal para disfrutar también de sus alrededores, en plena naturaleza y donde se puede disfrutar de un visión total de las estrellas, por las noches y donde su rica gastronomía deleita a aquel que la degusta, desde sus calderetas, los asados en horno de leña y por supuesto, los higos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar