Patrimonio

El pequeño pueblo milenario que protege sus bodegas y lagares subterráneos

En pleno corazón de la Ribera de Duero se sitúa este pequeño municipio agrícola rodeado de viñedos y cereal que ha hecho un estudio para salvaguardar su patrimonio más valioso

Imagen de alunas de las bodegas subterráneas de Castrillo de la Vega
Imagen de alunas de las bodegas subterráneas de Castrillo de la VegaTripAdvisorLa Razón

En pleno corazón de la Ribera del Duero, a 31 kilómetros de Peñafiel, a tan solo 10 kilómetros de Aranda de Duero se encuentra Castrillo de la Vega, un municipio agrícola rodeado por innumerables campos de viñedo y cereal, ha sabido conservar durante cientos de años el sabor y las costumbres típicas de los pueblos castellanos.

Un pueblo con más de mil años de historia y que, además, cuenta con un valioso patrimonio como es su barrio de bodegas que se extiende por casi tres hectáreas de superficie dentro de su casco urbano. Cuevas que tienen 17 metros de longitud y una superficie aproximada de 53 metros cuadrados y que se utilizaban antiguamente para la fermentación del vino y que aprovechan las propiedades e importancia del subsuelo, que proporciona de forma natural una temperatura y humedad estable durante todo el año. Un método de conservación tan emblemático como tradicional.

El Ayuntamiento está intentando proteger y cuidar la máximo este valioso patrimonio, y para ello ha promovido un estudio que le ha permitido inventariar el número total de galerías con que se cuenta y su estado de conservación.

El arquitecto ribereño Alfredo Sanz ha sido el encargado de llevar a cabo este informe en el que ha catalogado un total de 166 bodegas, la mayoría en la ladera norte del cerro de San Roque, y 37 lagares de viga, de los cuales 16 han desaparecido y el 25 por ciento de ellos conservan parte o mayoría de sus elementos.

Bodegas cavadas a pico y pala que han guardado en su interior la riqueza de muchas familias y cuya construcción hunde sus raíces en el siglo XVI, aunque fue en el XVIII cuando alcanzaron su mayor prosperidad y estuvieron en funcionamiento hasta que en los años 60 del siglo XX la producción del vino empezó a realizarse de forma industrial.

En la actualidad, media docena de ellas siguen funcionado para uso personal de vecinos del pueblo que las utilizan también como merenderos para juntarse con amigos o la familia a comer unas chuletillas de cordero o un cuarto de lechazo regados con vino de la zona.

En el estudio, el arquitecto ha constatado también que el 85% de las galerías subterráneas existentes se encuentra en buenas condiciones y que la mitad sigue manteniendo sus puertas tradicionales. Asimismo, noventa de ellas mantienen el poyo que tradicionalmente se situaba en la entrada y, si se suman todos los escalones que permiten acceder a ellas, se alcanzarían los 4.000 y permitirían cubrir una altitud de un kilómetro.

Como curiosidad, las galerías cuentan con 2.589 metros accesibles en la actualidad y se sitúan en cuatro niveles, de los que tres llegan a estar superpuestos.

Otro dato singular de los que ha arrojado este minucioso informe es en la fachada de uno de estos lagares se conserva una de las inscripciones más antiguas de toda la Ribera del Duero, de 1691, detallando quiénes son los responsables de su construcción.

"Lo que más sorprende es su imagen exterior ya que se han conservado muchas portadas tradicionales tal cual eran, con sus puertas y sus poyos tradicionales", destacaba el arquitecto al presentar el informe, a la vez que ponía en valor como algo distintivo la maraña de bodegas, todas ellas pequeñas.

El informe servirá de base para la redacción, por parte del nuevo equipo de Gobierno de una ordenanza que permita organizar la conservación de este patrimonio.