Sociedad

El pueblo maldito para disfrutar de una noche "terrorífica" en Halloween

Muchas son las leyendas que recorren la localidad que este 31 de octubre se pueden hacer realidad

Vista de Ochate, un lugar con mucho misterio
Vista de OchatelarazonLa Razón

El 31 de octubre se celebra la noche más terrorífica del año, Halloween. Desde que nos apropiaramos de esta celebración anglosajona, cada vez son más los niños y no tan niños que se echan a las calles, a por caramelos o a por sus sustos.

Todos los rincones de las ciudades y pueblos de España se inundan de niños y jóvenes disfrazados que buscan a sus "propias presas". Y eso suele ser más terroríficos en alguno de los municipios de la geografía española que están considerado como malditos.

La noche de este 31 de octubre seguro que a alguno se le ocurre campar por alguno de estos pueblos malditos para reproducir alguna de las andanzas de Mychael Myers. Una de las localidades más tenebrosas de nuestro país está ubicada en la provincia de Burgos, y no es otra que Ochate. Ubicado en el Condado burgalés de Treviño, este pueblo “maldito” fue tomando fama en torno al siglo XX por los fenómenos paranormales que se produjeron.

Escondido entre la maleza, alejado de todos como apestado por los lugareños, se esconden las ruinas de este pueblo. Este fantasma de ladrillo y arbusto ha suscitado desde hace años el interés de los fanáticos por lo paranormal, y son tantas y tan variadas las leyendas que corren sobre el lugar, que a veces cuesta creerlas.

El territorio es objeto de muchas leyendas acerca de presuntos fenómenos paranormales. El mismo Ochate se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes del género desde la década de 1980, siendo considerado uno de los parajes más misteriosos de España.​

La leyenda nació en los años ochenta, a causa de un artículo publicado en Mundo Desconocido titulado "Luces en la puerta secreta". La noticia se basó en una fotografía de un ovni volando en las cercanías del distrito de Ochate, tomada en 1981 por Prudencio Muguruza, aunque algunos expertos opinaron que la fotografía era falsa. Es el comienzo de la historia negra que ha rodeado a esta localidad burgalesa durante años y la adopción del sobrenombre “Ochate, el pueblo maldito”.

Y es que según la información el pueblo habría sido abandonado debido a tres epidemias misteriosas sucedidas en 1860, 1864 y 1870: viruela, tifus y cólera, que diezmaron el lugar. Inexplicablemente, las epidemias no afectaron a las poblaciones colindantes.

Por otra parte, en 1987, un grupo de investigadores encabezados por Alberto Fernández, se aceraron a Ochate con la idea de captar en sus grabadoras voces de ultratumba. Consiguieron captar dos psicofonías, convirtiéndose en las más famosas del lugar: “Pandora” o “Kanpora” y “¿Qué hace la puerta cerrada?”. Lo insólito vendría a la hora de regresar a sus vehículos. Los compañeros de Alberto lo encontraron asfixiado dentro de su coche con las ventanillas precintadas.

Ya en 1999 Iker Jiménez publica su libro “Enigmas sin resolver”, donde vuelve a hacer hincapié en los fenómenos paranormales ocurridos en Ochate, añadiendo, a lo ya conocido por Muguruza, misteriosas nieblas que aparecen como por arte de magia, varios suicidios y seres extraños que recorren la zona. Incluso se dice que el pueblo fue deshabitado finalmente después de que un violento habitante, Jacinto Ramírez, asesinase al penúltimo pastor que quedaba en Ochate. Esto motivó su abandono total en 1936.

El único trabajo que profundizó en la historia de este pueblo a nivel documental fue el libro “Ochate, realidad y leyenda del pueblo maldito", de Antonio Arroyo y Julio Corral.​ En él se indicaba que la primera referencia escrita sobre Ochate se encuentra en la Reja de San Millán, del año 1025, donde el pueblo es referido como Gogate.

En el siglo XII se habla de Diablos de Ochate, y en el siglo XIII aparece en la lista del obispo Aznar como Chochat, y tras un abandono de más de dos siglos se repuebla en 1522 ya como Ochate. Desde entonces su población oscila hasta llegar a su máximo poblacional en 1830. Tanto su origen como su desaparición tienen que ver con un importante camino que atravesó la zona, y con el declive de este al abrirse una nueva ruta, que originó que la localidad fuese perdiendo paulatinamente su población.

En la actualidad el pueblo está en ruinas. Se han mantenido los restos de unas pocas casas y la torre de la antigua iglesia de San Miguel, ya que la piedra de la iglesia fue aprovechada, en su momento, por los vecinos de Imiruri para hacer un nuevo cementerio. ​También pueden verse los restos de la ermita de Burgondo, a poca distancia en dirección este, desde donde se pueden divisar los alrededores. Hay una necrópolis medieval cerca del pueblo, con tumbas antropomorfas esculpidas en la roca.