Historia

La leyenda del último bandolero de Guadarrama: ¿Héroe o villano?

En este 2024 se cumplen 90 años de la muerte del bandido segoviano más popular y líder de una banda al que atribuyen robos de ganado y de iglesias pero también acciones generosas con la población

Imagen de Fernando Delgado Sanz, "El tuerto de Pirón"
Imagen de Fernando Delgado Sanz, "El tuerto de Pirón"Asociación Amigos de VellosilloLa Razón

Francisco Ríos González "El Pernales"; José Ulloa "El Tragabuches"; Diego Padilla "Juan Palomo"; Juan Mingolla Gallardo "Pasos Largos"... España ha sido siempre un territorio de bandoleros y bandidos, de pillos y facinerosos, salteadores de caminos, proscritos y forajidos que se ganaban la vida como podían mediante la violencia y el hurto.

Fugitivos que ya existían en aquella Hispania que le tocó vivir al pastor Viriato, el líder lusitano que plantó cara a la expansión de Roma en lo que hoy es la Península Ibérica a mediados del s. II a. C., y al que apodaban como el capitán de los bandoleros por sus emboscadas a los romanos.

Y es que la del bandolero es una de las figuras arquetípicas más arraigadas en España, que tuvo su apogeo entre los siglos XVIII y XIX, y especialmente entre la Guerra de Sucesión hasta las Carlistas, pasando por la de Independencia, por cuanto es en esta época cuando más se sabe y se conoce de las andanzas de estos personajes de la mano de poetas, cronistas y artistas varios.

Si bien, esta figura se ha ido transformando a lo largo de la historia, ya que el bandolero ha pasado por ser considerado como una persona cruel y mezquina a convertirse en un gran héroe e incluso en la esperanza de las clases desfavorecidas por su lucha contra las injusticias. Asi, el bandido se convertía en una especie de benefactor de esta población a la que protegía y esta, por su parte, también cuidaba de él e incluso le elevaba a los altares o a leyenda como se pudo comprobar en la televisión con Curro Jiménez. Tenían un halo romántico que a la población agradaba.

Los bandoleros montaban a caballo y portaban trabucos además de navajas de grandes dimensiones. Se escondían en lugares de complicado acceso y de orografía difícil y asaltaban con violencia y sin miramientos las diligencias de la época para hacerse con las pertenencias de los viajeros, la mayoría ricos y pudientes para después repartirlo entre los pobres al estilo de Robin Hood.

Los andaluces han sido los más conocidos pero en Castilla también les ha habido, y además con enjundia.

Retrato de bandolero hecho a lápiz
Retrato de bandolero hecho a lápizLa RazónLa Razón

Por ejemplo, Vivillo y Pernales son dos de los afamados bandoleros del país, o la banda de forajidos de los Fernandines, capitaneada por Bernardo Blanqueta, que tuvieron su eco en la provincia de Valladolid. Los primeros, se cuenta que mataban a los burros de los obreros y luego les daban dinero para que compraran caballos.

Y en la pequeña localidad vallisoletana de Traspinedo, también ejercía otro bandido con tronío: el tío Musilas.

Banda de forajidos

Pero es en la provincia de Segovia, y más en concreto en la sierra de Guadarrama, donde se ubica uno de los bandoleros por excelencia del siglo XIX y protagonista de estas líneas. Se trata de Fernando Delgado Sanz, conocido popularmente como el "Tuerto pirón", porque padecía ceguera de un ojo.

Este hombre llegó al mundo un 30 de mayo de 1846 en la localidad segoviana de Santo Domingo de Pirón, vecina de Turégano, procedente de una familia de labradores de la zona.

Se cuenta que El Tuerto lideraba una banda de forajidos que se dedicaba a robar ganado a los tratantes, desvalijar iglesias y ermitas y asaltar a los viajeros, casi siempre en el entorno de los pueblos serranos madrileños de la sierra de Guadarrama. Y más en concreto, en el Valle del Lozoya cerca de Pinilla del Valle, en un denso bosque de roble melojo, donde se escondían de la Guardia Civil.

Actuaban en una época en la que en España había cierto vacío de poder. Corrían los años de las décadas de los 60 y 70 del siglo XIX en la que "El Tuerto" y los suyos campaban a sus anchas amedrentando a las gentes pacíficas, que en ocasiones daban cobertura a sus fechorías por miedo a posibles represalias.

El bandolero llegó a convertirse en una auténtica amenaza para las gentes de ambas vertientes de la sierra, la segoviana y la madrileña, y era portada de los periódicos de la época, que así le describían por si alguien le veía y quería colaborar con el Instituto Armado y la Justicia aportando alguna pista de su paradero: «Edad, 35 años; estatura, más bien alto que bajo; ancho y cargado de espaldas; cara, ancha; color, moreno; barba afeitada; con un poco de bigote. Como seña particular, un granizo en el ojo izquierdo".

A pesar de su habilidad y su violencia -en su expediente figura que cometió un homicidio, el de un miembro de su banda llamado "el Madrileño" del que sospechaba que tenía interés en que le detuvieran- llegó a ser detenido al menos en tres ocasiones con dos fugas de por medio, antes de ser juzgado y condenado a cadena perpetua, para morir en prisión a los 68 años en 1914, o lo que es lo mismo, hace 90 años, enfermo de claustrofobia y completamente amargado.

También cuenta la leyenda también que "El Tuerto Pirón" fue generoso y una especie de Robin Hood de su época, pero en España, que ayudaba a las clases más desfavorecidas con el dinero que robaba a los pudientes. De hecho, se dice que en cierta ocasión se encontró con un niño de Sotosalbos que caminaba a lomos de un burro en dirección al molino al que preguntó que hacía en ese lugar y a unas horas tan tempranas. Ante lo cual, el menor le contestó que había decidido pasar por ese camino a esas horas para evitar ser sorprendido por el Tuerto de Pirón y que pudiera robar el grano y el burro.

El bandolero, quizás agrandado y orgulloso por el temor que generaba, o porque ese día se levantó de buen humor, decidió extraer de su bolsillo dos monedas de oro que guardaba y se las dio al pequeño. «Toma. Así no podrás temer que el ‘Tuerto’ pueda robarte porque el ‘Tuerto’ soy yo», dicen que le espetó.

También cuenta la leyenda de su habilidad para ocultarse de las autoridades que le perseguían durante las horas de luz. De hecho, en la localidad madrileña de Rascafría solía esconderse en el hueco de una olma, desde la cual, además, aprovechaba para escuchar conversaciones y contar con informaciones importantes que ele venían para bien para sus cosas.

Protagonista de coplillas

Héroe o villano, el "Tuerto Pirón" fue un personaje de época, querido y odiado por la zona, muy popular por sus andanzas, a las que dedicaron incluso varias coplillas y romances, como esta que dice: “Al Tuerto, lo sé de cierto, le van siguiendo la pista; id con ojo con el Tuerto que es tuerto pero de mucha vista”.

Y esta otra de un tal Tomás Calleja Quijarro, en alusión a que se dedicó a robar y delinquir porque no le gustaba trabajar:“Era Fernando Delgado / un arriscante mancebo, /al que una nube en el ojo / le valió el mote de 'El Tuerto/ Segar y arar le mataba le aburría el pastoreo/, y mientras otros el callo daban, domando su cuerpo,/ él estaba en las solanas como un pajón en el centeno”.

Una coplilla singular que sigue así para describir al personaje y su modo de actuar y de sentir:

Era doctor en caminos / en rondas y devaneos, / amigo de las lechuzas, / de las sombras y los perros, / farruco como el que más / y larguísimo de dedos".