8-M

¿Por qué somos feministas?

Cinco mujeres exponen su historia coincidiendo con el 8M

Manifestación feminista previa al 8M
Vista de la manifestación feministaKiko DelgadoEFE

Este año no habrá huelga feminista en España. Más allá de que el Día Internacional de la Mujer haya caído en domingo, las asambleas encargadas de convocar el paro no se han puesto de acuerdo. La conmemoración del 8M ha quedado en manos de las asambleas locales. En Barcelona, se ha optado por una marcha que partirá a las 17.00 horas de la plaza Universitat. Desde que el 5 de octubre de 2017, el «New York Times» destapara décadas de agresiones sexuales de uno de los productores más poderosos del cine, Harvey Weinstein, las redes se llenaron de motivos para que las mujeres se reivindicaran. El movimiento #MeToo, que nació a raíz de aquel artículo, dio paso a la cuarta ola feminista, que se centra en la lucha contra las violencias sexuales y la paridad real.

Como dice la editora y escritora Patricia Escalona, este movimiento se despojó de la imagen de cuatro mujeres desatadas quemando sujetadores en los setenta. El feminismo no es más que la corriente de pensamiento que defiende la igualdad política, económica y social entre hombres y mujeres. Punto. No hay nada más. Aunque el PSOE y Podemos se enfrenten por el liderazgo del feminismo, a razón de la ley contra los delitos sexuales. O aunque la extrema derecha rompa el consenso institucional contra la violencia machista e inunde las redes de «fake news» para combatir un movimiento que no tiene vuelta hacia atrás.

Sobran los motivos para ser feminista. La lista es larga. Soy feminista porque en lo que va de año, 14 mujeres han fallecido víctimas de violencia machista. Soy feminista porque en 2019, las violaciones en «manada» se han elevado a 85. Soy feminista porque hay brecha salarial, techo de cristal, machismos cotidianos, porque las mujeres dedican dos horas más al día que los hombres al trabajo doméstico, porque hablar de orgasmo o masturbación femenina daba miedo y vergüenza hasta que llegó el satisfyer y una nueva generación de mujeres que ha roto moldes hablando de sexualidad femenina. Y hablar de sexo sirve para saber cosas como una de cada tres mujeres (heterosexuales) no llega al orgasmo en pareja, otra brecha. “Hemos de permitirnos darnos placer, todas las mujeres somos multiorgásmicas ¡Llevemos la revolución feminista a la cama!”, dice la terapeuta sexual Andrea Aguilar. Porque no hay igualdad, soy feminista.

Andrea Aguilar, terapeuta sexual en «masalládelorgasmo.com»
Andrea Aguilar, terapeuta sexual en «masalládelorgasmo.com»Miquel Gonzalez

Andrea Aguilar: «Hay que llevar la revolución feminista a la cama»

«Además de luchar contra la violencia machista, es importante que la revolución feminista la llevemos a la cama. Durante años, las mujeres hemos estado centradas en dar y no en recibir. Como dice Jane Fonda, durante años fui feminista sólo en la cabeza, porque cuando me metía en la cama estaba pendiente en dar placer al otro», cuenta Andrea Aguilar. Si hay algo que define a esta mujer es que siempre pone pasión en todo lo que hace. Con la llegada de la cuarta ola feminista se reinventó como terapeuta sexual para ayudar a las mujeres a disfrutar del sexo. Estudió Psicología, se exploró, desbloqueó su cuerpo, descubrió el orgasmo y encontró mucho placer. Con la cuenta en instagram «@masalladelorgasmo» rompió el tabú de la masturbación femenina antes de la llegada del «satisfyer». «Durante años, muchas mujeres no han tenido permiso para tocarse», lamenta. «La educación sexual ha estado dirigida a enviar mensajes de miedo –cuidado no te quedes embarazada, no cojas una enfermedad...–. El miedo y la vergüenza nos impiden disfrutar. No nos han enseñado que somos multiorgásmicas y deseantes. Pero la revolución sexual está aquí y es imparable. Hemos de permitirnos darnos placer y disfrutar por todas las mujeres que no pudieron».

Patricia Escalona, editora y escritora
Patricia Escalona, editora y escritoraMiquel Gonzalez

Patricia Escalona: «Una persona que se declara no feminista es un pato»

«El feminismo es el movimiento que defiende la igualdad política, económica y social entre mujeres y hombres. No hay nada más», resume Patricia Escalona en uno de sus libros para divulgar, con humor, qué se esconde tras un nuevo feminismo que agrupa a generaciones y demandas diversas, «Juegos Reunidos Feministas» (Temas de Hoy). Porque en 2019, las violaciones en «manada» en España crecieron hasta 85; porque en lo que va de año, 14 mujeres han muerto ya víctimas de la violencia machista, o porque una mujer cobra de media 6.521 euros menos que un hombre en Cataluña, cuando una persona dice que no es feminista, Escalona se pregunta si es un pato. Dos años después de la primera huelga feminista, han cambiado cosas, pero no lo suficiente. «Faltan más programas de radios dirigidos por mujeres y lo más urgente, sigue habiendo mujeres asesinadas por hombres que piensan que una mujer es una posesión y que puede hacer con ella lo que le dé la gana», dice. Aunque es cansado ser feminista, porque se trata de ir señalando todo el día injusticias, Patricia no desiste. «Adoro a la nueva generación de mujeres jóvenes que hace visibles otras opresiones. Espero que ellas llegue a conocer la igualdad».

Dolores, trabajó toda la vida sin cotizar
Dolores, trabajó toda la vida sin cotizarSERGI MARTÍNEZ / CÁRITAS

Dolores: «Durante años, trabajé arrodillada para fregar»

La actual ola feminista contra la violencia machista y a favor de la igualdad entre hombres y mujeres no se puede explicar sin las generaciones anteriores. Sin mujeres como Dolores, que tuvo que enfrentarse al mundo sin manual de instrucciones, ni referentes familiares ni feministas en la infancia. Dolores perdió a toda su familia cuando sólo tenía siete años. Y la administración decidió que viviría en un orfanato. Nació en Puertollano, un pueblo de Ciudad Real, y ella misma cuenta que durante su juventud fue tirando como pudo. A los 45 años, emigró a Barcelona, en busca de un futuro mejor. En Barcelona, encontró trabajo y trabajó de muchas cosas, pero siempre sin cotizar. «Sobre todo, trabajé limpiando, pero antes tenías que arrodillarte para fregar suelos y esto me ha traído problemas de salud». Ahora, con 80 años, comparte un piso de Cáritas Diocesana de Barcelona en el Paralelo, con Miguel, Fátima y Conxita, porque con los 540 euros mensuales hace malabares para sobrevivir. «Preferiría vivir sola», dice, aunque la relación con sus compañeros de piso «es buena». Hoy, mujeres como Dolores, que trabajan como empleadas del hogar, cuidados o limpieza, un sector muy feminizado se han organizado para luchar contra la precariedad. Este 8M, el colectivo de las «Kellys», que dan voz a las camareras de hotel y otras limpiadoras, reivindicarán que no haya más Dolores, mujeres que pasan una vida trabajando

Vanessa, víctima de violencia machista
Vanessa, víctima de violencia machistaRAMINDER PAL SINGHREUTERS

Vanessa: «Huí de de una pareja que me pegaba»

La historia de Vanessa, podría ser la de Raquel, Cósima o Núria, porque la violencia machista no tiene clase social ni raza. De todas las razones para movilizarse el 8M, la batalla contra las violencias es la que aúna más consenso. Vanessa, nombre que ha elegido la protagonista de esta historia para proteger a su familia, salió de Perú huyendo de una pareja que la pegaba y dejó allí lo que más quería: su hijo. «Escapé por mi hijo, pero no pude traerlo conmigo porque aquí no tengo una estabilidad para ofrecerle la educación que merece. Fue una decisión durísima, pero preferí que se quedara con mis padres», cuenta con un dolor en la voz que no se cura con jarabe ni pastillas. Vanessa eligió Barcelona para recomponer su vida porque la universidad donde cursó sus estudios de administración de empresas tiene convenio con una universidad de aquí, aunque en España no tenía ningún vínculo. «Sólo llegar me estafaron con el alquiler de una habitación y perdí el dinero que había ahorrado y con el que pensaba arrancar», dice. «Mi vida en Perú era otra, trabajé 15 años en el mundo de la gestión y administración, pero ahora hago de cuidadora porque no tengo dinero para convalidar los estudios. Cuando me estafaron, recurrió a Cáritas, que la ha ayudado a seguir luchando por su hijo. Tenía permiso de trabajo porque contaba con la tarjeta roja de protección internacional, pero ahora se le caduca cosa que obliga a la empresa para la que trabaja a rescindirle el contrato con todo lo que conlleva. A las mujeres que son víctimas como ella les dice que «está en nuestras manos la responsabilidad de seguir siendo víctimas».

Claudia, madre soltera
Claudia, madre solteraMiquel Gonzalez

Claudia: «Las mujeres no deberían renunciar a nada»

En los 70, las catalanas tenían una media de 2,72 hijos. Hoy, las hijas de aquel «baby boom», como Claudia García, tienen un promedio de 1,41 niños. Es la generación más infecunda de los últimos 130 años. Una de cada cuatro mujeres nacidas en 1975 no será madre. Aunque según el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, sólo un 5% ha decidido no tener hijos. El resto no tendrá hijos por motivos de pareja, económicos, por falta de políticas sociales o porque habrá retrasado demasiado la edad de la maternidad. Hace diez años, rozando los 40, Claudia decidió retar a todos estas casuísticas y se lanzó a ser madre soltera. «Entonces, no era tan habitual», dice. «Tenía un apoyo familiar bestial, dos hermanas con las que tengo muy buena relación y una madre entregada a sus nietos. También recursos, aunque como letrada dedicada al derecho matrimonial, soy autónoma», dice. A los pocos días de nacer su hija Elena, volvía a trabajar. No dormía por las noches, no tenía con quién compartir la alegría de una primera vez, pero tenía a su madre, que se quedaba algún sábado la niña para que pudiera dormir del tirón. «Mi madre decía que teníamos la custodia compartida. Aunque ha sido duro «es lo mejor que he hecho y si lo hubiera hecho antes, hubiera tenido otro hijo. A Elena la educo para ser autosuficiente. No debería haber nada que justifique que las mujeres tengan que renunciar».