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Coronavirus: La peste negra también provocó la contratación de personal médico urgente

Jóvenes en busca de conseguir nombre y doctores retirados fueron los que se apuntaron en su mayoría a los llamados “contratos de la peste”

La peste entraba en las localidades y era igual a la muerte, aniquilando al menos un tercio de la población mundial
La peste entraba en las localidades y era igual a la muerte, aniquilando al menos un tercio de la población mundialArchivo

El pasado 2 de abril, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciaba la contratación temporal de 27.000 personas, entre estudiantes de últimos cursos de medicina, en pruebas de residente, y enfermería o auxiliares de enfermería, para reforzar las plantillas hospitalarias desbordadas por la crisis del coronavirus. Esta decisión, no exenta de polémica, no es algo extraordinario y siempre se repite en momentos de auténtica emergencia sanitaria, por ejemplo en la peste negra de los siglos XVI y XVII.

Si algo faltaba en el siglo XVI eran médicos. Las ciudades, ante la gran plaga de peste, decidieron contratar a doctores específicos que se dedicaran a tratar a los enfermos que vivían en su propia localidad, fueran ricos o pobres. Su contrato establecía que sólo podían tratar a este tipo de enfermos para evitar la propagación de la pandemia, lo que hacía que no fueran puestos muy codiciados. Jóvenes estudiantes que querían abrirse paso en la profesión o viejos retirados sin muchas posibilidades de prosperar, como ha ocurrido estos días, eran los que se presentaban como voluntarios. La falta de profesionales hacían que estos médicos fueran muy codiciados y perseguidos por las diferentes localidades, que llegaban a pelearse entre sí, prácticamente como ahora ocurre con la subasta al mejor postro de respiradores y otro material sanitario. La historia siempre repite actitudes delante de las crisis.

Los pobres fueron los que más se beneficiaron de estos servicios, que sobre todo tenía que servir de detección y contención de la enfermedad, ya que no existía cura efectiva. Los médicos tenían que visitar a estos pacientes bajo estrictos códigos que convertían sus contratos en una interminable suma de cláusulas y condiciones. Los doctores tenían que vivir aislados, con una ropa específica, que se pensaba que protegía contra la peste, y que estaba reservada para ellos, y después tenían que atravesar largos periodos de cuarentena antes de reestablecerse en la población general.

Los casos variaban entre localidades, pero todos tenían un elemento homogéneo, la dificultad de llegar a un acuerdo. Las ciudades querían proteger a sus ciudadanos, pero tampoco podían hipotecarse ofreciendo grandes sumas, así que había que lograr auténticos malabarismos contractuales para llevar a buen puerto estas negociaciones. En Turín, en 1630, por ejemplo, se consiguió la contratación de un reputado doctor de nombre Maletto, que aceptaba un sueldo bajo según la peligrosidad del trabajo. Existen cartas que refrendan la necesidad de llegar a un acuerdo rápido, ya que la oportunidad se presentaba como excepcional. Los administradores municipales ordenaron a los representantes de Turín en las negociaciones que cerraran con rapidez el acuerdo y así zanjar el problema.

Representación del siglo XVI d un galeno intentando curar a dos enfermos de peste
Representación del siglo XVI d un galeno intentando curar a dos enfermos de pesteArchivo

Otro conocido caso fue el de la ciudad de Pavia con GIovanni de Ventura, que establecieron un contrato que establecía hasta 16 cláusulas específicas y un sueldo de 30 florines mensuales, a los que luego se le añadieron los gastos diarios y dietas del doctor. Estamos hablando de 1479 y ya existía una cláusula por posible despido, que otorgaba una compensación de dos meses completos de sueldo. La sexta cláusula establecía que sólo podía tratar a enfermos de la peste, sin excepción. En 1527, en la ciudad de Prato, el doctor Stefano Mezzetino incumplió esta cláusula, en su caso al visitar a enfermos con otras enfermedades sin un escolta, lo que aumentaba el riesgo de contagio por la ciudad, y tuvo que hacer frente a una importante multa. Siguió, sin embargo, ejerciendo de médico.

En España, es conocido el caso de Real Consejo de Navarra, que contrató al cirujano Juan de Lortia, que junto al doctor Unidiano, se dedicaron al brote que surgió en el barrio de la Magdalena. En Lleida, Jaume d’Agramunt estableció una serie de protocolos de obligado cumplimiento para proteger a la localidad de los brotes de peste y, sino, aislarlos con mayor eficiencia, entre los que se incluía la contratación de médicos específicos para tratar a estos enfermos. En definitiva, el hombre parece reaccionar siempre igual en momentos de crisis.