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¿Siente que vive siempre el mismo día? Déjà vu: lo que es y lo que nunca ha sido

Vivimos en época de confinamiento y existe la sensación popular de que no es posible diferenciar los días, sin embargo el concepto es antiguo y ha tenido múltiples significados desde San Agustín hasta Matrix

La serie "Muñeca rusa" de Netflix hace vivir una y otra vez el mismo día a su protagonista
La serie "Muñeca rusa" de Netflix hace vivir una y otra vez el mismo día a su protagonistaLa Razón

Por mucho que nos gustaría pensar que la experiencia humana es infinita, la realidad es que se basa en cinco emociones primarias y un limitado número de acciones asociadas. Por tanto, nuestra idea de realidad se basa en una combinatoria de 5 emociones por un máximo de 12 acciones elementales humanas, lo que equivale a un total de 1.820 acciones básicas. Esta es la realidad del ser humano, 1.820 interacciones con la realidad, nada más.

No son muchas, si tenemos en cuenta que la esperanza de vida es de 88 años y que cada día protagonizamos y experimentamos un total de 7.450 acciones con la realidad. Si existen 1.820 interacciones únicas, entonces repetimos un mínimo de 5 veces la mayoría de estas acciones. Es decir, cada día repetimos un montón de estas interacciones vitales. Incluso antes del confinamiento, éramos un arsenal de repetición. Por tanto, ¿cómo es posible que todavía haya gente que crea en vidas anteriores o señales de un ente superior al hablar del famoso deja vu?

El término deja vu (“ya visto” en francés) nació en 1876 de la mano del psiquiatra Emile Boirac en relación al extraño fenómeno de la supuesta familiaridad de un individuo ante unas circunstancias que acababa de vivir. Esta experiencia cogió forma clínica en 1896 cuando el neurólogo F. L Arnaud estudió el caso de un hombre con amnesia debido a una malaria cerebral. Al recuperarse, empezó a sentir familiaridad emocional con todo su entorno, incluso con hechos que era imposible que hubiese vivido, como el funeral de Pasteur. Freud y el psicoanálisis recogieron el testigo y empezaron a hablar de paramnesia, la alteración cualitativa de la memoria que nos hace creer como reales delirios o suposiciones, en su caso relacionada con traumas o recuerdos reprimidos.

En la historia, sin embargo, estas “falsas memorias” han tenido múltiples representaciones. San Agustín ya hablaba en el siglo IV de “recolección en sueños de momentos que nunca habíamos visto o hecho”, en referencia a la idea de preconsciencia y reencarnación en Ovidio o la transmigración de almas platónicas. San Agustín ya se refería a esta sensación como trampa para “engañar” a la gente.

La literatura romántica de principios del XIX vuelve a esta idea de precognición o sabiduría detrás de estos “recuerdos reencontrados". Así lo vemos en las novelas de Walter Scott o la poesía de Percy B. Shelley. Su mujer, Mary Shelley, autora de “Frankenstein”, recuperó y reunió todos sus papeles al morir y se ve un interés casi morboso por estas “iluminaciones”temporales. “La escena era una escena común, pero no me provocó el efecto que esperaba. En ese momento recordé haber vivido ya aquel momento en un sueño hacía muchos años. Tuve que irme corriendo, horrorizado por esta sensación”, escribe en sus estudios sobre sueños y su relación con la vida real.

Por supuesto, la referencia más admirable del fenómeno de deja vu sucede en la novela “David Copperfield”, de Charles Dickens, publicada en fascículos en 1850. “Todos tenemos experiencias de una sensación que nos invade de vez en cuando cuando decimos o hacemos algo como si ya lo hubiésemos hecho en un tiempo remoto, como si hubiésemos vivido muchos años antes con las mismas caras, objetos o circunstancias, con la sensación de saber a la perfección lo que será dicho a continuación como si de repente lo recordáramos” se puede leer en el episodio 38.

Este confinamiento nos ha hecho volver a la idea de que vivimos una y otra vez el mismo día, cuando la realidad es que siempre vivimos el mismo día, principalmente porque queremos vivir siempre el mismo día, esas 1.820 interacciones esenciales. La maldad del confinamiento, en realidad, no es el hecho de que revivamos una y otra vez el mismo día, sino que nos han impedido revivir una y otra vez el mismo día, y eso si que nos sulfura. A partir de aquí, la necesaria readaptación nos ha convertido en falsos nostálgicos de una libertad que en realidad nunca tuvimos porque nunca la quisimos en primer lugar.

Queramos o no, somos seres limitados tanto en nuestras acciones como en nuestros sentimientos. Sin embargo, cada una de estas acciones puede colorearse de mil formas para sublimar nuestro valor y darnos más importancia. El arte no es más que una forma de maquillarnos de extravagancias y así multiplicar esas 1.820 interacciones esenciales. Según la matemática, gracias al arte pueden existir hasta 48 nuevas combinatorias de esas 1.820 interacciones esenciales, lo que da un resultado no infinito, pero ridículamente elevado para representarlo en papel. El arte nace no con la voluntad de representar esas 1.820 interacciones esenciales, sino con la voluntad de multiplicarla y liberarnos de la congoja de la repetición.

En realidad, el ser humano basa el conocimiento de sí mismo en la voluntad de la repetición, o la necesidad de ella. Sólo a partir de la interpretación “actoral” de dichos códigos prestablecidos podemos ser conscientes de nosotros mismos. Por tanto, sólo somos seres humanos por la repetición de la idea que hemos creado de ser humanos. ¿Entonces somos actores de viejos códigos aprendidos en la infancia y mimetizados una y otra vez? Por supuesto, el ser humano es, en esencia, sólo una proposición fija, o sea un deja vu festivo, que baila con los pocos elementos que tiene para sentirse vivo. El arte es la manifestación de sublimar nuestras cortapisas y hacernos creer en imposibles.

¿Qué es entonces el deja vu? Según la investigadora Akira O’Connor, de la Universidad de Saint Andrews, no es más que un cortocircuito lógico. Para demostrarlo, creó artificialmente en 21 voluntarios la sensación de falsas memorias a partir de una serie de juegos de palabras. Con un scanner empezaron a estudiar neurológicamente qué sucedía cuando los pacientes creían recordar un fenómeno como algo ya visto. Los resultados fueron sorprendentes. El cerebro no utilizaba el hipotálamo, zona asociada con la memoria, cuando sucedían estos procesos, sino que eran los bulbos frontales asociados a la toma de decisiones. El deja vu, por tanto, sería como si nuestro cerebro estuviese comprobando si nuestra memoria funciona correctamente y esto produciría una especie de cortocircuito.

Este estudio se presentó en febrero de este año, poco antes del confinamiento generalizado, pero curiosamente es la misma explicación detrás de “Matrix”, para quien la sensación de deja vu era un cortocircuito que dejaba al descubierto que el individuo no vivía una realidad, sino una simulación. Es estupendo que la sensación de deja vu ocurra estudiando la sensación de deja vu, un círculo vicioso tan maravilloso que demuestra que locos o sanos, la vida sigue siendo una, así que la decisión siempre es de uno mismo.