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Los leggins: un invento de los guerreros escoceses del siglo XIV que ahora llevan las mujeres en confinamiento

Estos cómodos “pantalones elásticos” se han convertido en todo un referente de la moda en los últimos años

Los leggins han sido clave en este confinamiento y también lo serán en la fase posterior
Los leggins han sido clave en este confinamiento y también lo serán en la fase posteriorLa razónArchivo

La historia a veces es caprichosa. Antes de la II Guerra Mundial, el rosa era un color identificado con el hombre y se le consideraba algo así como símbolo de sangre aguada, o sea de fortaleza. El azul era más delicado, débil, sensible, “cosa de chicas”. El cambio, como se ve, fue brusco y en los 50, década que estableció las bases de la cultura juvenil y popular, se cambió el rol del color. Los niños pasaron a vestirse de azul y las niñas de rosa. Ahora, en la época de la neutralidad y la indefinición de género por suerte ya no importa.

Lo mismo podría decirse de una de las prendas más utilizadas durante este confinamiento, los leggins, una maravilla que ahora se asocia con las mujeres, pero que tiene un inicio muy, pero que muy masculino. que poco a poco se va relajando, los leggins. “Tengo mi propio sentido del estilo y no sigo la moda, pero me encantan los leggins. Son muy cómodos y fáciles de llevar y pegan con todo”, señala la actriz Eva Green.

Los clanes escoceses de las Highlands son los responsables de este básico en cualquier armario. La particularidad de estos protoleggins es que no funcionaban como pantalones, sino como dos piezas separadas utilizadas para cubrir cada pierna, unidas con la misma técnica que las chaparreras o zahones vaqueros, unidos por la cintura con un cinturón. Los aguerridos guerreros lo utilizaban tanto en batalla como en su día a día, y eran de cota de malla o cuero.

Donde fracasó el kilt, triunfó el leggin, y en el Renacimiento se extendió su uso por toda Europa. Las mallas shakespearianas no dejaban de ser leggins avant la lettre, una prenda masculina y viril, en una época en la que a la mujer no se le permitía llevar pantalones de ningún tipo. No fue hasta finales del siglo XIX en los que poco a poco fue adquiriendo una connotación más femenina hasta que el cine, como casi siempre en el siglo XX, puso las cosas en su sitio. “Me encanta conocer a tipos con traje. Lo adoro, y todo porque sé que han tenido una semana tesiosa y horrible y entonces llego yo, con mis leggins naranjas de terciopelo, y los entretengo”, afirmaba Madonna en los 80. La cantante los volvió a convertir en imprescindible gracias a sus looks de la gira “Like a Virgin”.

En 1954 se estrenaba la película “Sabrina” con una jovencísima Audrey Hepburn, el gran icono del estilo de los 50 y 60. Su aparición con unos leggins negros fue todo un acontecimiento y consiguió que millones de jovencitas, y no tan jovencitas, quisiesen repetir ese look. La fiebre femenina por el leggin ya se había consumado y todavía llegó a extremos más absolutos cuando en 1959 la casa DuPont inventó los leggins de lycra. Al ser una prenda más entallada, que se amoldaba a la perfección a la silueta de la pierna, la mujer se quedó definitivamente con su uso popular.

La ambigüedad de los 60 hizo que muchos rockeros se apuntaran a los leggins de lycra, como los mismísimos Rolling Stones. En los 70, el glam los popularizó todavía más, y en los 80, con el dominio del glam metal y las “hairy bands”, no había músico que no las llevara, pero todavía eran complementos de la contracultura, no había hombres que llevaran leggins al natural. La mujer, en cambio, lo utilizaba bajo minifaldas o vestidos cortos. “Me encanta que los Rolling Stones sigan tocando. Soy un gran fan y nadie debería quitarles ese derecho, siempre que no se pongan leggins”, bromeaba, o no, Noel Gallagher.

Actualmente, los leggins están en todas partes. Personajes públicos como Alexa Chung, Gigi Hadid o Kendall Jenner lo llevan tanto para salir a su clase de yoga como para tener una comida de trabajo o una reunión social. Su comodidad ha hecho que sea una prenda básica en todos los armarios y que en confinamiento haya sido el pantalón más utilizado fuera del pijama. Hoy alguien se lo pondrá y saldrá a correr. La única revolución que le queda es la que siempre ha aspirado, volver a sus orígenes y que los hombres los vuelvan a utilizar con orgullo. ¿Ocurrirá? La historia es muy caprichosa.