Charles Chaplin
El día que casi asesinan a Chaplin y murió otra persona
La muerte del cineasta Thomas Ince sigue siendo un crimen por resolver en Hollywood
En Hollywood hay todavía muchos crímenes por resolver, pero en algunos casos están vestidos con tantas leyendas y pistas falsas que es imposible poder aclarar el misterio. Eso es lo que pasa con lo que fue una fiesta que acabó en tragedia, aparentemente un encuentro entre amigos que desembocó en una historia de infidelidades con disparos y en la que estuvieron involucrados el cómico más importante de todos los tiempos, Charles Chaplin; el magnate de la prensa William Randolph Hearst; su compañera la actriz Marion Davis; y el cineasta Thomas Harper Ince. Todos ellos compartieron una travesía sobre la que existen las más diversas versiones, algo que también se alimentó por el silencio de todos los implicados en esta historia.
El 15 de noviembre de 1924 partía de San José, en California, el Oneida, el lujoso yate propiedad de Hearst, el empresario que se había hecho millonario creando una muy influyente red de medios de comunicación. Inmensamente rico, Hearst tenía varias obsesiones, como se encargó de recoger Orson Welles en su “Ciudadano Kane”, película que se inspiraba abiertamente en el personaje. A Hearst le interesaba llenar sus mansiones de valiosísimas obras de arte y saber si Marion Davies le era infiel. Davies era una actriz que no había tenido la suerte que se merecía en la gran pantalla, pese a que tenía una gran vis cómica. Hearst apoyó a la intérprete a través de sus publicaciones, además de regalarle toda una serie de joyas. Pese a la diferencia de edad, la pareja parecía sólida, aunque el millonario sospechaba que Davies le era infiel con la mayor estrella que tenía Hollywood en los años 20.
Charles Chaplin era célebre por haber convertido a un vagabundo llamado Charlot en uno de los personajes más queridos de todos los tiempos, pero también era conocido por sus muchas conquistas, incluso menores, como fue el caso de la actriz de 16 años Mildred Adams con la que se acabó casando. No deja de ser curioso que Harvey Weinstein dijera en una ocasión que Chaplin era su ídolo. Las conquistas del cineasta británico se contaban por decenas y a Hearst le había llegado el rumor de que Davies podría ser una de ellas. Así que pensó que la mejor manera de aclarar el enigma era organizar una tranquila excursión en su yate donde Chaplin sería uno de los invitados, pero no el único. Al Oneida también acudió para que se celebrara su cumpleaños Thomas H. Ince, hoy un nombre olvidado, pero uno de los primeros grandes innovadores del séptimo arte. Véase, por ejemplo, lo que hizo en su película “The Battle of Gettysburg” empleando hasta ocho cámaras para captar todos los matices de las escenas bélicas. La periodista de cotilleos Louella Parsons también subió a bordo, además de algunas actrices amigas de Davies y personal de Hearst.
Una de las distracciones del empresario en el yate era disparar contra las gaviotas que sobrevolaban el océano. Se ha especulado que mientras se divertía pegando tiros y viendo como las aves caían muertas al agua o a la cubierta del yate, vio una escena que lo petrificó. Era la confirmación de sus peores sospechas: Chaplin estaba besando a Davies. Impulsivo y violento, Hearst no lo dudó y puso como objetivo de su arma al cómico. Sin embargo, la bala se desvió hacia alguien que pasaba por allí en ese momento: Thomas H. Ince. El director murió en el barco. ¿Es cierta esta historia?
La leyenda ha pervivido hasta el punto de haber dado pie a alguna obra de teatro y película. El certificado de defunción asegura que Ince murió de un ataque al corazón y su viuda comentó que la salud de su marido no era la mejor en el momento de subir al Oneida. Sin embargo, cuando pasaron estos hechos “Los Angeles Times” salió con otra historia en portada en su edición matinal: “Productor de cine disparado en el yate de Hearst”. En la edición vespertina, todo el relato fue eliminado.
Toraichi Kono, el mayordomo de Chaplin, añadió más leña al fuego porque cuando acudió a recoger a su jefe vio cómo salía el cuerpo sin vida de Ince. Se fijó que la cabeza de Ince sangraba por lo que aparentemente era la herida de un disparo. La historia se hizo muy popular entre los miembros del servicio doméstico de las mansiones de Beverly Hills. También corrió como la pólvora el saber que la viuda de Ince, tras el funeral, se instaló en Europa aparentemente con la ayuda económica de Hearst.
Antes se comentó que una de las invitadas al yate era una periodista. Louella Parsons era conocida por explicar todos los escándalos que ocurrían en la meca del cine, aunque a veces fueran verdades a medias. Curiosamente nunca habló de ese día en barco, ni cómo logró un importante contrato económico en los medios de comunicación propiedad de Hearst. Si tuvo una exclusiva propia de un Pulitzer, no la compartió con nadie. Tampoco Chaplin en sus abultadas memorias quiso contar su versión del drama. Curiosamente quien sí dedicó unas palabras a todo este relato fue el mismísimo William Randolph Hearst: “No solamente soy inocente del asesinato de Ince sino que también lo es todo el mundo”. Curiosamente empleó la palabra “asesinato”. Le habían preguntado simplemente por la muerte de su invitado.
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