Opinión

Generación beat

Lawrence Ferlinghetti, en una imagen de archivo.
Lawrence Ferlinghetti, en una imagen de archivo.Frankie ZithsAgencia AP

El pasado miércoles 24 de febrero fallecía, a los 101 años, el poeta y editor Lawrence Ferlinghetti, último representante de la “beat generation”, el movimiento que sacudió la cultura norteamericana a mediados del siglo XX. Sus impulsores fueron un grupo de jóvenes escritores, con Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs entre los más destacados.

El término beat, que algunos identificaron en su día con beatífico, equivale en realidad a frustrado, derrotado o marginado, adjetivos que bien pueden definir el sentimiento del grupo ante la sociedad de la época, cuyas formas de vida rechazan de plano. Como vía para aspirar a una sociedad no convencional –esto es, no capitalista, ni comercial, ni militarista–, proponen la liberación vital, una filosofía personal libre de ataduras y la aventura de lo desconocido, que incluye determinadas experimentaciones transgresoras en distintos ámbitos (drogas, sexo, escritura...).

El espíritu de protesta y rebeldía, semilla de la posterior contracultura hippie, se extiende también a los valores culturales, artísticos y literarios (“El arte no debe someterse a nada”, en expresión de Ferlinghetti), todo lo cual condujo a que en el imaginario de la sociedad biempensante norteamericana el beatnik, como se le llamó despectivamente, fuera sinónimo de amoral, demente, vagabundo o drogadicto.

De la cosecha literaria de la generación beat sobresalen dos libros. El primero, “Aullido” (1956), de Ginsberg, editado precisamente por Ferlinghetti y considerado como mito fundacional, se convirtió en poco tiempo en biblia de centenares de miles de jóvenes que recitaban con devoción sus versos: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…”. El segundo, “En el camino” (1957), la novela de culto de Kerouac, lanzó también a miles de jóvenes estadounidense a recorrer los parajes de la Ruta 66 en su deseo de imitar el viaje iniciático y enloquecido de los dos protagonistas, uno de ellos, Sal Paradise, trasunto del propio autor.