Salud
Sant Joan de Déu trata por primer vez a un paciente pediátrico con ictus con un tratamiento que le permite recuperar la movilidad
Es un tratamiento trombolítico intravenoso muy eficaz, que se usa con frecuencia en adultos, pero en menores no es habitual, porque éstos se diagnostican tarde, lo que imposibilita su administración, y porque no existen suficientes estudios que lo indiquen
Tiene solo 16 años y acaba de recuperarse de un ictus. Ésta es una patología muy poco frecuente entre la población pediátrica, de hecho únicamente se registran al año entre 2 y 13 casos por cada 100 mil menores, sin embargo en el 80% de las ocasiones el paciente sufre secuelas de consideración a consecuencia de este episodio. Y es que el gran problema en lo que se refiere al diagnóstico y tratamiento del ictus pediátrico es que éste suele diagnosticarse tarde y, en este tipo de patología, es clave intervenir de forma precoz para evitar lesiones en el cerebro.
Afortunadamente, él llegó al Hospital Sant Joan de Déu apenas 45 minutos después de sufrir una parálisis en el lado derecho del cuerpo, uno de los síntomas más comunes y evidentes del ictus. Sin embargo, en la población pediátrica, especialmente en aquellas personas de menor edad, es frecuente confundir los síntomas propios de esta patología con otros característicos de otras enfermedades, como la epilepsia o las migrañas. Y es que, tanto entre los profesionales como entre la población general, existe la creencia falsa de que el ictus es algo propio de la población adulta, de manera que no suele plantearse como una opción a la hora de barajar posibles diagnósticos.
“Cuanto más pequeño es el niño, más difícil es de identificar el ictus. En estos casos suele manifestarse a través de un comportamiento más irritable, somnolencia... y no es tan habitual que se produzca, por ejemplo, una paralización de alguna parte del cuerpo, de manera que frecuentemente pueden confundirse con los síntomas de problemas más recurrentes entre la población infantil”, explica la doctora Verónica González, neuróloga pediátrica en el Hospital Sant Joan de Déu, quien al respecto señala que “cuanto más mayor es el paciente, más parecidos son sus síntomas a los de la población adulta”.
A consecuencia de ello, “es habitual que el diagnóstico del ictus pediátrico llegue tarde, porque ni el profesional ni la familia se plantea que pueda tratarse de esa patología”, comenta la doctora para a continuación insistir en la importancia de “mejorar los tiempos de diagnóstico” y, en este sentido, es relevante conocer que entre los síntomas que el ictus puede provocar entre los menores destacan “la pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, una alteración aguda del lenguaje, dolor de cabeza agudo con pérdida de conciencia...”. Así pues, cuando un paciente pediátrico acude a la atención primaria con alguno de estos síntomas, es importante derivarle a un centro especializado, puesto que el tratamiento más eficaz contra el ictus debe administrarse en las primeras cuatro horas y media después de los primeros síntomas.
Se trata de un tratamiento trombolítico intravenoso que permite deshacer el coágulo y gracias al cual se logran resultados muy buenos, ya que minimiza el riesgo de sufrir secuelas, sin embargo “es difícil que éste se pueda administrar a los niños porque cuando éstos llegan al hospital ya se ha rebasado el tiempo máximo para poder ponerlo”, comenta la doctora González, quien además apunta un segundo problema en lo que se refiere al uso de este tratamiento entre los menores. “No existen apenas estudios acerca de su uso en la población pediátrica, razón por lo cual no se utiliza de forma masiva entre estos pacientes en el momento agudo”, señala la neuróloga. Y ese factor, junto al frecuente diagnóstico tardío, provoca que sean habituales las secuelas entre los pacientes pediátricos, las cuales pueden incapacitar al niño.
“Cuando no se puede usar el tratamiento trombolítico, lo que hacemos es monitorizar al paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos y ponerle un tratamiento para evitar nuevos ictus y que el que ya se ha producido no se extienda más”, indica la doctora, quien al respecto advierte que “la falta de riego que se ha producido a consecuencia de ese ictus produce una cicatriz en el cerebro que deja secuelas”, tales como problemas de conducta, epilepsia, alteraciones en el movimiento o el aprendizaje...
Éste no fue el caso del chico de 16 años que llegó a Sant Joan de Déu menos de una hora después de notar los primeros síntomas. “Le hicimos una resonancia magnética que confirmó el diagnóstico y decidimos recurrir al tratamiento trombolítico”, convirtiéndose así en el primer pacientes pediátrico al que se le administra este tratamiento en Cataluña. Al respecto, la doctora González comenta que “hasta ahora no se ponía este tratamiento por dos motivos. Primero, porque el paciente llegaba fuera de tiempo y segundo, porque este tratamiento está fuera de indicación en menores”, pero en este caso se consideró que el beneficio era superior al riesgo, que pasa principalmente por la posibilidad de sufrir una hemorragia, y el resultado así lo ha confirmado. “A los 10 minutos ya vimos mejoría”, recuerda la neuróloga, quien señala que “tras administrarle el tratamiento, hicimos una resonancia y ya no se vio lesión”.
Primer caso en Cataluña
El paciente tuvo que permanecer ingresado unos días en Sant Joan de Déu, tiempo durante el cual se le dio un nuevo tratamiento para evitar que se produzcan nuevos episodios de ictus y se llevó a cabo un estudio para conocer las causas. “Creemos que fue una pequeña malformación que le detectamos en el corazón”, desvela la doctora González, quien al respecto señala que las causas del ictus en menores suelen ser diferentes a las que tienen lugar entre la población adulta. “Cuando un paciente pediátrico sufre un ictus suele ser por procesos infecciosos, traumatismos o condicionantes de nacimiento, mientras que en los adultos las causas más frecuentes son hipertensión, colesterol..., las cuales son muy poco frecuentes entre menores”.
En cualquier caso, en esta ocasión se dieron las circunstancias para poder aplicar el tratamiento al adolescente y fue todo un éxito, ya que éste se ha recuperado sin ningún tipo de secuela, lo cual pone de relieve la importancia de una diagnóstico precoz, que pasa principalmente por concienciar e informar a profesionales y la población en general de que el ictus no es solo una patología del adulto, de manera que hay que tenerlo presente también a la hora de diagnosticar a menores.
“Cuanto antes tengamos el diagnóstico, más opciones podremos ofrecer al paciente”, señala la neuróloga y es que, al margen del tratamiento intravenoso, existe también una segunda alterativa, el tratamiento intraarterial, que consiste en la introducción de un catéter en la arteria para disolver el coágulo. “Este tratamiento se puede aplicar entre las 12 y 24 horas después de sufrir los primeros síntomas, de manera que da más margen de tiempo, pero es más invasivo, puesto que además requiere sedación, y solo se puede usar cuando el trombo está en una arteria grande”, comenta la doctora.
En definitiva, es importante crear las condiciones necesarias que permitan “hacer más estos tratamientos entre la población pediátrica” y, en este contexto, en febrero de 2020 se puso en marcha en Cataluña el Código Ictus pediátrico, con el que se busca que “el diagnóstico y tratamiento se haga de la forma más eficaz posible y se mejoren así los circuitos con el fin de asegurarse que se derivan a los pacientes pediátricos con ictus a los centros especializados”, explica González.
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