Criminología
Los crímenes más salvajes de Barcelona (IV): el terror de las ancianas que fue capturada por Trapero
Remedios Sánchez fue condenada a 144 años de cárcel por tres asesinatos de mujeres mayores
Durante un tiempo fue peor que una pesadilla. Remedios Sánchez fue condenada a 144 años de prisión por matar a tres desvalidas mujeres en 2006. Sembró tal terror en Barcelona que los Mossos d’Esquadra pensaron incluso, en lo que habría sido una medida inédita y excepcional, prohibir la salida a la calle de ancianas. No se llegó a tal extremo, pero sin duda se barajó esa posibilidad. Todos los asesinatos fueron por estrangulación.
La primera fue Josefa Cervantes, Pepita. Había aparecido estrangulada con un tapete de ganchillo en el salón de su casa. Empezaron los temores entre la gente mayor de la ciudad, aunque aún no se sabía que Sánchez solo deseaba matar mujeres, nunca hombres.
Para coger confianza de las víctimas potenciales, la asesina se hacía llamar Mari, al menos en esos primeros días. Habló con una amiga de Josefa y se interesó por lo sucedido, pero no tardó en marcharse, dejando consternada a la mujer. Se habían conocido unos días antes, por el Guinardó. Se puso a hablar con las dos, y la química fue tan buena que se emplazaron a volver a quedar.
«Era una mujer de unos 50 años. Nos dijo que no se sentía bien y que no encontraba las llaves de su casa, así que la invité a la mía a tomar una manzanilla», recuerda Dolores, la amiga de la víctima. Las dos ancianas sobrepasaban los 80 años, eran viudas y, aunque tenían familiares que las visitaban a menudo, vivían solas. Eran amigas del alma, y de momento no sospechaban de la “amable Mari”. Admitió que eran muy confiadas.
La muerte de Pepita apenas mereció una escueta nota en los periódicos: «Una anciana, hallada muerta con signos de violencia». Pero fue el primero de una serie de sucesos que conmocionaron a la ciudad entera en verano de 2006.
Ocho días después, una mujer entró en casa de Rosa Rodríguez pidiendo una tirita. Una vez dentro, la pateó y agarró por el cuello hasta que perdió el conocimiento. Tres días más tarde, la siguiente víctima fue Rosario Márquez, apaleada y asfixiada hasta el desmayo, que al recuperar el conocimiento vio que habían desaparecido todas sus joyas.
Los días sucesivos fueron atacadas Pilar Solà, Alicia Latre, Adelaida Geranzani, María Sahún, Montserrat Figueras, María Salud Mateu, Isabel Medina… mujeres de 70 a 96 años con demasiada buena voluntad, tanta como para dejar entrar a Remedios, pese a todo lo sucedido. El método casi siempre era mostarse muy amable y afable, empezar a hablar, entrar en la vivienda y, una vez ganada la confianza, golpearlas con la intención de robar sus joyas, y, en algunos casos ahogarlas hasta la muerte. Tres de ellas -Pepita, Adelaida y María- murieron.
La homicida era una mujer de unos 50 años, con acento gallego, que se acercaba siempre de forma similar a las víctimas: pedía una botella de agua, decía que llevaba un paquete para alguna vecina, que necesitaba ayuda. Después del tercer asalto, los Mossos d’Esquadra se dieron cuenta de que no era una casualidad: había una asesina en serie de ancianas que atacaba compulsivamente. Era tarea más que urgente detenerla porque cada día había en la ciudad muchas posibles víctimas.
El jefe de la investigación era el posteriormente muy mediático Josep Lluís Trapero, que se enfrentaba a varios problemas. Los más importantes, la fuerte alarma social, lógica en el colectivo de gente mayor, las pocas pistas y que el tiempo corría claramente en su contra. Pero ocurrió. El que fuera más tarde mayor de los Mossos convocó a la prensa para comunicar a las ancianas que no dejaran entrar a nadie en sus casas. «Había que detener de inmediato a la mujer que estaba sembrando el terror», reflexionó en ese momento Trapero.
La videocámara de una sucursal de Caja Duero había captado del momento en el que se conocieron Dolores y “Mari”, y todo empezó a encajar. Sin embargo, el arresto tuvo bastante de casualidad, ya que sospechaban que a la asesina en serie le gustaba gastar el dinero robado en juegos, y vigilaron todo tipo de locales recreativos. metro después de otro ataque, con un hematoma en la cara por el puñetazo que le había propinado el marido de la víctima. Así, casi de forma involuntaria, dieron con Remedios Sánchez. Pero no vivía donde constaba en su DNI. La prolija investigación de los Mossos les llevó a su lugar de trabajo, el bar Cebreiro, muy cerca de una comisaría, y a su casa. El 4 de julio, más de 200 agentes peinaban las calles de sus zona para detenerla. Finalmente, la encontraron en un local recreativo echando monedas a una máquina tragaperras.
Le encontraron en posesión de dinero, pendientes, relojes, joyas...todo de sus víctimas. Incluso las libretas bancarias. Ella insistía en que todo era un error, pero las pruebas eran clamorosas. Hermana de 11 hombres, de familia muy humilde en una aldea gallega, fue condenada a 144 años de cárcel, sin que a día de hoy de sepa el móvil de sus crímenes.
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