Arte

Anglada Camarasa, una vida contada en un archivo

El Mnac muestra los fondos documentales de uno de los artistas catalanes más internacionales

Una imagen de Hermen Anglada Camarasa
Una imagen de Hermen Anglada CamarasaMNAC

Antes de que Salvador Dalí y Joan Miró se adueñaran del mercado internacional y de que lo hubiera hecho Marià Fortuny, hubo otro catalán que arrasó con todo, que se convirtió en uno de los artistas más solicitados por museos y coleccionistas de todo el mundo. Hermen Anglada Camarasa se convirtió en un mito y un referente al que muchos vieron como un espejo en el que reflejarse, como fue el caso del mismísimo Pablo Picasso.

A lo largo de su vida, Anglada Camarasa guardó todo lo que estuviera relacionado con su producción plástica: recortes de Prensa, catálogos, fotografías, epistolarios... Una ingente colección documental que ha sido donada por los herederos del artista al Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac). Con esa base se ha inaugurado una exposición en este museo comisariada por Pilar Cuerva y Eduard Vallès. Además de la selección de documentos, la muestra también incluye algunos trabajos originales de Anglada Camarasa, además de retratos dedicados al pintor por Albert de Belleroche y Picasso.

Todos estos papeles, un total de 7.605 documentos, nos demuestran que el protagonista de esta exposición, como dijeron sus comisarios, «fue un artista poco habitual con gran capacidad no de vivir o sobrevivir sino de pervivir. Fue alguien que siempre estuvo muy seguro de sí mismo porque tenía fe en su trabajo». Todo esto lo hizo desde el Port de Pollença donde ha estado guardado su imponente archivo desde su muerte en 1959.

Anglada Camarasa fue disputado por las grandes galerías y los más importantes museos europeos de la Europa de principios del siglo pasado, especialmente hasta 1914. No se puede olvidar que, por ejemplo, en 1911, obtuvo el Gran Premio de la Exposición Internacional de Roma, compartido con autores como Gustav Klimt. Aliadófilo, con la Primera Guerra Mundial se instaló en Mallorca que lo influyó como artista y en su manera de entender la vida. A partir de los años veinte, Estados Unidos quiso a Anglada Camarasa, una relación que se extendió de costa a costa, de Washington a Los Ángeles. En 1930, como punto culminante a su trayectoria, apareció en Londres la primera monografía dedicada a su gran producción plástica.

La donación ha permitido que vean la luz los álbumes donde Anglada Camarasa guardaba todo lo que los diarios nacionales e internacionales publicaron sobre sus exposiciones. En 1900, plenamente consciente de su proyección en el mundo, el pintor encargó a una agencia de noticias que hiciera un seguimiento exhaustivo de todo cuanto se publicaba sobre su trabajo como pintor. Las críticas, debidamente indexadas, son un material fundamental para conocer al artista.

El fondo también contiene seis libretas donde Anglada Camarasa apuntó listados de sus obras, aparte de contactos útiles para su trabajo. Interesante es el cuaderno en el que idea por temas la exposición ideal con su producción entre 1900 y 1947.

Hay también muchas fotografías, materiales con los que trabajaba el pintor, en ocasiones ampliaciones que encargaba a fotógrafos profesionales. Son centenares y centenares de documentos gráficos que nos ayudan a comprender mucho mejor la importancia que la fotografía tuvo como base para lo que después se trasladó a la tela. Así podemos ver a algunas de sus modelos, desde gitanas a damas de la alta sociedad, además animales o bodegones, sin olvidar el paisaje.

Entre otras curiosidades también se encuentra un documento extraordinario que nos lleva a Madrid, concretamente al 5 de mayo de 1915. En ese día, un grupo de admiradores de Anglada Camarasa, formado por artistas e intelectuales le pedían «regalarnos con su pintura, accediendo a exponerla ante nosotros. Nos atrevemos a garantizarle el triunfo más cordial y efusivo». Aquellos «admirados», como ellos mismos se presentaban eran, como dejaron constancia firmando la carta, Benito Pérez Galdós, Azorín, Julio Romero de Torres, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, los hermanos Pío y Ricardo Baroja, Jacinto Benavente, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle-Inclán, Amadeo Vives, Manuel Bartolomé Cossío, Miguel de Unamuno, Lluís Bagaria, José Ortega y Gasset o Gregorio Martínez Sierra. Es decir, nuestro protagonista logró el aplauso unánime de la práctica totalidad Generación del 98 y de algunos de los autores que la siguieron a continuación.

Como dijo ayer Eduard Vallès, es «una categoría de artista poco habitual, un profesional en tiempo de bohemios, que muy pronto supo tutelar su carrera» porque «quería pervivir, continuar en el futuro». Y lo logró.