Un libro imprescindible
El escritor que buscó su salvación en la ciudad del pecado
Gatopardo Ediciones recupera «Vegas», una obra maestra de John Gregory Dunne
Antes de empezar este texto debo admitir que no conozco al editor de Gatopardo Ediciones. Sin embargo solamente con haber publicado «Vegas. Crónica de una maña racha», un libro capital de John Gregory Dunne, ya se ha ganado el cielo. Porque estamos ante uno de los trabajos autobiográficos más fascinantes de la literatura estadounidense, un viaje sin precedentes a la ciudad del pecado y del juego poco después de que viviera una experiencia parecida Hunter S. Thompson rodeado de miedo, asco, drogas y todo lo que fuera necesario.
John Gregory Dunne fue uno de los grandes narradores de su tiempo, aunque probablemente hoy ha quedado un poco olvidado por el gran (y merecido) reconocimiento de su esposa Joan Didion, la misma que le dedicó un inolvidable libro titulado «El año del pensamiento mágico». Hace tiempo, probablemente demasiado, que Dunne es autor que está ausente en nuestras librerías, así que poder contar con «Vegas» es un extraordinario milagro.
En el momento de ponerse a escribir esta peculiar temporada en los infiernos, no se puede decir que John Gregory Dunne viviera su mejor momento, tanto en lo personal como en lo profesional. Empecemos por esto último. Unos años atrás, Dunne había logrado convertirse en una firma de referencia, gracias a su muy personal estilo, en las páginas de la revista «Time». También tenía tras de sí algunos libros importantes, como «The Studio» donde introducía al lector en las interioridades de Hollywood gracias a un acceso ilimitado a lo se cocinaba en Twentieth Century Fox. De hecho, Dunne y Didion también trabajaron juntos en algunos proyectos cinematográficos. Con ella adoptó a una niña llamada Quintana. Pero en ese momento de su vida, Dunne se veía como un hombre acabado, tanto como esposo, padre y escritor. Así que Dunne buscaba maneras de huir del caos, como cuando se fue a seguir la Serie Mundial a Nueva York, no en el estadio sino en una funeraria de Nueva York donde tuvo que escucharla por radio.
La epifanía de Las Vegas le llegó gracias a un anuncio en el que se leía: «Visite Las Vegas antes de que salga su número». Eso fue lo que lo cambió todo trasladándose a una ciudad que, en el momento de esa odisea, contaba con 300.000 habitantes, además de, según los datos del escritor, 143 iglesias, 159 tropas de boy scouts, 93 escuelas públicas y religiosas, además de 220 zonas residenciales registradas. A ello se le sumaban, según las últimas estadísticas, 25.596 habitaciones de hotel y motel, mil mesas de juego y 16.000 máquinas tragaperras. Era, por tanto, el lugar perfecto para que alguien con un conato depresivo intentara encontrarse a sí mismo. O, al menos, eso es lo que pensaba nuestro protagonista, cuando puso los pies en un destartalado motel llamado Royal Polynesian, en Desert Inn Road.
A partir de aquí el autor nos propone un juego en el que se fusionan la realidad con la ficción. Porque pese a que el yo del libro es el de un señor que aparentemente se llama John Gregory Dunne, no tiene porque ser cierto todo cuanto nos narra. Él mismo nos avisa que algunos de los personajes que nos encontramos en este paisaje de apuestas y luces de neón están basados en otros reales, aunque con nombres cambiados.
Dunne emplea un estilo duro, en ocasiones escrito a hachazos, en el que no falta la ironía y un humor que no deja indiferente a nadie. Antes se ha afirmado aquí que de alguna manera lo que buscaba el escritor era encontrarse a sí mismo. Sí, pero acabó perdiéndose en Las Vegas porque, como dice el célebre eslogan, «lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas».
Trepidante y salvaje, deslenguado como nunca lo fue con anterioridad, Dunne se encontró con personajes insólitos, como el detective privado Buster Mano o Artha, una estudiante de cosmetología de día y que por la noche era una trabajadora sexual. La ciudad en la que por la noche cantaban Elvis o Sinatra, donde se acogían a nuevos cómicos como Woody Allen, allí es donde John Gregory Dunne encontró el material literario para una de sus mejores obras. Ahora solamente falta que alguien se anime y recupere la obra maestra de ficción «Confesiones verdaderas» para que nos sean accesibles las mejores páginas de Dunne.