Memoria histórica
El manifiesto con el que los intelectuales de Madrid apoyaban al catalán
Un grupo de escritores condenaron en 1924 la persecución que la dictadura de Primo de Rivera hacía a la lengua
Antes, mucho antes que al franquismo se le metiera en la cabeza que había que perseguir como fuera al catalán, hubo otra dictadura que también intentó lo mismo. Ese fue uno de los objetivos del general Miguel Primo de Rivera, quien fuera capitán general de Cataluña cuando dio un golpe de Estado en 1923, con el visto bueno del rey Alfonso XIII. Aquella represión lingüística fue denunciada por un grupo de intelectuales desde Madrid y en carta abierta al mismísimo Primo de Rivera.
El 22 de marzo de 1924, al medio año del golpe de Estado, apareció un documento firmado por algunos de los autores más destacados del momento, muchos de ellos vinculados al círculo de «Revista de Occidente», la publicación creada por José Ortega y Gasset. Fue en «La Vanguardia» donde se pudo leer «Carta a Miguel Primo de Rivera, a favor de la lengua catalana» donde se condenaba lo que estaba haciendo el llamado Directorio Militar. «Los abajo firmantes, escritores en lengua castellana, que sentimos profundamente los merecimientos históricos de nuestro idioma y que apreciamos en todo su valor como insuperable vehículo para la difusión del pensamiento a través del mundo civilizado, nos dirigimos respetuosamente a V. E. para expresarle nuestro sentir con ocasión de las medidas de gobierno que por razones políticas se han tomado acerca del uso de la lengua catalana», decían los 118 firmantes.
El grupo de escritores recogían su pesar por lo que estaba llevando a cabo Primo de Rivera. De esta manera, exponían que era mejor repensarse esa persecución. Por ello declaraban que «es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros, ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para lo futuro un abismo de rencores imposible de salvar, queremos, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de nuestra admiración y de nuestro respeto para el idioma hermano».
El texto no olvidaba algunos de los nombres más importantes de la literatura catalana y el legado que habían dejado. En este sentido se citaba a Ramon Llull, Ausiàs March, Jacint Verdaguer y Joan Maragall. Eso hizo que el documento concluyera –con cierta esperanza de comprensión por parte del dictador– de la siguiente manera: «Creemos cumplir un deber de patriotismo diciéndole a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros y que serán eternas mientras exista en España el culto del amor desinteresado a la belleza».
A todo esto, ¿quiénes fueron los abajo firmantes? En el documento se fundían las rúbricas de autores consagrados, muchos de ellos relacionados con la llamada Generación del 98, junto con escritores noveles. Así podemos ver a Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Concha Espina, los hermanos Eduardo y José Ortega y Gasset, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Ramón Pérez de Ayala o Gabriel Miró. También aparecían intelectuales vinculados con la política, como Fernando de los Ríos, Manuel Azaña, Gabriel Maura o Ángel Ossorio y Gallardo, así como el pintor de la «España negra» José Gutiérrez Solana. Entre los jóvenes destacaba la presencia de Juan Chabás, José de Ciria y Escalante, Antonio Espina, Guillermo de Torre y un casi desconocido Federico García Lorca que, en ese 1924, ya había publicado dos libros con no mucha repercusión y había estrenado una obra de teatro que se había llevado un sonoro pateo.
Volviendo al documento tuvo trascendencia en Cataluña hasta el punto de que recibió el aplauso de muchos intelectuales catalanes que agradecieron ese empeño desde Madrid. En esa carta abierta de respuesta, hecha pública el 28 de marzo de 1924, se agradecía lo escrito: «El elogio es completo. La defensa es oportuna y suficiente; dentro de los momentos actuales, nos basta. Los Generales del Directorio, si son españoles, dentro de la ancha acepción de la palabra, de haber sentido una emoción profunda, leyendo y pesando vuestra palabra sensata, cálida y fecunda, sobre todo cuando les decís que debe ser el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y que “vosotros” ante el temor de que estas disposiciones –las tomadas por el Gobierno por razones políticas sobre el uso de la lengua catalana puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para el porvenir un abismo de rencores imposible de salvar, queréis, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de su admiración y de su respeto al idioma hermano».
La carta contaba con un ruego final: «Vosotros, intelectuales de Castilla, que ilumine el espíritu de su pueblo, diga, por favor, a los gobernantes españoles, ya que los tiene muy cerca, que en la fórmula política que nos aplican ellos : Someteos y os daremos lo que merecen oponemos, los catalanes, la fórmula: Sean justos con nosotros y seremos amigos». Todo ello contaba con las firmas de Santiago Rusiñol, Àngel Guimerà, Apel·les Mestres, Joaquim Ruyra, Víctor Català, Prudenci Bertrana, Maurici Serrahima y Alfred Opisso, entre otros.
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