Cargando...
Sociedad

Ciencia

Puede que la sangre de los supervivientes ayude a proteger a los enfermos por coronavirus.

Esta técnica, conocida como terapia de inmunización pasiva, tiene más de cien años de antigüedad

Representación tridimensional de los componentes de la sangre larazon
Este artículo fue publicado el 27 de marzo de 2020. Teniendo en cuenta la velocidad a la que cambian los datos y los modelos predictivos empleados es probable que la información del siguiente documento ya esté desactualizada. Recomendamos buscar una fuente más reciente y leer el presente artículo teniendo en cuenta este inevitable desfase.

La comunidad científica sigue probando posibles tratamientos contra el COVID19 mientras la pandemia se extiende por todo el planeta. Sin embargo, para crear un nuevo tratamiento médico efectivo y seguro para los pacientes, es necesario seguir una serie de protocolos y plazos que vuelven prácticamente imposible tener una vacuna viable hasta comienzos del año que viene.

Pero eso no significa que debamos quedarnos de brazos cruzados. A corto plazo se están encontrando posibles terapias contra la enfermedad. En este momento, en varios hospitales se llevan a cabo ensayos clínicos con medicamentos como en remdisivir o la hidrocloroquina, que ya han demostrado su eficacia para otras enfermedades y se cree que pueden mejorar la situación de los pacientes con el coronavirus SARS-CoV-2.

Uno de los ensayos clínicos más interesantes en este momento trata de aprovechar un atajo para buscar una vacuna que inmunice a la población de manera temporal, hasta que llegue la vacuna definitiva. Sabemos que existen pacientes que no son afectados por el coronavirus y sus defensas pueden derrotar sin problema, provocando pocos o ningún síntoma. Así que ¿por qué no usar sus defensas para hacer una vacuna?

Tus defensas son mis defensas

Esta estrategia se conoce como terapia de inmunización pasiva, y ya estaba presente a finales del siglo XIX. Antes del desarrollo de los antibióticos era un tratamiento socorrido para el tratamiento de algunas enfermedades infecciosas, especialmente en épocas de pandemias infecciosas, en las que los supervivientes y los enfermos se contaban en grandes cantidades. Se aplicó para tratar la poliomielitis o durante la gripe española de comienzos del siglo XX y en este siglo ha dado resultados prometedores durante la epidemia de SARS en 2003 y la epidemia de ébola de 2013.

Un investigador trabaja con anticuerpos producidos por células B de personas de áfrica que han sobrevivido al virus del ébolalarazon

La clave de esta terapia se basa en aprovechar los anticuerpos en la sangre de los supervivientes. Cuando un nuevo patógeno entra en nuestro cuerpo, nuestro sistema inmunológico se activa a través de la respuesta coordinada de diferentes tipos de células como glóbulos blancos y macrófagos, dedicados a reconocer la amenaza y destruirla.

Los patógenos que nos amenazan pueden ser muy diferentes entre sí, por lo que nuestro sistema inmune necesita marcarlos para reconocerlos. Esa es la función de los anticuerpos, complejos de proteínas creados por los linfocitos B que se unen de manera específica a la amenaza, señalándola para que otras células defensivas puedan atacar.

La ventaja de estos anticuerpos es que generan memoria inmunológica. Tras destruir el patógeno, quedan anticuerpos en la sangre que ejercen una función de vigilancia. De este modo, si vuelve la misma amenaza, los anticuerpos lo reconocerán y destruirán mucho antes de llegar a provocar síntomas. A este fenómeno lo llamamos inmunidad, y es el que da sentido a las vacunas. En una vacuna se introducen patógenos inactivos y le damos tiempo al cuerpo a crear anticuerpos para reconocer la amenaza por si aparece más tarde el patógeno real.

Los pacientes que acaban superando el Covid19 acaban generando anticuerpos contra el coronavirus (al menos por algún tiempo) los cuales evitan que se vuelvan a infectar. Y la terapia de inmunización pasiva busca transferir estos anticuerpos a otros pacientes para que esta memoria les permita atacar al coronavirus nada más entrar.

Lo más atractivo de esta técnica es su sencillez y su precio. Solo es necesario reunir sangre de pacientes supervivientes, extraer sus anticuerpos y hacer una transfusión a los pacientes afectados. Por ese motivo, varios países están interesados en comprobar a través de ensayos clínicos si esta terapia es efectiva contra el COVID19. A comienzos del pasado febrero, China comenzó ensayos clínicos con anticuerpos de supervivientes que aún siguen en curso. El 23 de marzo, el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo anunció que empezaría a usarse el plasma de los supervivientes para los afectados por coronavirus de sus hospitales, empezando tres ensayos clínicos para demostrar su eficacia contra esta enfermedad en diferentes condiciones.

¿Para quién serviría?

Hasta que no acaben estos ensayos no tendremos más información sobre la eficacia real de esta terapia. Pero a través de ensayos previos con otras infecciones víricas conocemos algunas limitaciones asociadas que definen cómo se podría utilizar en caso de funcionar.

Una de estas limitaciones es que la terapia parece ser efectiva para inmunización, pero no para tratamiento. Si un paciente ya presenta síntomas de la enfermedad, la transfusión de los anticuerpos no llega a mejorar demasiado la evolución del paciente. Se cree que esto es debido a que los anticuerpos donados pueden actuar con pequeñas proporciones del patógeno pero se quedan cortos en caso de que la infección ya este avanzada, no llegando a revertirla.

Por ese motivo, se considera que este tratamiento seria aplicado en inmunizar a aquellas personas con un riesgo alto de contraer el COVID19, como pueden ser ancianos en residencias, personal sanitario y agentes de seguridad.

La segunda limitación es que el efecto de inmunización es temporal. Si entra el SARS-CoV-2 en nuestro organismo, este se verá destruido rápidamente por los anticuerpos donados, pero nuestro sistema inmunitario no ha llegado a reconocer el patógeno como tal. Cuando los anticuerpos donados desaparezcan de nuestra sangre, la inmunidad desaparece con ellos y podremos ser afectados de nuevo por el mismo patógeno. Dependiendo de la cantidad de anticuerpos presentes en la sangre del superviviente, esta protección temporal puede durar entre semanas y meses tras la transfusión.

Se prefiere siempre aprovechar otros tratamientos, ya que esta terapia tiene el peligro de acabar recibiendo alguna otra infección del donante, algo que hoy en día es bastante complicado de que suceda gracias a nuestros mecanismos de control de calidad aplicados en los bancos de sangre. También se pueden dar casos de compartir de manera temporal alergias con el donante o sensibilidades a otros tipos de infecciones virales, pero en los ensayos anteriores de esta terapia contra coronavirus como SARS o MERS no se ha dado ninguna restricción importante en este sentido.

En los próximos meses concluirán los ensayos y podrá probarse si este tratamiento es efectivo contra el coronavirus SARS-CoV-2 o no. En caso afirmativo será una grandísima noticia ya que tendremos un tratamiento barato y eficaz para controlar la pandemia en los países afectados, siendo especialmente útil en aquellos en vías de desarrollo y sin acceso a medicamentos ni respiradores.

Si finalmente esta terapia no es efectiva, la sangre de los supervivientes será igual de valiosa para otros estudios. Los anticuerpos de cada superviviente nos revelan la estrategia que usó su sistema inmune para vencer a la enfermedad. El estudio de todas estas estrategias ayudará a conocer mejor los puntos débiles del virus y se podrá desarrollar nuevos prototipos de vacunas y tratamientos. Puede que no podamos usar la sangre de un superviviente, pero su historia ayudará al resto.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La terapia de inmunización pasiva tiene una eficacia muy variable entre diferentes patógenos y tiempos de actuación. Actualmente no tenemos claro si la terapia por inmunización es efectiva contra el SARS-CoV-2 y bajo qué condiciones.

REFERENCIAS:

Cargando...