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Las luces en los cementerios que la ciencia no ha explicado del todo (por ahora)

Las misteriosas luces de los cementerios tienen un origen incierto que, hasta donde sabemos, podría deberse a causas muy diferentes.

Qué incómodos son los huecos en medio de todo lo que sabemos. Entre las muchas pulsiones que sienten los seres humanos, una de las más nuestras es responder a esa incomodidad inventando historias que respondan a lo que todavía no sabemos. Podríamos decir que tolerar la incertidumbre no es lo nuestro.

La lluvia, las montañas, la reproducción e incluso las matemáticas han sido explicadas mediante infinidad de leyendas a lo largo y ancho del planeta. Bien fueran el regalo de los dioses o la consecuencia de una pelea entre ellos, parecía ser más importante darles una explicación cualquiera que entender realmente por qué sucedían. Es lo que se conoce como “el dios de los huecos”.

Por suerte, muchos de esos huecos han sido resueltos con el tiempo. Ahora sabemos por qué llueve y de dónde surgen los gusanos de la comida en descomposición. El birlibirloque no tiene lugar en la ciencia de nuestros tiempos, pero eso no quiere decir que quede responder a algunas preguntas aparentemente básicas. Por ejemplo: ¿qué son los fuegos fatuos?

El fuego que no arde

Puede que, si has tenido suerte, hayas visto alguna vez un fuego fatuo. Se trata de luces brillantes y aparentemente frías que parecen surgir de la nada. Muchos de los avistamientos han ocurrido en cementerios, lo cual ha contribuido a vestirlas con un hábito de misterio, reforzando su aire sobrenatural. No obstante, también han sido descritos en otros lugares mucho menos dados a la fantasía.

Según relatan quienes han tenido la suerte de presenciar uno, son como pequeñas nubes brillantes que huyen de quien se les acerca, que pueden apagarse y encenderse caprichosamente y que, por si esto no fuera suficientemente extraño, cuando se les acerca algo combustible, no solo no lo queman, sino que lo cubren de una fina y viscosa capa de humedad. Siendo justos, estos fenómenos tenían todas las papeletas para convertirse en el centro de no pocas leyendas populares.

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Desde Oceanía hasta los Balcanes, casi todas las culturas relatan el avistamiento de estas extrañas luces o de fenómenos similares. Hay quien plantea que incluso la zarza ardiente del antiguo testamento podía hacer referencia a un fuego fatuo que, como hemos dicho, no podría consumir su madera. Sea como fuere, parece un hecho universal y cuesta explicar cómo es posible que todavía no le hayamos encontrado respuesta. Otros fenómenos meteorológicos, por extraños que sean, tienen su explicación bien atada, como las nubes lenticulares o los duendes.

Si con ello nos quedamos más tranquilos, existe una explicación que justifica que en tantos siglos no hayamos podido desentrañar los secretos de los fuegos fatuos, y es que son relativamente raros y pequeños. Llueve con suficiente frecuencia como para que casi todos los seres humanos hayan visto llover unas cuantas veces en su vida. No obstante, los fuegos fatuos se esconden, no solo en su modesto tamaño que bien puede pasar desapercibido, sino en el tiempo. En cualquier caso, esta justificación es parcial, y hay otra que resulta más satisfactoria: nos estamos armando un buen cacao.

No hay tal cosa como EL fuego fatuo

Pensemos en la cantidad de testimonios individuales que hay que cuadrar para establecer una hipótesis sobre el origen de los fuegos fatuos que contente a todas. Parece un rompecabezas casi imposible, o puede que directamente sea imposible. ¿Y si no estuviéramos ante un único fenómeno? ¿Y si existieran fuegos fatuos de muy diferente origen y con distintas propiedades?

Clásicamente se ha intentado explicar la presencia de estos fuegos fatuos apoyándose en la combustión de gases. De hecho, los procesos de descomposición que ocurren en las tumbas de los camposantos podrían producir los gases adecuados para que se iniciaran combustiones espontáneas. Volta, por ejemplo, propuso que alguna carga eléctrica podía ser la desencadenante de la combustión de estos gases, lo cual es una hipótesis ciertamente clásica, pero no parece ajustarse a lo observado.

Una explicación mucho más elegante es que el gas metano entra en combustión, no por una descarga eléctrica, sino prendido por la mixtura de otros dos gases. Las reacciones cadavéricas de putrefacción emiten también gas fosfano y gas difosfano, los cuales se oxidan violentamente ante el oxígeno atmosférico, entrando en combustión espontáneamente. Con pequeñas cantidades de estos dos gases puede prenderse el metano que predomina en estas reacciones de descomposición sin necesidad de chispa alguna. El problema es que el metano en este estado produce una reacción exotérmica que libera calor suficiente como para prender fuego a papeles y hojarasca. Algo que según ciertos testimonios no sucede.

Precisamente por eso se vuelve interesante considerar que podemos estar ante fenómenos diferentes. De este modo, siendo cierta la hipótesis anterior, no tendría por qué aplicarse a esos casos donde la materia comburente que se le aproxima no llega a arder. En estos casos podría tratarse de una reacción distinta donde se produce lo que conocemos como “llama fría”. Aunque, a decir verdad, tendría que ser extremadamente fría, situándose muy por debajo de los 400 grados a partir de los que obtiene su nombre, ya que el papel arde a 233 grados centígrados (o 451 grados Farenheit, para los aficionados a Bradbury). Con otras reacciones se pueden conseguir llamas y subproductos que recuerdan a la sustancia viscosa de la que hablan algunos testigos.

En cuanto al movimiento de huida que muestran estas extrañas luces, podría no ser más que las corrientes de aire producidas por nuestro propio cuerpo acercándonos a ellas, o interfiriendo de algún modo. Sin embargo, se ha hablado de movimientos difícilmente explicables de este modo, para los cuales solo podemos plantear que pudiera tratarse de algún ser vivo luminiscente. La bioluminiscencia está presente en hongos, luciérnagas y todo tipo de seres que pueden haber sido confundidos dentro de este posible término que es “fuego fatuo”

Al explicar de este modo algunas pequeñas excepciones podemos permitir que la hipótesis de la combustión de gases sobreviva. Y esto es una buena noticia, porque explica por qué los pantanos son otro lugar donde se suelen ver fuegos fatuos. En ellos burbujean gases a través de agua y breas. Gases de origen geológico o biológico, pero gases combustibles que podrían explicar los fuegos.

Sea como fuere, es curioso que los avistamientos de estos fenómenos se han reducido notablemente durante las últimas décadas. Al igual que los platillos volantes y las apariciones marianas parecen guardar cierta relación inversamente proporcional con la calidad de las cámaras fotográficas que hay en el mercado. Cuando mejores son unas menos avistamientos suceden. Algunas voces lo han justificado apelando al retroceso de muchos pantanos, que se han secado durante los últimos años reduciendo, supuestamente, la cantidad de fuegos fatuos provocados por estos. De cualquier manera, no estamos sumidos en la oscuridad más absoluta, y la luz de los fuegos fatuos brilla más a medida que los investigamos. El dios de los huecos cada vez es más pequeño y menos relevante.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque todavía no esté del todo claro el origen de los fuegos fatuos, esto no quiere decir que estemos completamente perdidos. Hay buenas hipótesis e incluso experimentos de laboratorio que parecen aproximarse a algunos los testimonios.

REFENRECIAS (MLA):