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Un tsunami de 40 metros en el mediterráneo arrasó la costa de Israel hace 9000 años

Un reciente estudio apunta a que, hace 9000 años, un tsunami acabó con los asentamientos costeros anteriores a la alfarería.

Fotografía de una ola.
Fotografía de una ola.WikiimagesCreative Commons

Desde nuestra península es fácil pasar por alto lo que ocurre en el resto del mundo, o al menos lo era antes de que apareciera internet. Lo que no ocurriera entre nuestras fronteras simplemente no ocurría, y, por lo tanto, era difícil estar familiarizados con catástrofes como los tsunamis. Tenemos la suerte de vivir en un país extremadamente poco azotado por estos desastres naturales. Se estima que las costas españolas reciben un tsunami, aproximadamente, cada 1.000 años. En el mediterráneo, en general, son algo más frecuentes y se estima que cada siglo tiene lugar un tsunami de proporciones considerables.

Por suerte (una vez más) estos tsunamis mediterráneos, por grandes que sean, siguen siendo pequeños en comparación con los que sufren otras zonas del mundo. El récord se encuentra en un tsunami que bañó las costas de Alaska en 1958 y cuyas olas alcanzaron los 530 de altura. En el mediterráneo rara vez superan los 20, pero un nuevo estudio parece haber encontrado indicios de un tsunami de 40 metros de altura que viajó tierra adentro durante varios kilómetros, cuando no es usual que supere los 300 metros. Aquella catástrofe ocurrió hace 9000 años y arrasó la costa israelí cercana al antiguo asentamiento de Tel Dor, explicando así un antiguo misterio: la ausencia de restos de poblados en estas costas y su reaparición hace 8.000 años.

¿Cómo de seguros podemos estar?

Para ser precisos, los científicos son algo menos rotundos de lo que suele transmitirse en los medios. Cuando dan un dato numérico suelen cubrirse las espaldas con análisis estadísticos que les permite dar una horquilla en la que puedan estar bastante seguros de que se encuentra la respuesta correcta. Cuando decimos “olas de 40 metros” lo que ellos indican exactamente es que las olas pudieron encontrarse entre 16 y 40 metros de altura, que el tsunami se propagó tierra adentro entre 1,5 y 3,5 kilómetros y que esos 9.000 años de antigüedad son, en realidad un periodo comprendido entre 9.910 y 9.290 años. Aunque parezca menos preciso que dar una fecha concreta, esta forma de comunicar información proporciona una gran seguridad y aumenta la confianza en los datos obtenidos por estos estudios.

Pero entonces ¿cómo pueden estar tan seguros de que hubo tal tsunami? La pista la dieron los sedimentos. La tierra que pisamos es, en realidad, una gruesa manta de cientos de miles de capas. Los sedimentos (rocas, polvos, cadáveres, tierra…) se van depositando poco a poco, por lo que, según su profundidad y otros detalles, podemos deducir cuándo se formó cada capa. En este caso, los expertos perforaron pozos de hasta nueve metros de profundidad, donde encontraron restos que característicamente asociamos a sedimentos arrastrados desde el mar a la costa por los tsunamis. Por aquel entonces, aquel lugar era un humedal y sus sedimentos deberían de ser muy distintos a los encontrados en lo que, se estima, que debió de ser el siglo VII antes de Cristo.

¿Qué lo produjo?

Los tsunamis pueden ser causados por una gran variedad de sucesos diferentes: impactos de meteoritos, terremotos, erupciones volcánicas, desprendimientos de tierra o glaciares. Buceando en la información geológica que tenemos de aquella época, los científicos dieron con una cueva cercana a la cordillera de Carmel cuyos desprendimientos sugerían un origen sísmico. Se estima que este terremoto tuvo lugar, más o menos, por las mismas fechas que el de Tel Dor, por lo que las piezas podían encajarse.

La superficie terrestre está formada por placas rígidas que se mueven unas sobre otras, frotándose y hundiéndose. A veces, el rozamiento hace que no se deslicen a la perfección, y como si tratáramos de meter empujar algo elástico dentro de un hueco estrecho, la placa tiende a deformarse, se arruga abombándose en sus extremos. No obstante, con el tiempo y la presión, la placa termina deslizándose a la fuerza, recuperando su forma y empujando grandes cantidades de agua.

Sea como fuere, los restos sedimentarios revelan que el suelo tardó bastante en recuperar su composición habitual. Puede deducirse que los depósitos propios de los humedales tardaron unos mil años en normalizarse y, confirmando la interpretación hecha de los datos geológicos, parece que por aquel entonces es cuando se produjo la vuelta de los asentamientos a estas costas. La geología avanza más lento de lo que podemos imaginar, pero estas catástrofes demuestran que sus ritmos no están tan desacompasados con los nuestros, aunque así nos lo parezca.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Cuando los científicos dan horquillas de tiempo para datar un evento, no se trata de falta de precisión, todo lo contrario. Es una obsesión por la precisión y, gracias a la estadística, pueden asegurarse de que esa franja de tiempo contiene la respuesta real con una probabilidad realmente alta, por lo general superior al 90, 95 o 99% según la disciplina implicada. Cuando se da un dato aislado, la probabilidad de que se acierte con absoluta precisión es mucho más baja y se vuelve imposible saber cómo de acertadas son realmente las conclusiones de un estudio.

REFERENCIA (MLA):

  • Shtienberg G, et al. “A Neolithic mega-tsunami event in the eastern Mediterranean: Prehistoric settlement vulnerability along the Carmel coast, Israel.” PLoS ONE .2020. doi: e0243619. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0243619