Más allá de la Tierra

4+1 lugares de nuestro sistema solar donde podría haber vida desconocida para nosotros

Puede que en las próximas décadas encontremos indicios de formas de vida en algunos lugares clave de nuestro sistema solar y estos son algunos de ellos

Imagen de la NASA del mar de metano de Titán
Imagen de la NASA del mar de metano de TitánwikipediaNASA / Jet Propulsion Lab / USGS

Immanuel Kant creía en los extraterrestres. Una de las mentes más brillantes de todos los tiempos, el polímata que jamás abandonó Königsberg, el hombre cuyos textos torturan a los inocentes estudiantes de filosofía, ese genio estaba convencido: hay vida ahí afuera. Aunque, a decir verdad, sus afirmaciones eran incluso más radicales. Por aquel entonces solo conocían a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno y para Kant estaba claro: cada uno de ellos debía de albergar civilizaciones como la nuestra, más inteligentes cuanto más cerca estuvieran del Sol. Ahora sabemos que las especulaciones del regiomontano son increíblemente poco probables y que nuestro vecindario cósmico es algo más hostil de lo que sospechó el filósofo.

No obstante, esto no significa que estemos solos. Con la ciencia en la mano y la información que poseemos, no es descabellado pensar que pueda haber vida en algunos lugares “estratégicos”. Es cierto que no hay muchas esperanzas puestas en el infernal Mercurio ni en el helado y periférico Urano, pero entre la larga lista de planetas y lunas que restan, existen algunos candidatos más que interesantes. Entre ellos hay cinco que destacan por encima de los demás, media decena de mundos donde no sería descabellado encontrar nuevas formas de vida y que tal vez (y solo tal vez) nos sorprendan durante las próximas décadas.

Marte

Marte es nuestra primera parada y no podía ser de otro modo. Mal que nos pese, todavía se utiliza “marciano” como sinónimo de “extraterrestre”, y eso se lo debemos a un tiempo pretérito en el que creímos haber encontrado señales inequívocas de una civilización habitando el planeta rojo. Todo comenzó en 1877, cuando el astrónomo italiano Schiaparelli estaba cartografiando la superficie de Marte e identificó unas extrañas estructuras a las que llamó canali. Esta palabra fue rápidamente traducida al inglés como canals, canales en el sentido más ingenieril del término. Debido a esta confusión, muchos pensaron que había pruebas indudables de vida inteligente en Marte.

Sin embargo, Schiaparelli hablaba de canales naturales producidos por escorrentías de agua que habían erosionado las lomas. No era una señal inequívoca de vida, pero nos hacía sospechar que, en el pasado, Marte había contado con un ciclo del agua en su superficie: lluvias, ríos y mares que, bajo su ya desaparecida atmósfera, podían haber dado las condiciones ideales para que prosperara la vida. Todo aquello pasó, pero puede que alguna forma de vida microscópica haya sobrevivido hasta nuestros días, en especial sabiendo que sus polos están cubiertos por casquetes de hielo y que, posiblemente, bajo su superficie haya grandes masas de agua líquida.

Que se den las condiciones para que surja la vida y que se cumplan los criterios para que la vida sobreviva son dos cosas muy diferentes. Si en un pasado Marte estuvo poblado, no sería extraño que algunas formas de vida pudieran haber sobrevivido a la sequedad, la radiación y la pérdida de atmósfera. A fin de cuentas, conocemos especies capaces de sobrevivir a las condiciones más extremas.

Titán

Otro candidato clásico, aunque mucho menos popular, es Titán. A pesar de su nombre, es mucho más pequeño que Marte, principalmente porque se trata de un satélite, no de un planeta. Titán orbita en torno a Saturno y es casi un 50% más grande que nuestra luna, pero lo realmente extraño de este cuerpo es su superficie. Sabemos que en ella hay grandes cantidades de etano y metano líquido, puede que incluso una fina capa de agua. En cualquier caso, no sería extraño esperar que estas masas de etano y metano se comportaran parecido al como lo hace el agua en nuestro planeta, evaporándose y precipitando sobre la Tierra.

Es cierto que, por lo general, pensar en vida es pensar en agua. No obstante, existen alternativas bioquímicamente plausibles (al menos a grandes rasgos) y casualmente el metano es una de ellas. Este junto con otros compuestos detectados en la superficie de Titán, podrían servir de disolvente para el desarrollo de una química prebiótica, el paso previo a que surja la vida propiamente dicha. Sus -179 ºC de máxima no lo convierten en un destino atractivo y dejan en ridículo los -60 ºC que experimenta Marte de media. Más allá de la percepción de frío, las bajas temperaturas pueden ralentizar algunas reacciones químicas necesarias para la vida, haciendo que, de existir, fuera fundamentalmente distinta a la que conocemos en nuestro planeta.

En 2010 la misión Cassini-Huygens detectó unas anomalías en la atmósfera que parecían compatibles con procesos biológicos, pero la fiabilidad de estos datos es baja y habrá de ser comprobada con dispositivos más específicos.

Encélado

El siguiente candidato está relativamente cerca, porque es otra de las lunas de Saturno. Los 2.500 km de radio de Titán hacen palidecer los apenas 250 de Encélado, pero bajo su helada superficie parece haber un prometedor océano. De hecho, más allá de una conjetura, tenemos buenos motivos para creer que hay agua líquida en Encélado, especialmente por las plumas que emergen de su polo sur cual géiseres. Tras analizar numerosas veces estas emisiones, los científicos han concluido que se trata de agua salada con un alto contenido en hidrógeno, lo cual podría apuntar a una gran actividad de su fondo oceánico. Es más, este hidrógeno podría servir de fuente de energía a algunas formas de vida sencillas.

Agua y “alimento”, dos factores clave que nos llevan a apostar por Encélado como uno mundo posiblemente habitado, pero hay más. Los análisis hechos a las plumas también revelan la presencia de compuestos orgánicos sencillos, ladrillos básicos necesarios para la vida tal y como la conocemos. Y si en lugar de apuntar a las plumas estudiamos los granos de hielo que emite, encontraremos compuestos orgánicos muchos más complejos. Casi podemos empezar a imaginar rudimentarias formas de vida, dejándose llevar en plena oscuridad, bajo la capa de hielo de 22 kilómetros de espesor que rodea a Encélado.

Europa

Y junto con Encélado viene una gemela. Una segunda luna helada que, en este caso, se encuentra orbitando a Júpiter: Europa. Este satélite es poco más grande que nuestra luna, pero se calcula que en él hay entre dos y tres veces más agua que en nuestro propio planeta. Los científicos están bastante seguros de que, bajo los primeros 25 kilómetros de hielo se extiende un océano de 90 kilómetros, casi 20 veces más que la profundidad media de la hidrosfera terrestre. Tal vez te estés preguntando cómo es posible que Encélado y Europa sean capaces de mantener tal cantidad de agua líquida estando a unas temperaturas tan bajas, y aunque sea simplificarlo bastante, podríamos decir que se debe al planeta al que orbitan. La cara de Europa que “mira” a Júpiter se ve más atraída hacia él que la contraria, y eso hace que la grandísima gravedad del planeta la deforme. Al trasladarse en torno a Júpiter, la deformación de Europa va cambiando de dirección, generando calor. Es algo parecido a lo que ocurre cuando estiramos una goma elástica y la devolvemos a su longitud original, esta se calienta ligeramente.

Para algunos expertos, este es el lugar de nuestro sistema solar donde es más probable que encontremos nuevas formas de vida, no obstante, tiene un problema. 25 kilómetros de espesor de problema y la la presencia de géiseres aparentemente menos reveladores que los de Encélado. Sin embargo, hay aberturas en cuyos extremos podría haber restos de compuestos orgánicos que ayudaran a aclarar la situación.

La Tierra

Nadie pretende esgrimir una verdad de Perogrullo, ni mucho menos. Que en la Tierra hay vida es un detalle que no pasa desapercibido para nadie, pero en esta ocasión hablamos de nuevas formas de vida. Se estima que cada año se descubren en nuestro planeta unas 20.000 especies nuevas de seres vivos, y no debemos de olvidarlo. Vivimos en un mundo en gran medida inexplorado que todavía esconde sorpresas en sus profundos océanos y en sus cada vez menos densas selvas. Sin embargo, tampoco nos referimos a este detalle.

Algunos expertos especulan que, a pesar de que todas las formas de vida que conocemos en la actualidad proceden de un mismo ancestro, no sería extraño que, en algún momento, un vergel como el nuestro hubiera dado lugar a una forma de vida diferente. Puede que pereciera, quizá sobrevivió y evolucionó un tiempo antes de que nuestros antepasados la empujaran a la extinción, o puede, sencillamente, que siga habitando en los alrededores de alguna fumarola volcánica. Sin duda, es una posibilidad para tener en cuenta y no parece menos plausible que encontrar vida en otros planetas.

Volviendo a Kant, una de sus citas más famosas reza lo siguiente: «Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». El verdadero significado de esta frase es muy ajeno a lo que en este artículo se trata, pero inspira una reflexión paralela acerca de cómo la maravilla que nos inspiran esos mundos potencialmente habitados, también reside en nosotros, en nuestro propio planeta.

LA CLAVE:

  • A pesar de la noticia que se viralizó a finales de 2020, Venus no ha sido incluido en la lista debido a la controversia que ha generado entre la comunidad de expertos. Las supuestas medidas de gas fosfano (potencial producto de procesos biológicos) han sido puestas en tela de juicio y hay motivos para considerar que pueda tratarse de un simple error de los dispositivos utilizados, así como de un mal procesado de los datos obtenidos. Harán falta, por lo tanto, más pruebas antes de considerar a Venus como un firme candidato a albergar vida.

REFERENCIAS (MLA):