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La Tierra está aumentando su velocidad de giro, pero no debería de durar mucho

Desde que se formó nuestro planeta, ha ido ralentizando su giro, pero hace unas décadas que parece estar acelerando. Ambas cosas son posibles.

Imagen de stock de la Tierra
Imagen de stock de la TierraPixabayCreative Commons

Se estima que, cuando se formó nuestro planeta, hace 4.600 millones de años, sus días duraban apenas 6 horas. Por aquel entonces la Luna estaba unas 10 veces más cerca de lo que está ahora y la Tierra giraba mucho más rápido sobre sí misma. No podemos saberlo con seguridad, pero estos cálculos tampoco han sido sacados de la manga de ningún adivino. Lo que sí sabemos gracias al registro geológico y fósil es que los días no siempre han durado lo mismo. De hecho, parece que de forma general ha ido ralentizándose durante los últimos millones de años, aumentando la duración de los días. Sin embargo, semeja que durante las últimas décadas está “recuperando” parte de su velocidad.

Sin ir más lejos, el 19 de julio de 2020 fue, según los registros, el día más rápido del último medio siglo. ¿Significa esto que ha roto su tendencia? No, en absoluto, o al menos no hay nada que nos haga poder sostener tal hipótesis con un mínimo de convicción. Para entenderlo tendremos que remontarnos, rápidamente, a nuestro origen como planeta.

¿Por qué gira la Tierra?

Hace muchos miles de millones de años, nuestro planeta no era más que una nube de polvo y las partículas que la conformaban se movían de forma anárquica, en todas las direcciones, girando en torno al centro de la nube. No obstante, la gravedad fue atrayéndolas unas a otras, haciendo que chocaran entre sí. Para simplificarlo mucho, las partículas que giraban en sentidos contrarios, cuando chocaban, cancelaban su movimiento o, en algunos casos, primaba el de una partícula sobre el de otra. Estas “motas” pronto se convirtieron en rocas y cada poco a poco, choque a choque, parecía ir emergiendo cierta coordinación, posiblemente porque, entre aquellas partículas anárquicas de las que partíamos, ya había una mayoría que giraban en el mismo sentido. Su dirección sería la que prevalecería.

No obstante, es de esperar que esta mayoría no fuera demasiado nutrida y que, tras las muchas colisiones que separaban esa nube de polvo de un planeta bien conformado, el giro resultante fuera realmente lento. Aquí es donde entra en juego una analogía realmente reveladora. Durante este proceso, la nube fue encogiéndose mientras rota, como un patinador que, tras empezar a girar, comienza a encoger sus brazos pegándolos mucho contra el cuerpo. Gracias a la conservación del momento angular y sin necesitar de ningún impulso extra, el patinador girará cada vez más rápido a medida que encoge sus brazos. Del mismo modo, el ligero giro de aquella nube de materia se potenciará durante su “transformación” en un planeta.

El registro más antiguo que tenemos sobre de la velocidad de rotación de nuestro planeta data de hace 620 millones de años e indica que cada día duraba unas 22 horas por aquel entonces. Extrapolando los datos con cautela, los expertos estiman que, hace 4.600 millones de años, cuando se formó la Tierra, los días duraban 4 veces menos que ahora, tan solo 6 u 8 horas. Sin embargo, desde entonces un gran número de causas han ido frenándonos.

Estamos frenando

Entre las muchas causas de la reducción que hemos experimentado en nuestra velocidad de giro, una de las más significativas parece ser la fuerza gravitatoria que ejercen la Luna y el Sol sobre la Tierra. Estas influencias son conocidas como “fuerzas de marea” y se deben a que, aunque nos sorprenda, nuestro planeta no es un punto sin dimensiones en el espacio. Puede parecer complejo, pero esto solo significa que la Tierra tiene volumen, tres dimensiones que se extienden en el espacio y eso es muy relevante para entender cómo le afecta la gravedad de otro cuerpo.

Sabemos que la gravedad es una fuerza que atrae a los cuerpos con masa, pero resulta que esta es más intensa cuanto más cerca estén los cuerpos, de hecho, disminuye rápidamente a medida que nos alejamos, concretamente con el cuadrado de la distancia. Esto significa que la parte de la Tierra más cercana a la Luna experimentará una fuerza de atracción mayor que la más alejada. Esta es la causa de las mareas, por ejemplo. Simplificándolo mucho, el agua de nuestro planeta se ve atraída con más fuerza en la zona más cercana a la Luna y, por lo tanto, va elevando el nivel del Mar a medida que la Luna gira a nuestro alrededor.

Pues bien, este efecto no es exclusivo de los fluidos, ocurre algo parecido con el resto de las estructuras de nuestro planeta, se deforman como si tiráramos de cada uno de sus extremos. Estas fuerzas de marea son, a su vez, causantes de la deceleración de uno de los dos cuerpos y el alejamiento del otro (lo que, en este caso, está ocurriendo con la Luna). Pero entonces... ¿Cómo es posible que haya vuelto a acelerar?

Tendencias y excepciones

El 19 de julio de 2020 duró 1,4602 milisegundos menos de lo estándar (24 horas). Para hacernos una idea, un milisegundo es el resultante de dividir cada segundo en 10 partes iguales, cada una de estas partes en otras 10 idénticas y finalmente, volver a dividirlas en 10. Un rayo dura varios milisegundos, así que estamos hablando de una unidad de tiempo realmente breve. Pero esto no es un caso aislado, parece que se trata de una tendencia continuada durante las últimas décadas. Puede parecer contradictorio con todo lo explicado hasta ahora, pero en realidad no hay problema alguno.

La tendencia sigue estando clara: la Tierra decelera. Sin embargo, esta deceleración no es continua, en los registros podemos ver momentos en que esta fue más rápida, otros en los que fue más lenta y otros en los que se revirtió para empezar a acelerar de nuevo, como estamos viendo ahora, pero siempre han sido cambios temporales, variaciones esperables de cualquier sistema complejo. Pero que sea esperable no quiere decir que no tenga explicación, todo lo contrario. Las fuerzas de marea no son las únicas implicadas en la velocidad de rotación de la Tierra. Como hemos dicho, cuanto más pegue un patinador sus brazos al cuerpo más rápido girará y, si se derriten las montañas heladas de los polos, su altura disminuye, como como el patinador, haciendo que la Tierra acelere ligeramente.

Esto, junto con otros fenómenos no astronómicos, podrían estar tras la extraña aceleración de nuestro planeta. Precisamente por esta superposición de causas, podemos conciliar ambos fenómenos (la aceleración puntual que vivimos con la tendencia a decelerar a largo plazo). Así que no, probablemente no vayamos a tener que cambiar demasiado nuestros relojes, al menos no por ahora.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque parezca mentira, estos “aplanamientos” de la superficie terrestre pueden llegar a tener un impacto notable en la velocidad a la que gira nuestro planeta. Un ejemplo paradigmático por su corta duración, pero gran influencia es el del terremoto de magnitud 8,9 que experimentó Japón en 2011. Este trasladó la isla de Honshu 3,6 metros hacia el este, y produjo el hundimiento de buena parte de la costa de Japón perdiendo 0,6 metros de altura. Todo esto desvió ligeramente el eje de rotación de la Tierra y aceleró nuestra rotación 1,8 microsegundos.

REFERENCIAS: