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El hotel espacial que promete abrir en 2027 y el negocio de las expectativas

La industria de los viajes espaciales promete convertirse en un negocio multimillonario, pero ¿estamos preparados para enfrentar sus retos?

Reconstrucción artística de la estación espacial Voyager que pretende funcionar como un hotel antes de que termine la década.
Reconstrucción artística de la estación espacial Voyager que pretende funcionar como un hotel antes de que termine la década.Gateway FoundationCreative Commons

Hace ya 20 años que Dennis Anthony Tito hizo historia a golpe de talonario, convirtiéndose en el primer turista espacial por el módico precio de 20 millones de dólares. Para Dennis aquello era calderilla, tan solo un 2% de su fortuna recientemente tasada en mil millones de dólares, pero siendo realistas, el coste resulta prohibitivo incluso para las economías más boyantes. Desde entonces, una nueva industria ha ido emergiendo de entre nuestros sueños y la ciencia ficción, un negocio que busca saciar nuestro ímpetu por ir más allá, la irresistible atracción que sentimos hacia el espacio y, sobre todo, el muy humano fetiche de la exclusividad.

Dos décadas después de que Tito flotara a través de la Estación Espacial Internacional, una nueva empresa ha subido la apuesta. No solo parece haber reducido el coste de los viajes a 5 millones de dólares, lo que supone un cuarto de lo pagado por Tito, sino que prometen cambiar las reglas del juego. La idea ya no es “ir al espacio sea como sea”, ahora, la comodidad impera, y en lugar de fugaces vuelos orbitales o estancias en la asfixiante Estación Espacial Internacional. Lo que la Fundación Gateway plantean es un hotel en toda regla situado en la órbita baja de nuestro planeta. Es más, lejos de sugerirlo como una posibilidad a largo plazo, prometen que recibirá sus primeros turistas en 2027. Ahora bien: ¿Cómo de fiables son sus augurios?

Una cuestión de dinero

Para valorar si es realista esperar que el hotel abra sus puertas en 2027 necesitaríamos tener datos que la empresa no ha compartido todavía. ¿En qué estado del desarrollo se encuentran sus módulos? ¿Cómo pretenden solucionar exactamente los problemas de abastecimiento? ¿Con qué capital puede destinar la empresa a este proyecto? Los directivos insisten en que las reservas que ya han recibido cubren la construcción y los primeros meses de funcionamiento, pero ¿es esto posible?

Cuando hablamos del hotel Voyager, nos referimos a lo que podría ser la mayor obra de ingeniería de la humanidad, superando con creces en tamaño a cualquier otro ingenio que hayamos puesto en el espacio. Para hacernos una idea, construir la Estación Espacial Internacional costó 100 mil millones de dólares. Claro que el hotel Voyager planea ser más de seis veces mayor que la Estación Espacial Internacional.

El dinero necesario para sacar adelante una empresa de este calibre no es baladí y resulta sorprendente que ya cuenten con todo lo necesario cuando, plataformas como Netcapital valoran la empresa en tan solo 22 millones de dólares y cada una de sus acciones vale 25 céntimos de dólar. Si bien es cierto que las misiones espaciales se han abaratado algo desde entonces, también hemos de tener en cuenta la inflación y que 100 mil millones de dólares de la época en que se empezó a ensamblar la estación espacial internacional (1998) equivalen a más de 160 mil millones de dólares actuales.

Por otro lado, enviar cada kilo al espacio cuesta 54.500 dólares, complicando el transporte de productos básico, agua y alimentación que, según prometen los directivos, serán equivalentes a los que podamos encontrar en un restaurante de lujo. Si la Fundación Gateway ha descubierto cómo solucionar estos detalles para hacerlos rentables es todavía un misterio debido a su opacidad.

¿Un tiempo récord?

En cuanto al factor tiempo, la Estación Espacial Internacional que conocemos hoy ha necesitado 30 misiones y 10 años para acabar de ser ensamblada, pero la Fundación Gateway indica que la empresa Orbital Assembly Corporation empezará a ensamblarla en 2026 con la esperanza de recibir los primeros turistas tan solo un año después.

Teniendo en cuenta que pretenden dotar a su hotel de gravedad artificial dándole una forma anular que gire sobre sí misma, posiblemente necesite haber ensamblado la totalidad de módulos que componen el anillo de 200 metros de diámetro en apenas 12 meses. Este tipo de construcciones se conocen como ruedas de von Braun, padre de la carrera espacial norteamericana, antiguo científico del régimen nazi y creador de los cohetes V-2.

De hecho, el hotel pretendía llamarse von Braun hasta que los directivos entendieron que bautizar un proyecto multimillonario con el nombre de una figura tan controvertida no era la mejor de las ideas. En cualquier caso, esta rueda en cuestión es algo teórico que todavía no ha podido ser puesto a prueba. Prometer que pueda ensamblarse y funcionar correctamente en un año es, como poco, entrar en un terreno pantanoso.

Cuando se trata de ciencia y tecnología de frontera, todo es incierto. Podemos ponderar y estimar los riesgos y problemas que nos encontraremos llevando a cabo un procedimiento ya conocido. No obstante, cuando hablamos de un reto completamente nuevo y cargado de complejidades, las contingencias toman el poder. No podemos predecir todos los problemas que vayan a surgir con una nueva tecnología y, por lo tanto, cualquier imprevisto puede costar años de retraso en un proyecto de esta envergadura. Hacer promesas a cortísimo plazo no suele ser especialmente realista, y la experiencia lo corrobora, porque, aunque parezca sorprendente, esta no es la primera vez que un hotel espacial reclama los titulares de medio mundo.

Pedro y el lobo del turismo espacial

A poco que buceemos en la hemeroteca encontraremos que esta promesa no es la primera de su especie. Desde que Tito viajó a la Estación Espacial Internacional son muchas las empresas que han coqueteado con la idea de sumarse al negocio de los viajes espaciales privados. En 2008 Galactic Suite prometía ser el primer gran hotel en el espacio e incluso contaba con 38 clientes que ya habían adelantado parte del coste de la estancia, el cual ascendería a 3 millones de dólares por cuatro noches. La idea era combinar un hotel con un SPA y aprovechar la ingravidez para crear una piscina de 20 litros con forma de burbuja, una idea que a priori no parece especialmente segura. La fecha para su apertura era 2012 y 9 años después seguimos sin saber nada acerca de Galactic Suite.

Unos años antes, en 1999 la cadena Hilton planteó la posibilidad de abrir el primer hotel espacial en 2005, otro proyecto que tampoco llegó a buen puerto. Y aunque es cierto que desde 2008 (y en especial desde 1999) la exploración espacial se ha revolucionado, no tenemos por qué remontarnos tanto para encontrar promesas rotas. En 2018, tan solo un año antes de que irrumpiera la pandemia, Orion Space prometía construir la estación espacial Aurora con la pretensión de que empezara a funcionar como un hotel para 2022. Estamos a un año de la meta y no se sabe gran cosa del proyecto más allá de que la reserva costaba 80.000 euros por turista.

En esta carrera por el dominio del turismo espacial, la información es poder, y aunque es comprensible que no se filtren detalles, también es de esperar que impere el escepticismo. La experiencia nos ha enseñado a desconfiar de estos proyectos, ya prometan burbujas de 20 litros o canchas de baloncesto donde la microgravedad nos ayude a hacer mates, como sugiere Space Gateway. Tampoco es precisamente una novedad que determinadas empresas jueguen con las expectativas del mercado. Algunas presentan proyectos deliberadamente inviables, pero tan ambiciosos que acaban captando la atención de los inversores. A veces eso es todo lo que necesitan para hacer posible lo imposible, dinero, pero otras se enfrentan a problemas y limitaciones que ni siquiera la mayor de las fortunas puede solucionar. Solo el tiempo (llevado con escepticismo) nos permitirá saber a qué especie pertenece la Fundación Gateway.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Si bien falta información para saber a ciencia cierta el estado y pronóstico de este proyecto, ateniéndonos al estado actual de la tecnología, parece bastante inconcebible que pueda desplegarse una infraestructura como la que plantea Gateway en apenas 6 años.

REFERENCIAS (MLA):