Coronavirus

La memoria inmunitaria contra la COVID podría ser de por vida

Según un estudio de la Universidad e St. Louis, la infección por SARS-CoV-2 produce una respuesta inmunitaria específica de larga duración

Trabajadores sanitarios tomando muestras en Filipinas (AP Photo/Aaron Favila)
Trabajadores sanitarios tomando muestras en Filipinas (AP Photo/Aaron Favila)Aaron FavilaAgencia AP

Hace más de un año que vivimos en la incertidumbre y bebemos cada gota de información como si fuera la última. Necesitamos certezas, respuestas a las grandes incógnitas sobre la pandemia que vivimos. Una de las cuestiones más inquietantes y que nos llevan acompañando desde los primeros meses es si la infección general suficiente memoria inmunitaria como para hacernos resistentes a ella a largo plazo. Durante los primeros meses de pandemia, este tema fue uno de los más confusos, por la cantidad de matices que existen y lo sencillo que es malinterpretarlos.

Desde el principio sabemos que se produce una respuesta inmunitaria al virus, muy pronto descubrimos que esa respuesta es, en parte, específica para luchar contra este coronavirus en concreto. Finalmente, aclaramos que parte de esa inmunidad específica se mantenía, creando una suerte de memoria. La verdadera duda no era si se producía inmunidad a largo plazo, sino cuánto tiempo duraba esta. Como mucho, los expertos podían intentar deducirlo a partir del comportamiento de otros coronavirus, pero era una aproximación poco fiable, un parche para anticiparse a la verdadera prueba de fuego: ver cuánto duraba realmente la inmunidad en los pacientes. Es en este contexto en el que se ha alzado un nuevo estudio. Su titular parece rotundo: “La infección por SARS-CoV-2 induce células plasmáticas de médula ósea de por vida en humanos”. Pero ¿cómo pueden saberlo? ¿Podemos creerlo?

Problemas de tiempo

A simple vista, es muy probable que nos llame la atención que la duración que le atribuyen a la memoria inmunitaria es “de por vida”. No hay que darle demasiadas vueltas para entender que esa afirmación tiene un punto conflictivo. Por mucho que en ciencia se puedan y se deban deducir algunas conclusiones, normalmente la evidencia fuerte viene cuando, no solo lo deducimos, sino que lo podemos comprobar en carne y hueso. Precisamente por eso, para comprobar si una inmunidad es de por vida, también necesitaremos seguir a los sujetos de por vida. Cierto es que ha pasado algún tiempo desde que empezamos a oír hablar de aquel virus de Wuhan, pero no ha sido tanto como el que haría falta para atestiguar con rotundidad la duración de por vida, al menos en este contexto.

No obstante, si rascamos más allá del titular del propio artículo científico, encontraremos un discurso mucho más comedido. Lo que han hecho estos investigadores de la Universidad de Sant Louise ha estado mucho más acotado en el tiempo, un seguimiento de apenas 11 meses. El número de sujetos se reducía a 77 individuos que, en el pasado, habían sufrido una infección leve de SARS-CoV-2. Hasta ahora, los resultados habían sido controvertidos. De hecho, parecía claro que, al menos durante los primeros meses, los anticuerpos en sangre sufren una reducción tremendamente drástica.

Células longevas

El nuevo estudio parece avalar este dato, pero no sin añadir algunos matices. Por lo que el equipo pudo analizar,el total de los sujetos sufrió un rápido descenso de los anticuerpos durante los primeros 4 meses para, posteriormente, pasar a un declive menos pronunciado a lo largo de 3 meses más. Esto podría significar que los anticuerpos son producidos por poblaciones diferentes de células inmunitarias. La mayoría de ellos podrían venir, al principio, de células con una esperanza de vida menor, al morir estas, quedarían en pie una cantidad menor, pero más longeva.

Para profundizar en esto, los investigadores decidieron estudiar la evolución de las poblaciones de las células plasmáticas de larga esperanza de vida que se encuentran en la médula ósea de los sujetos. Estas son responsables de la producción de anticuerpos y, tras analizar sus niveles durante los 7 u 8 meses posteriores a la infección, se encontró una clara relación entre el número de estas células plasmáticas y la cantidad de anticuerpos. Esta es precisamente la clave, porque gracias a otra serie de análisis, pudo deducirse que estas células plasmáticas que sobreviven al séptimo mes parecen ser especialmente longevas, manteniéndose posiblemente de por vida.

Todo esto suena realmente halagüeño, pero en el propio artículo recomiendan ser cautelosos. Si bien los sujetos parecían mantener su memoria inmunitaria, esta parecía escasa en algunos casos, apuntando a que puede ser altamente dependiente del individuo y de la intensidad con la que haya pasado la infección. Precisamente por este motivo conviene seguir vacunando a quienes en su día ya fueron infectados. Esto, junto con otra serie de datos sospechosos hacen que el artículo sea, más que una respuesta definitiva, una contribución valiosa al debate que, mal que nos peses, todavía sigue vigente: ¿Cómo de efectiva es la memoria inmunitaria que deja el SARS-CoV-2?

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es importante comprender que este tipo de estudios pueden hacerse de dos formas más o menos pertinentes en función del momento evolutivo de la pandemia. Durante los primeros meses, dado que no puede observarse la evolución a largo plazo por el simple hecho de que no ha pasado suficiente tiempo, conviene tratar de deducir lo que está por ocurrir. Sin embargo, cuando el tiempo ya ha pasado, han de primar estudios que se sustenten sobre todo en observar cómo se ha desarrollado la enfermedad y su inmunidad. Ahora mismo nos encontramos en un punto intermedio de transición entre unos y otros, posiblemente obtengamos información más robusta durante los próximos meses y, desde luego, durante los años venideros.

REFERENCIAS (MLA):