Sociedad

Neurociencia

Diputados de Gran Bretaña plantea proteger los sentimientos de los pulpos ¿Es el fin de las mariscadas?

Para defenderlo, estos se remiten a un informe que reúne evidencias científicas acerca de tal afirmación, pero ¿están en lo cierto?

Un amistoso pulpo parece saludar a un buceador que lo está grabandoYOUTUBE - CATERS - @PBDIVEINSTRU01/06/2021
Un amistoso pulpo parece saludar a un buceador que lo está grabandoYOUTUBE - CATERS - @PBDIVEINSTRU01/06/2021YOUTUBE - CATERS - @PBDIVEINSTRUCTORYOUTUBE - CATERS - @PBDIVEINSTRU

Siempre nos hemos sentido algo solos. Hemos levantado la vista para buscar inteligencia fuera de nuestro planeta, pero en más de una ocasión lo que buscábamos era un reflejo de nosotros. Tendemos a tomar al ser humano como medida de todas las cosas y, al hacerlo, estamos tan equivocados como lo estaba Protágoras cuando acuñó la frase. Tiene sentido especular con civilizaciones tecnológicas en otras estrellas, pero si estamos buscando “solo” vida inteligente, tal vez podamos hacerlo mucho más cerca de casa. La verdadera pregunta no es tanto si existen otras mentes en nuestro planeta, sino cuántas de ellas seríamos capaces de identificar. ¿Podemos acaso reconocer la inteligencia cuando la tenemos delante?

Con los años hemos ido aceptando que entre la cognición de los grandes simios y la nuestra solo existe una diferencia cuantitativa, de escala. Sabemos del intelecto de los elefantes y los delfines, ya alejados de los primates como nosotros. Inclusos reconocemos sin demasiados reparos la elevada cognición de algunas aves, como los cuervos, capaces de resolver algunos problemas con la soltura de un niño de siete años. Sin embargo, parecemos seguir arrastrando algunos problemas a medida que nos alejamos evolutivamente de nuestros parientes más cercanos. Podemos aceptar que un petirrojo o un cocodrilo tengan cierto nivel de emocionalidad rudimentario, pero continuamos viendo a los invertebrados como puras máquinas. Ahora, en cambio, diputados británicos buscan que se reconozcan los sentimientos de pulpos,langostas y otros invertebrados marinos.

Una cuestión de detalles

A simple vista puede sonar muy extraño. ¿Hemos de proteger los sentimientos de los invertebrados? Sin embargo, un análisis más profundo nos pone de frente con una realidad diferente. Los diputados no buscan que equiparen los derechos de estos animales con los derechos humanos, ni mucho menos. Ahora mismo, existe una férrea legislación que regula la forma en que debemos cuidar y sacrificar al ganado, los pollos y en general la mayor parte de la carne que consumimos. Estas leyes de bienestar animal son, en cierto modo, una responsabilidad que asumimos para con especies de las que nos estamos aprovechando.

Según algunos estudiosos de la ética, los animales no pueden poseer derechos, pero incluso en estos casos extremos, se defiende que, aún sin derechos, nosotros sí debemos tener una responsabilidad hacia ellos. Sabiendo que los pollos son capaces de contar y entender el número cero, que las terneras establecen vínculos afectivos o que las ovejas pueden morir de estrés parece razonable que, ya que vamos a sacrificarlos para nuestro consumo, reduzcamos al mínimo el sufrimiento que podamos causarles. Si pudiéramos demostrar que los invertebrados, efectivamente, tienen sentimientos, ¿no deberíamos establecer medidas similares para preservar su bienestar? Formas menos cruentas de sacrificio, un mínimo de calidad de vida durante su crianza en cetáreas, etc. Visto así parece más razonable, pero ahora la pregunta es otra, aquella a la que hemos condicionado esta última: ¿tiene sentimientos el marisco?

Posiblemente sí

Para concretar el problema, hemos de tener en cuenta que los diputados se están refiriendo a algunos cefalópodos (como el pulpo o la sepia) y a determinaos crustáceos (como la langosta o la gamba). Cada uno de sus casos es muy diverso y la propia definición de “sentimientos” y como de universal queramos que sea, alterará nuestras conclusiones. Una definición más laxa, como la que han empleado en este caso, podría equipararlo a la sensación de dolor. El cierto modo, el dolor es un sentimiento, básico pero un sentimiento. Y la zoología lo tiene claro, cualquiera de estos animales que hemos nombrado es capaz de sentir dolor y responder a él evitándolo e incluso anticipándose para no llegar a sentirlo.

Por supuesto, esto trae consigo otro problema mayor, que es determinar si tal dolor es análogo al que nosotros sentimos, o simplemente una suerte de reflejo inconsciente, sin la dimensión afectiva que nosotros experimentamos. Estaríamos ante la eterna pregunta de cómo saber si hay una consciencia como la nuestra encarnada en nuestros amigos, conocidos, animales, replicantes, etc. O si, por el contrario, solo actúan como si fueran conscientes. Este solipsismo, que se llama, ha demostrado ser poco fértil y, por lo tanto, no deberíamos anclarnos a ella con tanta facilidad. Lo más cauto es, tanto desde la teoría, como desde la práctica, asumir que aquello que se comporta como si fuera sensible es, posiblemente, sensible y nosotros debemos, por lo tanto, de actuar en consecuencia.

Y aún hay más

Esto cubriría con bastante solvencia el problema de los crustáceos. En cuanto a los cefalópodos, podríamos blandir el mismo argumento, pero no será necesario hilar tan fino. Sabemos que los pulpos son seres curiosos, que buscan la estimulación intelectual, la resolución de problemas y que tienen reacciones emocionales (aunque básicas) ante determinadas situaciones. El intelecto de estos animales es muy superior al del resto de invertebrados y buena parte de los vertebrados.

Sin embargo, es complicado cuantificarlo porque, a pesar de que en algunos aspectos muestra una cognición destacable, hemos de entender que las inteligencias que conocemos y valoramos están encarnadas en animales sociales. Esto quiere decir que en ellos convenía potenciar una serie de cualidades muy distintas a las que puede presentar un solitario pulpo.

Una vez más llegamos a la pregunta inicial: ¿podríamos reconocer a otras inteligencias si las tuviéramos delante? Todo apunta a que, a simple vista, estaríamos completamente cegados por nuestro antropocentrismo. Sin embardipdd, si aceptamos que aquello que se comporta como si tuviera dolor realmente probablemente lo esté experimentando y esto les dota de, al menos, sentimientos primitivos, entonces hemos de aceptar que la petición de los diputados no es tan estrafalaria, estemos más o menos de acuerdo con ella. Es más, estemos más o menos de acuerdo con ella, podemos llegar incluso a convenir que es coherente que, existiendo ya una legislación que ampara a los animales sintientes, se extienda a nuevas especies igualmente sintientes.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • No se está pidiendo equiparar los derechos de los invertebrados a los derechos humanos, sino incluir a algunas especies aparentemente sintientes bajo la legislación que ampara los derechos de otros animales igualmente sintientes. Del mismo modo, no se defiende que las gambas tengan una vida emocional rica capaz de apreciar la belleza de Sueño de una Noche de Verano. Se habla de una emocionalidad mucho más simple.

REFERENCIAS (MLA):