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Los lobos están volviendo y esta investigación podría resolver su mala relación con los ganaderos

El aumento de las manadas de lobos ha despertado preocupación entre los ganaderos, poniendo en riesgo a ambos, por suerte, una investigación parece ofrecer soluciones

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El lobo está volviendo, las manadas crecen, se multiplican y retornan a lugares que no pisaban desde tiempos más sencillos. La bestia de nuestros cuentos infantiles, el villano que las fábulas nos han enseñado a temer. ¿Cómo no preocuparse cuando los ves reproducirse a tus puertas? Especialmente cuando tu subsistencia depende del ganado y temes que la de ellos también. Durante las últimas décadas, la tensión entre ganaderos y los ecologistas ha aumentado. Los primeros se sienten desamparados al ver cómo se pide más protección para el animal que para ellos y los segundos al encontrarse con la negativa rotunda de los ganaderos a entender la importancia del lobo para nuestro ecosistema. La solución no parece fácil y nuestra población de 2.500 lobos, una de las mayores de Europa, amenaza con volver a una era más oscura cargada de mito y persecución. Por suerte, un reciente estudio de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, ha puesto la vista en nosotros para proponer algunas medidas que calmen las tan revueltas aguas.

El nombre de la autora es Hannah Pettersson, estudiante de doctorado en el Instituto de Investigación en Sostenibilidad de Leeds. Tras años de estudio, Pettersson ha publicado sus conclusiones en la revista Frontiers in Conservation Science. Durante la investigación, la científica centró su atención en tres tipos de comunidades rurales españolas: aquellas donde los lobos nunca llegaron a desaparecer, otras en las que acababan de volver tras décadas ausentes y, finalmente, unas en las que se esperaba su regreso en menos de 10 años. Cierto es que el estudio no ha encontrado un remedio mágico sencillo y aplicable a todas las poblaciones, pero sí que ha dado con ciertos aspectos que podrían ayudar sustancialmente a mejorar la relación entre lobos y ganaderos, redundando en beneficio de ambos.

Perros, subsidios y etiquetas

Una de las soluciones que suelen plantearse inmediatamente es el uso de perros guardianes, mastines y otras razas de molosos cuya corpulencia haría temblar a un lobo. Sin embargo, los estudios parecen apuntar a que la eficacia de esta técnica es muy desigual en función de la geografía, el turismo y otros factores que no lo vuelven extrapolable a cualquier comunidad. En todo caso, la característica transversal a la mayoría de las comunidades, según afirma Pettersson, recae más en las vulnerables condiciones laborales de los trabajadores del campo. Precisamente por ello, uno de los argumentos a favor de la conservación del lobo son los beneficios monetarios que puede traer el ecoturismo para las comunidades implicadas. No obstante, esto no resuelve el problema de base.

La investigación de Pettersson ha visto que las comunidades donde los lobos nunca han desaparecido conservan técnicas tradicionales para mantenerlos a raya, costumbres perdidas en otras poblaciones que reducen sustancialmente los encontronazos con esta fiera. En estos lugares tienden a estabular a los animales durante la noche, acompañarlos de sol a sol y emplear a los ya mentados perros guardianes. Por desgracia, todas estas medidas, por eficaces que resulten, son caras y difícilmente asumibles por el estrecho margen de beneficios de los ganaderos. Un problema complementario a este es que, los subsidios se centran en las comunidades donde el lobo ha vuelto y el conflicto está al rojo vivo, en lugar de incluir a aquellas donde el lobo siempre ha estado ahí y que hacen un esfuerzo económico por mantener la paz.

Algunas soluciones

La solución podría pasar, por lo tanto, por poner en valor y retribuir correctamente a estas comunidades tradicionalmente lobunas. Una propuesta de Pattersson es que se fije un precio mayor para la carne y se certifique como “pro-biodiversidad”, unas medidas que ya han puesto en marcha algunas ONGs locales. De hecho, la propia investigadora resume las cuatro condiciones clave tal que así:

  • Instituciones capaces de mediar en el conflicto adaptándose a cada situación y velando por ambas partes.
  • Alcanzar una población estable de carnívoros lo suficientemente numerosa para asegurar su supervivencia y evitar la endogamia.
  • Legitimación de quienes toman las decisiones ganándose la confianza del sector por sus acciones.
  • Medidas que reduzcan la interacción entre humanos y lobos para controlar el riesgo y la vulnerabilidad de los ganaderos.

Homo homini lupus, decía Tito Maccio Plauto en su obra Asinaria, allá por el siglo III a.C. O en castellano: “El hombre es un lobo para el hombre”, una frase popularizada por el filósofo político Thomas Hobbes. Sus connotaciones están bien arraigadas en nuestra sociedad, atribuimos al lobo maldad y lo presentamos como el segundo mayor peligro para el hombre, justo después de nosotros mismos. Por supuesto que otros grupos han hecho lo opuesto, idealizando al animal y atribuyéndole bondades casi humanas. Ni tanto ni tan poco, las ficciones no acompañan bien a los conflictos y la cruda verdad, con sus sombras y sus luces, es lo único que puede orientarnos en la búsqueda de una solución sostenible.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Muchos de los ataques atribuidos a lobos se deben, en realidad, a perros salvajes que, teniendo alimento suficiente por otras vías, dejan el cadáver casi intacto. Los estudiosos de la ecología del comportamiento consideran que solo un bajo porcentaje de los supuestos ataques de lobos al ganado se debe realmente a lobos que, de hecho, tratan de agotar otras alternativas alimenticias antes de acercarse a los núcleos de población.

REFERENCIAS (MLA):