Cambio climático

Así podría ser la Tierra en 2500 si no ponemos freno al cambio climático (o no)

Un nuevo estudio pone la vista en el año 2500 y trata de predecir cómo cambiarán los ecosistemas si no reducimos lo suficiente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero

Representaciones artísticas de nuestro planeta en el 1500, 2000 y 2500 d.C. en la Amazonía y la India (Lyon et al., 2021), CC BY-ND
Representaciones artísticas de nuestro planeta en el 1500, 2000 y 2500 d.C. en la Amazonía y la India (Lyon et al., 2021), CC BY-NDLyon et alCreative Commons

Normalmente, cuando nos referimos al futuro que nos depara el cambio climático estamos hablando de lo que nos espera para el año 2100. El último documento del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático se estudia precisamente con esta fecha en mente, tratando así de adelantarse a lo que pueda llegar. No obstante, si lo pensamos, estamos hablando de un futuro relativamente cercano. Tan solo 79 años nos separan del final de siglo y eso significa que la mayoría de los nacidos en este año, llegarán a ver 2100 a no ser que las condiciones de salud afecten notablemente a la longevidad. Entonces, ¿por qué no mirar algo más hacia el futuro? Las previsiones para 2100 no son especialmente halagüeñas a no ser que reduzcamos nuestras emisiones hasta cotas prácticamente inalcanzables, así pues ¿qué nos reserva el año 2200? ¿Y el año 2300? Con esta idea en mente, y bajo el paraguas de la White Rose Collaboration Fund, un grupo de investigadores ha decidido simular los cambios que le esperan a los ecosistemas terrestres para el año 2500. Un estudio que han acompañado con unas atractivas representaciones artísticas de ese futuro. ¿Cómo hemos de interpretar sus resultados? ¿Son realmente fiables?

Los científicos, a pesar de lo que muchos profanos puedan creer, no son adivinos capaces de consultar el futuro en sus electrónicas bolas de cristal. Cierto es que, bajo nuestra visión realista y determinista del mundo, hay cosas que se presentan predecibles. Aceptamos la causalidad y podemos, por lo tanto, asumir que existen regularidades en el devenir de los acontecimientos, causas y efectos de esas causas a los que nos podemos anticipar. No todas las ciencias pretenden hacer predicciones, pero, desde luego, ofrece las mejores disponibles. Y precisamente por eso, es tan importante que confiemos en las previsiones que las ciencias ofrezcan como que los propios científicos conozcan los límites predictivos de sus propias disciplinas. Esa franja donde la confianza que puedes depositar en la predicción empieza a diluirse hasta mixturarse con la especulativa ciencia ficción. Si obtener resultados numéricos ya es un reto, interpretarlos es rizar el rizo, pasar de números a palabras no es algo banal y la ambigüedad de nuestro lenguaje puede dar lugar a todo tipo de sutiles confusiones semánticas. Y, si hablamos de ambigüedad, imprecisión y subjetividad, la pintura supera con creces a nuestros lenguajes naturales, invitándonos a tomar con pinzas el estudio realizado por la White Rose Collaboration Fund.

Representaciones artísticas de la Amazonía en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-ND
Representaciones artísticas de la Amazonía en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-NDLyon et al.Creative Commons

El modelo

Para entender bien qué han hecho estos investigadores hemos de profundizar ligeramente en el estudio en sí. Evidentemente, la ciencia no obtiene sus conclusiones de la nada, por arte de magia, si no a partir de unas asunciones y unos procesos de los cuales depende la validez de sus conclusiones, pues no todos son igual de fiables ni adecuados para tratar de responder a una pregunta concreta. En este caso, los investigadores decidieron simular la evolución de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero durante los próximos 471 años. Y, como esto dependerá enormemente de las decisiones que tomemos ahora sobre la emisión de determinados gases, decidieron plantear tres escenarios diferentes. Uno en caso de que consigamos reducir mucho las emisiones, otro para una reducción moderada y un tercero que apenas preconiza un descenso de las emisiones.

En el caso más optimista, el modelo plantea que, en 2500, la temperatura apenas habrá ascendido 0,1 grados respecto a las que marcan ahora los termómetros. Para el escenario moderado el ascenso sería de casi 0,7 grados y, poniéndonos en lo peor, podríamos hablar de casi 1 grado más respecto a las temperaturas actuales. Asimismo, a este modelo se sumó la simulación de cómo cambiarán geográficamente la vegetación y los cultivos en los próximos siglos.

Representaciones artísticas de el medio oeste de los Estados Unidos en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-ND
Representaciones artísticas de el medio oeste de los Estados Unidos en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-NDLyon eCreative Commons

Los resultados

Los resultados parecen claros en cuanto a que, los cultivos que ahora se asientan en la fértil franja ecuatorial de nuestro planeta, acabarán migrando hacia los polos, dejando a su paso zonas cuya temperatura y humedad harán inhabitables. En otras palabras, teóricamente, veremos aumentar los desiertos a costa de las selvas que cubren los trópicos y, estas, acabarán sustituyendo a los pastizales que las separaban de los polos. Resultados aparentemente intuitivos y de gran interés, pero a casi 500 años vista. Recordemos pues que, en cualquier previsión de un sistema tan sumamente complejo, afectado por tal marabunta de factores como es el clima, las previsiones pierden rápidamente su fiabilidad a medida que nos alejamos del presente. Salvando las distancias, esto se debe al mismo motivo por el que resulta relativamente sencillo predecir el tiempo que hará mañana, pero no el que nos depara el 1 de octubre de 2043.

Estos sistemas son deterministas, por supuesto, pero con un componente caótico que los hace extremadamente sensibles a las condiciones presentes y, simplemente redondeando una medida u olvidándonos de tener en cuenta algún factor marginalmente importante, es de esperar que las previsiones se vayan desviando de la realidad, al principio con parsimonia, luego con brusquedad.

Representaciones artísticas del subcontinente indio en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-ND
Representaciones artísticas del subcontinente indio en el 1500, 2000 y 2500 d.C. (Lyon et al., 2021), CC BY-NDLyon et al.Creative Commons

Las imágenes

En cuanto a las imágenes, no podemos subrayar lo suficiente que en ellas prevalece una dimensión artística que suma imprecisión a una previsión ya de por sí aventurada. De hecho, el artista ha representado escenas del peor escenario de los tres que modelaron los investigadores. Puede parecer sesgado, pero cabe recordar que estas ilustraciones no tienen una finalidad académica, sino divulgativa. De hecho, a juzgar por el enfoque dado, todo el artículo parece movido por la voluntad de concienciar a la población creando una ventana a un futuro tan plausible como distópico. Las imágenes buscan darles a los medios lo que, hasta ahora, había escaseado: un apoyo visual a los ya habituales vaticinios ecológicos de los que la prensa se hace eco. Así es como hemos de tomarlas, pues, como interpretaciones artísticas más o menos orientadas por los datos de una previsión poco precisa.

Sin embargo, esto no significa que debamos restarles peso a las conclusiones. Desde luego, los resultados del estudio están en la línea de lo que otros estudios menos ambiciosos ya han apuntado, y es que el cambio es real, se debe a nosotros y si no ponemos un fortísimo freno cuanto antes, posiblemente acabemos habitando un mundo incluso más hostil para nosotros.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Posiblemente, el estudio al que se hace referencia en este artículo sea la mejor predicción con la que contamos acerca del clima de la Tierra a 500 años vista, pero hemos de tomar con cautela sus resultados porque, previsiones tan complejas con tanta antelación asocian una incertidumbre importante, por bien realizado que pueda estar el artículo.

REFERENCIAS (MLA):