Ecología
“La sostenibilidad es la mejor oportunidad de negocio desde la revolución industrial”: Carlos Duarte
Para el doctor Duarte, estamos omitiendo una vía clave y especialmente rentable en la lucha contra el cambio climático.
Vivimos una era de cambios radicales, algunos más evidentes y otros más sutiles. Por suerte, parece que la conciencia ecológica va tomando cuerpo en la sociedad, pero, enroscados en torno a ella, como zarcillos de una enredadera, han nacido multitud de implicaciones con tantas luces como sombras. Tiempos cada vez más complejos donde los expertos se vuelven imprescindibles y, frente a mí, sentado en un sillón, se encontraba uno de los mayores líderes de opinión en el complejo campo de la acción ecológica. El doctor Carlos Duarte es catedrático de ecología en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá, de Arabia Saudí y acaba de sumar a sus muchos galardones el premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por sus contribuciones al conocimiento de los océanos y sus esfuerzos por proteger y conservar la biodiversidad marina y los servicios de los ecosistemas oceánicos. Con más de 50 proyectos a sus espaldas y un currículum de casi 700 artículos científicos, Duarte es considerado toda una autoridad en su campo y tan pronto empezó a hablar, su mensaje quedó claro: “Recientemente ha habido un cambio de paradigma en el sector económico y la actividad privada, no solo frente a la acción climática, sino todo aquello que podemos llamar “sostenibilidad”: contaminación, biodiversidad, justicia social… Y ese reposicionamiento se debe quizá a valores, pero también a valor.”
Y como tras toda decisión empresarial hay un buen argumento, Duarte no duda en desarrollarlo: “Grandes compañías del sector financiero exigen que las empresas en las que van a invertir tengan una política de sostenibilidad seria y rigurosa, y esto no lo hacen solo por una cuestión ética, sino mayormente porque consideran que corren un riesgo si invierten en empresas que no cumplen con estos parámetros.” La realidad es que, para bien o para mal, la industria ha visto negocio en la acción ecológica, y no cualquier negocio. “El mercado de la sostenibilidad se ha valorado en 30 billones de euros para el año 2030.” Dice Duarte, y añade: “Esto lo convierte en la mejor oportunidad de negocio desde la revolución industrial. Las empresas que se posicionen como proveedores de bienes y servicios en ese mercado de la sostenibilidad serán las empresas ganadoras”. Claro que, tal vez, la apuesta ganadora no sea, necesariamente, la más popular.
EL TERCIO EXCLUÍDO
Ahora mismo, parece que abordar el problema de los combustibles fósiles es la única forma de abordar el cambio climático, sin embargo, puntualiza el doctor, “cuando uno mira el exceso de gases de efecto invernadero que hemos emitido a la atmósfera, solo un 62% viene de la quema de combustibles fósiles, pero el 38% de ese legado se debe a la destrucción de ecosistemas o de su mal uso”. Partiendo de esta premisa, es razonable pensar que la reconstrucción de ecosistemas deba ser una tercera parte de nuestra acción climática, pero la realidad es que no parecemos tenerlo tan claro. Precisamente, en opinión del doctor Duarte, “el sistema de Naciones Unidas ha cometido dos errores importantes.” Uno es pensar que los mayores desafíos de nuestro tiempo están solo en manos de las naciones, olvidando al sector privado. “Y si bien las naciones y los gobiernos fijan las reglas del juego, el sector privado activa la economía, crea empleo y no se puede esperar que solo a través de la regulación surja un nuevo juego sostenible que resuelva nuestros problemas.” El segundo gran error sería, según Duarte, haber separar problemas que están intrínsecamente relacionados. “Hay una convención para la diversidad biológica y otra distinta para el clima cuando, en realidad, la crisis climática y la crisis de biodiversidad están íntimamente relacionadas”.
Una reflexión a la cual Duarte acompaña con un ejemplo, pues “ahora tenemos solamente un 10% de la población de ballenas que teníamos en tiempos históricos, y no porque las hayamos cazado para comerlas, sino para quemar su grasa como combustible e iluminar las calles de Norteamérica y Europa. Una vez su abundancia calló en picado empezamos a sustituirlo por gas y carbón”. Otro caso más actual sería la recuperación de los bosques, lo cual reduciría la erosión y la desertización, luchando contra las sequías y fomentando la agricultura sostenible. Vemos así como biodiversidad y clima se dan la mano y si no atendemos a ambas como un todo, quedamos vendidos a los efectos colaterales de una decisión apresurada. “Este año, por primera vez, Naciones Unidas ha impulsado un grupo de trabajo conjunto que se centra en las soluciones al clima basadas en la naturaleza. Recuperar los ecosistemas perdidos no solo es una estrategia efectiva, sino que generaría muchos beneficios adicionales, tanto ecológicos como sociales. Hablamos de descarbonizar la atmósfera para recarbonizar la biosfera”.
MUCHO MÁS QUE CIENCIA
Podríamos decir que la multidisciplinariedad está tomando las disciplinas más fronterizas de la ciencia, algo que Duarte tiene muy presente al recordar su trayectoria: “Primero mi investigación se basaba en la curiosidad y luego esa curiosidad se ha ido enfocando hacia la búsqueda de soluciones ampliando mi marco de investigación para abarcar problemas que implican a varias disciplinas.”. Pasar de un resultado científico a una solución es algo que trasciende a la academia y “a veces pecamos de arrogancia creyendo que una vez que hemos hecho un descubrimiento solo queda publicarlo, pero hay que dar un paso más allá, hay que trabajar con otros actores del ecosistema social para traducir esto en soluciones que lleguen a la economía real. De hecho, las soluciones más centradas en tecnologías no suelen generar esos beneficios adicionales, sino costes”.
No tenemos que ir muy lejos para encontrar un ejemplo de estas soluciones poco reflexionadas. “En España estamos viendo cómo el precio de la energía eléctrica está siendo un problema político de primera magnitud que, de seguir así, podría llevarse por delante al propio gobierno.” dice el doctor. Se refiere a la subida de la luz como medida para reducir su consumo, y añade que “mientras que en el sistema eléctrico todos los hogares pagan la misma tasa de carbono desde el primer kilovatio, en el agua, hasta cierto nivel se paga a muy bajo precio para cubrir las necesidades básicas y es cuando te pasas de ese consumo cuando sube el precio y empieza a haber una penalización”. Y es que, en ocasiones, la solución perjudica precisamente a quienes se encuentran en más riesgo: “Hay que pensar en los hogares más vulnerables, que son los más expuestos a los impactos del cambio climático, pero también a las soluciones de insuficientemente meditadas.”
En palabras de Duarte: “El sistema es tremendamente injusto y se está agravando con la apuesta de la Unión Europea por una solución única que es la transición completa a renovables y la electrificación de toda la economía. Estas políticas están creando una demanda bestial de minerales necesarios para producir baterías y aumentan la presión sobre ecosistemas, incrementando la superficie necesaria para la actividad minera”. Hemos de tener cuidado para que nuestros esfuerzos para reparar el daño en la atmósfera no reviertan en daños en otros componentes como la biodiversidad. Pero entonces ¿qué podemos hacer para atender por igual a todas las patas de este problema?
DONDE EL FUEGO NO ALCANCE
“Hay al menos cuatro o cinco soluciones adicionales y activarlas todas podría reducir el impacto en las personas más expuestas”, dice Duarte. Una de las soluciones en las que insiste el último informe del IPCC es la apuesta por conservar, recuperar y diseñar sumideros de carbono. Lugares donde atrapar buena parte de nuestras emisiones de dióxido de carbono para así retirarlas de la atmósfera. Una de las soluciones más recurridas han sido los créditos de carbono, por los cuales, las empresas se comprometían a plantar árboles que capturaran este gas. “Muchos de los bosques que se están quemando en Australia y California habían sido plantados para atrapar carbono durante al menos 100 años, con lo que muchas de estas inversiones están en riesgo”. Esto ha empujado a algunas empresas privadas a apostar por ecosistemas donde no hay incendios, como el mar.
El carbono azul, o bosques ocultos de la biosfera, que llama Duarte, son grandes ecosistemas acuáticos cargados de diminutas algas y otros organismos capaces de hacer la fotosíntesis y atrapar incluso más dióxido de carbono que las grandes selvas. De hecho, los océanos son los principales sumideros de carbono del mundo. Estos absorben cerca de la mitad del carbono que emitimos a la atmósfera y lo acaban integrando en las rocas y sedimentos del fondo marino. Parte de la solución debe ser, por lo tanto, conservar sanos estos ecosistemas y mantener sus poblaciones de plancton, peces, corales y demás seres marinos. Pero, entonces, ¿por qué no se habla más de estos pliegues del problema climático y los múltiples frentes desde los que hacer un abordaje coordinado?
LOS MEDIOS Y LAS INSTITUCIONES
A fin de cuentas, escuchamos lo que los medios y las instituciones científicas consideran relevante y, a veces, el criterio falla. Es frecuente que, por ejemplo, la prensa consulte a ecologistas en lugar de ecólogos para declarar sobre estos temas. Son, sin embargo, dos conceptos muy distintos que el propio doctor Duarte aclara: “La ecología es una ciencia y por lo tanto un ecólogo es el científico que se dedica a contribuir al desarrollo de la ecología. Un ecologista es una persona que tiene una posición de activismo en la defensa de la naturaleza y del medio ambiente.” La diferencia es sustancial, sobre todo al tener en cuenta que hablamos de individuos y que “hay muchas personas que pueden ser ecologistas en su vocación de defensa del medio ambiente, pero no son ecólogos, no lo hacen necesariamente desde una posición científica”.
“Por ejemplo” añade Duarte, “hace tres semanas estuve en Groenlandia, en un debate acerca del cambio climático y las opciones personales que son positivas respecto al clima. En él, niños groenlandeses preguntaban adultos de otros países qué podían hacer para mejorar su actitud frente al clima y uno de los participantes dijo que era mejor tener una dieta vegetariana o incluso vegana porque es climáticamente más sostenible.” No habría mayor problema si no fuera que “eso se lo decían a niños de una tierra donde no hay producción vegetal y un pepino puede costar 10 euros. Siempre se han alimentado de caza y pesca y su consumo es absolutamente sostenible.No podemos actuar a partir de consignas y repetir lemas sin entender cuál es el fundamento”.
No obstante, hay un segundo problema a la hora de visibilizar la perspectiva académica de la lucha contra el cambio climático, y es que, según el doctor, “en España hay un desinterés de las instituciones científicas por promover a sus investigadores. ¿Por qué en los dos últimos años del premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento solo ha sido premiado un científico español? Vamos por la edición número 13 y creo que llevamos 4 españoles galardonados”.
Tal vez con amargura, estas reflexiones llevan a Duarte a ahondar en las penurias de la profesión y, con la voz algo más apagada pero tan firme como siempre, desliza unas últimas palabras con las que cerrar la entrevista: “Las instituciones tienen que apoyar a sus investigadores y hacer una campaña para que quede claro cuáles son sus méritos y su investigación, pero aquí, en España, a nadie le interesa absolutamente nada eso, porque la ciencia se toma como una herramienta política y no se valora suficientemente.”
QUE NO TE LA CUELEN:
- En ningún momento se ha afirmado, ni en este artículo ni en la conversación original, que deba dejarse de lado el esfuerzo por reducir las emisiones de dióxido de carbono y otras sustancias contaminantes, sino que han de abordarse conjuntamente otros problemas sin los cuales, alcanzar nuestros objetivos será mucho más difícil, sino imposible.
REFERENCIAS (MLA):
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