Animales

Por qué razón vamos a querer desextinguir una rata

Unos científicos de la Universidad de Copenhague se plantean desextinguir la Rata de Maclear, una especie que desapareció hace algo más de 100 años por la introducción de enfermedades en la isla.

Representación de Joseph Smit de la especie Mus macleari, posteriormente reclasificada como Rattus macleari
Representación de Joseph Smit de la especie Mus macleari, posteriormente reclasificada como Rattus macleariJoseph SmitDominio Público

La desextinción de especies plantea una serie de retos tecnológicos y éticos sobre el papel que tiene el ser humano en el medio ambiente. Desde los años 90, con la aparición de las tecnologías de edición del ADN, se ha planteado traer de las garras de la muerte a mamuts lanudos, tigres, rinocerontes y otras muchas especies que han dejado de existir. Si bien las razones pueden parecer frívolas e insustanciales, un “lo hago porque puedo” científico, la cantidad de retos a los que se enfrentan los científicos para llevar a cabo esta hazaña nos permitiría obtener nuevas herramientas para la conservación de especies, la mejora genética de organismos e incluso hallar curas de enfermedades genéticas.

¿Y por qué esta rata?

El problema en general con el proceso de desextinción de una especie viene dado porque el ADN con el que se trabaja proviene de restos antiguos del animal. Estos restos generalmente no han sido conservados en condiciones idóneas y, por tanto, la información genética se encuentra muy degradada, es decir, no se pueden obtener secuencias completas con las que recrear al animal. Sin embargo, los científicos pueden hacer unas pequeñas “trampas” para poder rellenar la información que falta. Entre estas trampas destaca la utilización de especies cercanas evolutivamente, especies que compartan un gran porcentaje de ADN con el animal que se quiera desextinguir. Si disponemos de este recurso, tendremos ciertas pistas que nos pueden llevar a comprender la organización de la información genética, como el número de cromosomas, de genes o cómo están ordenados.

Y es que la Rata de la Isla de Navidad (Rattus macleari) comparte más o menos el 95% del genoma con la rata parda (Rattus norvegicus) por lo que al secuenciarlo y obtener toda la información, la pueden comparar con un organismo muy parecido y estudiado. La idea es que tras identificar las partes de los genomas que no coincidan, utilizarían la tecnología CRISPR para editar el ADN de la especie viva y hacerlo coincidir con el de la extinta. Es decir, se haría un “corta-pega” con los genes que no concuerden para introducirlos donde estarían en el genoma original. Este escenario que se ha planteado para la experimentación es un caso de prueba particularmente bueno porque la divergencia evolutiva entre la rata parda y la de la Isla de Navidad es similar a la del elefante y el mamut.

Pero no es exactamente igual

En palabras de Tom Gilbert, el genetista encargado del estudio: “Con la tecnología actual, puede ser completamente imposible recuperar alguna vez la secuencia completa, y por lo tanto es imposible generar alguna vez una réplica perfecta de la rata de la Isla de Navidad”. Esto quiere decir que las ratas que se generen no serán exactamente como las que existían en la isla. Pero no solo sucederá con las ratas, cualquier especie que devolvamos a la vida será un híbrido entre la (o las) especie que se escoja como modelo y la de interés. Y no solo existe ese problema, ya que todas las especies que habitan La Tierra tienen cientos, miles o millones de individuos diferentes con pequeñas variaciones en su información genética, si recreamos una especie a partir de un único individuo, estamos perdiendo una cantidad enorme de información.

Haciendo un ejercicio de imaginación para trasladar el ejemplo a humanos; si nos extinguiésemos y alguna civilización futura consiguiera traernos de nuevo a la vida, depende de dónde fuesen los restos que encontrase se haría una idea ligeramente distinta de nuestra anatomía. Si esta civilización encontrase restos de una persona con ascendencia nórdica, su información estaría limitada a esa etnia en concreto y podría discrepar ligeramente con la información extraída a partir de restos de una persona de ascendencia asiática. Estos cambios no influirían en la descripción de la especie ya que las diferencias genéticas entre humanos no superan el 0,1%, por lo que todos los restos serían identificados como Homo sapiens sapiens. Es decir, todos serían clasificados como primates bípedos con pulgares oponibles, pero sí habría variaciones en algunos datos como altura media, color habitual de ojos u otros rasgos distintivos de las diferentes poblaciones de humanos.

En definitiva, y como indican en las conclusiones del estudio: si se aplicara la edición del genoma a la rata parda de Noruega para recrear la rata de la Isla de Navidad, un número notable de genes se parecería sólo parcialmente a la forma extinta. En el peor de los casos, las modificaciones no surtirían efecto y la rata seguiría siendo 100% similar a la rata de Noruega. Sin embargo, los investigadores esperan que su forma de enfocar el problema pueda servir para explorar la viabilidad otros proyectos de desextinción de la actualidad como el del mamut lanudo.

QUE NO TE LA CUELEN

  • Uno de los mayores problemas de la actualidad en tanto en cuanto a la desextinción de especies como el mamut lanudo es el tiempo de gestación y generación del animal adulto, que retrasa mucho los experimentos, esta rata permitiría realizar las pruebas más rápidamente y desarrollar la tecnología para que pueda ser replicada.

REFERENCIAS (MLA)