Espacio

¿Por qué no se cae la Luna?

La respuesta la sabemos desde el siglo XVII, y es más intuitiva de lo que parece

Luna
LunaPixabay – Pexels 9143 ImagesCreative Commons

La Luna es una esfera de roca de setenta y tres mil cuatrocientos noventa y un trillones veintidós mil billones de kilos. Para hacernos una idea, eso es un 73 millones seguido de otros 15 ceros. Su tamaño es de 3.474,8 kilómetros o, dicho de otro modo: es la anchura del océano Atlántico si lo cruzamos a la altura de la Bretaña Francesa y la isla de Terranova. Ese es el calibre de la roca que pende sobre nuestras cabezas, como una espada de Damocles. Y, conociendo la gravedad de la situación, es lógico que nos preguntemos si no estará cayendo sobre nosotros o, en caso contrario. ¿Cómo es posible que no se precipite sobre la Tierra? La respuesta llegó en 1687, cuando Newton publicó uno de los libros científicos más famosos de todos los tiempos: Principia Mathematica.

Suele contarse aquello de que Newton estaba descansando bajo un manzano cuando, de repente, una de sus frutas cayó sobre su cabeza, despertándole. Aquella caída, supuestamente fue el detonante que le haría formular su ley de la gravitación universal, que describía como los cuerpos se atraían entre sí en función de su masa y la distancia a la que estuvieran. Sin embargo, es muy probable que la historia de la manzana fuera solamente eso, una historia. Lo importante no fue eso, sino que, ya por aquel entonces, Newton se dio cuenta de que las fuerzas que funcionaban en nuestro mundo terrenal debían ser las mismas que actuaban en todo el cosmos, incluso en el mundo supralunar, donde estaban los planetas. Así que, si la misma fuerza que atraía a la manzana, actuaba sobre la Luna… ¿Por qué no se caía? Antes de esto la pregunta ni siquiera tenía demasiado sentido, o al menos, mucho menos del que tiene ahora.

Una boleadora astronómica

Podemos decir que hubo un antes y después de Newton en lo que se refiere a los movimientos de los cuerpos celestes. Kepler ya había planteado sus leyes del movimiento planetario, pero faltaban cosas. Las tres leyes del movimiento, de Newton, ayudaron también a comprender el movimiento de estos objetos, cómo mantenían sus trayectorias curvas, la manera en que influían unos en otros y la relación que existe entre la fuerza y la aceleración. Sin embargo, la clave estuvo en la ley de la gravitación universal, que decía, a grandes rasgos, lo siguiente: los objetos se atraen gravitatoriamente de manera directamente proporcional a su masa e inversamente proporcional a la distancia a la que se encuentren. Esto significa que, si se alejan, la atracción gravitatoria se reduce, y lo hace de forma exponencial, más rápido cuanto más lejos estemos.

Esa sería la primera clave a tener en cuenta, que, si bien la misma gravedad actúa sobre la manzana y sobre la Luna, la distancia de esta última (384.000 kilómetros) hace que la gravedad sea menos determinante de lo que podríamos pensar, al margen del peso de nuestro satélite. Teniendo en cuenta las leyes del movimiento de Newton, si la Luna no cae hacia nosotros, esto tenía que deberse a que, de algún modo, no estaban actuando fuerzas en ella en ese sentido o, mejor dicho, que las fuerzas en ese sentido se cancelaban unas a otras y el total era nulo.

La otra fuerza que actúa sobre la Luna es la inercia que conserva, la que hace que gire en torno a nosotros, un movimiento que sería en línea recta si no fuera porque la gravedad la atrae, curvando su trayectoria. Podríamos compararlo a unas boleadoras, que, al estar atadas por una cuerda, en lugar de salir disparadas, giran en torno a la mano que las sujete. Pero… qué extraño que esas fuerzas se cancelen a la perfección, como si estuvieran diseñadas para ello ¿verdad? Y tanto, pero es que, en realidad, no se equilibran a la perfección, la inercia vence ligeramente y, de hecho, la Luna se está alejando de nosotros 3,78 centímetros al año.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es cierto que la Luna se está escapando lentamente de nosotros, pero es muy poco a poco y eso no debe preocuparnos, son muchas las cosas que cambian pausadamente, como, por ejemplo, la duración de los días, que cada vez es ligeramente mayor.

REFERENCIAS (MLA):