Cambio Climático

Catástrofe de hielo y fuego: el ártico se está quemando

Los incendios en el ártico están en aumento y producen un círculo vicioso de cambio climático

Un incendio de 30 kilómetros de ancho en el Ártico siberiano, a una latitud de 69,31º norte, fotografiado el 6 de agosto de 2020 por el Séntinel-2.
Un incendio de 30 kilómetros de ancho en el Ártico siberiano, a una latitud de 69,31º norte, fotografiado el 6 de agosto de 2020 por el Séntinel-2.Séntinel-2Creative Commons

El Ártico se está quemando, y no como algo esporádico, sino como parte de una tendencia al alza. Los incendios son cada vez más comunes y extensos. El motivo es complejo, pero el cambio climático parece tener mucho que ver. Es más, la gran cantidad de carbono en la tierra quemada están contribuyendo a la emisión de gases de efecto invernadero, alimentando un círculo vicioso por el que, cuanto más suben las temperaturas, más incendios se producen y, cuantos más incendios se producen, más gases de efecto invernadero se liberan, aumentando la temperatura, que contribuirá a que haya más incendios, etc.

Esa es la noticia o, al menos, un resumen bastante aproximado. Sin embargo, todos estos temas medioambientales requieren una lectura en mayor profundidad, dejando claros los números, las cantidades de las que estamos hablando. ¿Cuánto se está quemando? ¿En qué proporción resulta mayor a las épocas previas? ¿Qué cantidad de gases de efecto invernadero están liberando? ¿Es tanto si lo ponemos al lado de, por ejemplo, lo que emite un país como España? Esas son algunas de las preguntas que nos permiten transformar la fábula en conocimiento. Y no negamos la importancia de los cuentos sencillos con moralejas evidentes, es una realidad que el ártico se quema y que eso es causa y consecuencia parcial del cambio climático, pero tenemos la responsabilidad de conocer los detalles.

Un infierno belga

Un nuevo estudio ha estado analizando los incendios registrados desde 1982 hasta 2020 a partir de imágenes por satélite. Su intención era comprobar si 2020 había sido tan excepcional como parecía. Durante ese año se detectó un número aparentemente inusual de incendios, pero ¿era casualidad o parte de una tendencia? Durante ese año se habían detectado ni más ni menos que 423 incendios en el Ártico siberiano. La superficie quemada alcanzó los 3 millones de hectáreas. Para hacernos una idea de lo que estamos hablando, Bélgica mide 3,07 millones de hectáreas. Dicho de otro modo, durante 2020, los incendios del Ártico siberiano sumaron una superficie equivalente a la de Bélgica. Y, si queremos contextualizarlo con algo más nacional: en lo que va de año, en España, se han quemado 293.155 hectáreas. Por supuesto, la superficie total del Ártico siberiano es mucho mayor que la de España. Hablamos de 286 millones de hectáreas frente a las 50.000 de España, pero no podemos olvidar que, buena parte del primero está cubierto con una capa de hielo perpetuo que lo protege contra estos incendios, por lo que hablamos de unas proporciones realmente alarmantes.

Una forma más sencilla de entenderlo es si pensamos en las emisiones de dióxido de carbono de estos incendios árticos. Porque, aunque nos puede confundir su descomunal superficie frente a la de un país tan pequeño como el nuestro, la falta de industria en el ártico hace incluso más preocupante que sus incendios liberaran durante 2020 tanto dióxido de carbono como emite España en un año, unos 256 millones de toneladas. En cualquier caso, parece que, aunque el verano de 2020 fue inusualmente cálido, el aumento de los incendios sí forma parte de una tendencia. Los expertos han determinado que, las temperaturas veraniegas superiores a los 10ºC de media producirán un aumento exponencial de los incendios.

¿Quién empezó el fuego?

Una vez puestos los números sobre la mesa, es importante saber de dónde vienen. Porque si corremos el peligro de que cada año sean peores que el anterior, conviene entender dónde podemos intervenir para frenarlos, aunque sea un poco. El aumento de los incendios parece correlacionarse con el aumento de las temperaturas en esta zona del planeta y, este último, a su vez, se sabe que está relacionado con la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Gases que nuestra civilización libera, ya sea de forma directa o indirecta. En principio, este aumento de las temperaturas tiene dos efectos. Por un lado, funde parte del hielo y seca la capa de subsuelo que acumula carbono, aumentando el riesgo de incendio de una zona que, hasta entonces, estaba protegida. A su vez, fomenta que la zona deshelada quede cubierta por vegetación que, ante las cada vez más frecuentes olas de calor en el ártico, se secarán propiciando los incendios todavía más.

Por otro lado, esas olas de calor aumentan la temperatura de la superficie del Ártico siberiano, dando lugar a corrientes convectivas donde el aire caliente cercano al suelo asciende para enfriarse progresivamente antes de descender. Estas condiciones fomentan las tormentas eléctricas que, hasta ahora, eran bastante raras en el Ártico. Y, por supuesto, los rayos pueden actuar como iniciadores de un incendio. Esa es la noticia que hay tras el resumen, la realidad tras la fábula. Solo conociéndola podremos frenarla.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es importante insistir en que, efectivamente, ha habido cambios climáticos en el pasado, lo que diferencia a este es, en todo caso, su velocidad y su aparente relación con el desarrollo industrial de nuestra especie y, por lo tanto, con nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Que el cambio climático es antropogénico se ha vuelto un hecho bastante fidedigno, independientemente de que pueda haber otros factores ajenos a nuestra civilización contribuyendo en este proceso.
  • ¿De dónde viene la idea de que los expertos están realmente en desacuerdo en cuanto al origen del cambio climático que estamos viviendo? La respuesta no está clara, aunque es posible que tenga que ver con la falsa equidistancia que se le ha dado en algunos medios durante décadas, poniendo al mismo lugar a científicos y negacionistas, sobrerrepresentando a los segundos y haciéndoles parecer un porcentaje significativo de la comunidad. En cualquier caso, un reciente estudio publicado sobre este tema ha revisado ni más ni menos que 88125 artículos científicos para medir con precisión el porcentaje de consenso y esto es lo que ha encontrado.

REFERENCIAS (MLA):