Cerebro

Demuestran que los bebés de 4 meses ya tienen conciencia (o casi)

Un nuevo estudio aporta pruebas sobre la autoconciencia corporal de bebés de 4 y 8 meses.

Bebé usando un casco de EEG para el estudio. Fotografiado con su madre. (University of Birmingham.)
Bebé usando un casco de EEG para el estudio. Fotografiado con su madre. (University of Birmingham.) Bebé usando un casco de EEG para el estudio. Fotografiado con su madre. (University of Birmingham.) Eurekalert

Aunque parezca mentira, algunos científicos han llegado a sugerir que los bebés no tienen conciencia. Y podríamos preguntarnos si una persona puede ser persona sin tener conciencia. ¿Significa esto que hasta cierta edad los bebés no son “científicamente” personas? ¿Qué supondría todo esto para sus derechos? Bueno, por suerte no hay que preocuparse, porque esas hipótesis no han sido demostradas. Son, solamente, dudas razonables que surgen cuando uno comprende las limitaciones que tenemos para determinar si hay una conciencia tras los actos de un individuo. No obstante, si bien no hemos demostrado que los recién nacidos carezcan de conciencia, tampoco hemos demostrado lo contrario. Y, en ese contexto , un grupo de investigadores de la Universidad de Birmingham han aportado pruebas relevantes.

Sus conclusiones son claras: los bebés de 4 meses ya muestran signos de autoconciencia respecto a las relaciones entre sus cuerpos y el entorno. Esto no es exactamente una demostración de que los bebés tengan conciencia, sino de que hay algunos comportamientos compatibles con ese aspecto concreto de la conciencia. Y ya lo sentimos, porque, hasta ahora, solo hay cuatro frases de este texto que no tengan la palabra “conciencia” y en una de ellas está por duplicado, pero es lo que tiene hacer referencia a un término tan difuso sin querer entrar en ambigüedades. Ahora bien: ¿cómo lograron demostrar tal cosa los investigadores? Porque estudiar con bebés no permite acceder a su mundo interno a través de una simple entrevista.

Pelotas y vibraciones

Los mejores experimentos de neurociencia cognitiva son, normalmente, los más elegantes e ingeniosos. Aquellos que hacen mucho con poco, y este es un caso. Hicieron falta tres elementos: una pantalla donde mostrar una bola se acerca y se alejan, un aparato vibrador en las manos de los bebés y un casco de electroencefalografía en su cabeza que midiera la actividad eléctrica del cerebro. El bebé vería una pelota que se acerca y se aleja y, cuando estuviera cerca, los investigadores activarían la vibración en las manos. La idea era proporcionarle un estímulo a los bebés que pudieran relacionar con el tacto, como un efecto de la proximidad de la pelota. La actividad eléctrica en sus cerebros fue compatible con la predicción del estímulo. Dicho de otro modo: esperaban sentir algo cuando la pelota estuviera demasiado cerca.

No obstante, lo realmente interesante ocurrió con bebés algo mayores, de 8 meses. En estos casos, los científicos probaron a activar el vibrador cuando la pelota se hubiera alejado del todo. Aquello rompía las reglas del juego y la intuición que pudieran tener del mundo. Las cosas que interactúan con su cuerpo son aquellas que están cerca, no las que están lejos. Y, aunque a nosotros nos parezca evidente, no estaba tan claro que un bebé de esa edad fuera capaz de intuir que algo iba mal. Para sorpresa de los investigadores, en estos momentos de desconcierto el cerebro de los bebés se activaba con un patrón que podríamos interpretar como “sorpresa”. Podemos afirmar, por lo tanto, que los bebés ya tenían cierto desarrollo de su autoconciencia corporal, relacionando lo que veían con lo que iban a sentir.

¿Y si no?

Evidentemente, los bebés no tienen una comprensión profunda de lo que significa estar encarnado en un cuerpo embebido en un mundo material y cambiante como es este. Pero seamos sinceros, la mayor parte de las personas tampoco han reflexionado mucho sobre ello. Simplemente viven, predicen lo que sentirán y actúan en consecuencia. De hecho, es conveniente recordar que existen hipótesis sobre la conciencia que la plantean como un epifenómeno. Algo que ocurre sobre nuestras funciones cognitivas y que, en realidad, no es el origen de nuestras acciones, sino una narrativa que nos contamos a posteriori para dar conexión a nuestros actos. Desde esta perspectiva, el bebé podría tener una actividad cerebral similar a la sorpresa sin que eso significara que es consciente (en un sentido clásico) de su cuerpo.

Y esos son los problemas que nos encontramos al abordar temas tan en la frontera entre la ciencia y la filosofía. Pero no terminan aquí las dudas. Otra cuestión abierta es hasta qué punto es innata esta capacidad de relacionar las percepciones de su cuerpo con lo que ocurre a alrededor. Es cierto que en 4 meses no han tenido mucho tiempo para aprender determinadas cuestiones, pero tal vez, esta sea relativamente rápida de captar o, lo que es más probable, que ya nazcamos con cierta intuición al respecto y, simplemente, construyamos sobre ella hasta desarrollar la autoconciencia corporal que tiene, por ejemplo, un bailarín o un artista marcial.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • En realidad, podemos tener dudas muy similares sobre la conciencia de cualquier otro individuo que no seamos nosotros. Esto se conoce como la hipótesis de los zombis filosóficos y, aunque normalmente se plantea como una limitación absoluta de la neurociencia, es posible que sea, solamente, relativa al grado de desarrollo tecnológico que contamos ahora y que, con mejores técnicas de neuroimagen, podamos aclarar si un individuo tiene conciencia más allá de toda duda.

REFERENCIAS:

  • “Visual objects approaching the body modulate subsequent somatosensory processing at 4 months of age” Scientific Report 10.1038/s41598-023-45897-4