Paleontología

Estos humanos sobrevivieron 160.000 años en el Tíbet antes de extinguirse

Un nuevo estudio ha analizado unos 2500 huesos hallados en el Tíbet en un asentamiento de denisovanos

La sonrisa de Denisova
El equipo de Liran Carmel de la Universidad Hebrea de Jerusalén nos reveló hace unos años el rostro de una mujer denisovana. Y, aunque esta representación se basa en datos científicos, tiene un componente interpretativo que no podemos obviar.larazon

Cuando hablamos de nuestros parientes más cercanos pensamos en neandertales, aquellos humanos prehistóricos que se parecían tanto a nosotros que llegamos a mezclarnos. Han quedado grabados en nuestro ADN y suscitan todo tipo de preguntas acerca de su extinción, sus capacidades cognitivas e incluso su posible cultura simbólica. Sin embargo, solemos pasar por alto a la otra especie humana con la que hemos convivido más tiempo. Aquella que apareció hace 200.000 años y que nos acompañó hasta hace apenas 40.000, los denisovanos, que también “festejaron” con nuestros antecesores, dejando en nosotros su huella genética.

Son muchas las incógnitas que existen sobre los denisovanos, porque hemos encontrado muy pocos restos de estos humanos y, por lo tanto, no podemos analizar tanto como nos gustaría. Sin embargo, un equipo de investigación ha analizado más de 2.500 huesos de la Cueva de Karst Baishiya en el altiplano tibetano, uno de los dos únicos lugares donde se sabe que vivieron los denisovanos. Y, para hacernos una idea, un esqueleto de Homo sapiens adulto, como el nuestro, tiene unos 206 huesos, así que no nos precipitemos, porque la amplísima mayoría de ellos no eran de denisovanos, pero estando tan agrupados, parecían estar estrechamente relacionados con ellos.

Genética prehistórica

El estudio ha sido liderado por la Universidad de Lanzhou en China, la Universidad de Copenhague en Dinamarca, el Instituto de Investigación del Altiplano Tibetano de la Academia China de Ciencias, y que también involucró a la Universidad de Reading. Un gran número de universidades para procesar una gran cantidad de información bioquímica. Y es que, en realidad, la propia historia académica de los denisovanos ha estado muy ligada con la genética.

Los primeros restos se identificaron en el 2008 con análisis genéticos liderados por Svante Pääbo, ganador del Nobel de Fisiología o Medicina en 2022 por su aportación a la paleogenética. En este caso, dado que la mayoría de los huesos estaban fragmentados, así que era complicado identificar la especie a la que pertenecían solo por su aspecto. Así es como decidieron analizar la estructura microscópica de los restos, en especial de su colágeno óseo para determinar su origen. Comparándolo con la disposición del colágeno de otros huesos sí identificados, han logrado etiquetar la amplia mayoría de fragmentos. En palabras de uno de los investigadores, el Doctor Huan Xia de la Universidad de Lanzhou: “La Zooarqueología por Espectrometría de Masas (ZooMS) nos permite extraer información valiosa de fragmentos óseos a menudo pasados por alto, proporcionando una visión más profunda de las actividades humanas”.

Un zoológico enterrado

Y es que, más allá de identificar las especies en busca de fragmentos de denisovano, nos interesa saber con qué especies se relacionaban, qué podían cazar, cómo las aprovechaban y, en general, cómo era su vida. Así pues, de esos 2.500 pedazos de hueso, la mayoría eran de ovejas azules (más conocidas como bharals), yaks salvajes, équidos, rinocerontes lanudos y hienas manchadas. En menor cantidad, los investigadores también encontraron fragmentos de aves y pequeños mamíferos, como marmotas.

Pero, como decíamos, la meta no solo era identificarlos, sino desentrañar qué relación guardábamos con ellos. El doctor Jian Wang, de la Universidad de Lanzhou, lo expresaba así: “La evidencia actual sugiere que fueron los denisovanos, y no otros grupos humanos, quienes ocuparon la cueva y aprovecharon eficientemente todos los recursos animales disponibles a lo largo de su ocupación”. Ahora sí, analizando la superficie de los fragmentos, los expertos han encontrado marcas propias del la producción de herramientas y el procesado de alimentos, como si hubieran separado la carne y la médula del hueso.

La costilla humana

Pero el estudio ha dado una buena noticia más. Entro tantos fragmentos encontraron un hueso de costilla que sí pertenecía a un denisovano. El hueso ha sido hallado en un estrato relativamente superficial y que los científicos han datado entre los 48.000 y 32.000 años de antigüedad. Una época en la que los humanos modernos empezaban a dispersarse por todo el continente euroasiático.

El Dr. Frido Welker, de la Universidad de Copenhague, añadió que: “En conjunto, la evidencia fósil y molecular indica que la cuenca de Ganjia, donde se encuentra la Cueva de Karst Baishiya, proporcionó un entorno relativamente estable para los denisovanos, a pesar de su gran altitud”. Y, de hecho, parece que habitaron en ella durante muchas decenas de miles de años a pesar de los cambios climáticos que experimentaron. Porque, durante ese tiempo, pasaron por dos periodos glaciares y un interglaciar. Así que, aunque sea poco a poco, lo cierto es que vamos ganando conocimientos sobre estos extraños parientes que, durante algunos milenios, se mezclaron con nuestros antepasados.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El hombre de denisova es una especie muy asentada en el consenso científico y, en todo caso, es probable que haya otras especies menos establecidas que, en realidad, sean subespecies de esta, como fue el caso de los restos del Homo longi, más conocido como el hombre dragón, encontrado hace unos años.

REFERENCIAS (MLA);

  • Liu, Shuo, et al. "Middle and Late Pleistocene Denisovan Subsistence at Baishiya Karst Cave." Nature, vol. 621, no. 4, 3 July 2024, pp. 36-47. Nature Publishing Group, https://doi.org/10.1038/s41586-024-07612-9.