
Paleontología
La luz que emite este fósil podría redefinir la historia de los dinosaurios
Un fósil de Archaeopteryx ha revelado plumas nunca vistas en la especie y sugiere que los dinosaurios desarrollaron el vuelo, al menos, en dos ocasiones independientes entre sí

Si dejamos a un lado los grandes dinosaurios, como el tiranosaurio, el tricerátops o el diplodocus, el Hall de la Fama mesozoica se ve drásticamente reducido a, posiblemente, un único nombre: Archaeopteryx. Desde luego, es mucho menos conocido que sus primos mayores, pero infinitamente más que otros dinosaurios “de bolsillo”. Con apenas medio metro de longitud, este habitante del jurásico ha captado la atención de los paleontólogos desde que fue descubierto hace ya 160 años. Y es que durante mucho tiempo los expertos dudaron si ese conjunto de diminutos huesos pertenecía a una de las primeras aves. Ahora sabemos que Archaeopteryx era un dinosaurio no aviano a pesar de su aspecto “pajaresco” y sus notables plumas. Sin embargo, una nueva investigación ha descubierto algo inesperado en esta icónica especie.
La gran pregunta que necesitamos tener en mente es: ¿Podía volar el Archaeopteryx? Si fuera así, y teniendo en cuenta que las aves no son descendientes directos del Archaeopteryx, esto podría significar que los dinosaurios desarrollaron el vuelo no una, sino dos veces independientes a partir de especies diferentes. Sin embargo, que el Archaeopteryx tenga algunas plumas no es garantía de nada y, de hecho, aunque muchos dinosaurios no avianos tenían plumas, no conocemos ninguna especie que, en principio, pudiera volar. De hecho, a juzgar por el húmero de los ejemplares encontrados y la falta de plumas terciarias, tal vez pudiera planear torpemente, pero no mucho más. O, al menos, eso es lo que pensábamos hasta ahora.
Huecos que rellenar
Para lograr una fuerza de empuje que le permita elevarse y una buena sustentación, las plumas han de aumentar la superficie del ala y no dejar grandes huecos entre ellas. Hasta ahora, se habían detectado indicios de plumas primarias y secundarias en los especímenes de Archaeopteryx, las cuales cubrirían de los dedos hasta el codo, pero el brazo parecía más desnudo y, su longitud, notablemente mayor que en las aves capaces de volar, suponía una interrupción que complicaría el empuje y la sustentación de sus alas. De hecho, las representaciones más rigurosas mostraban este hueco, tanto en Archaeopteryx como en otros dinosaurios similares, por ejemplo: el Caudipteryx, una cautela que tiene sentido, pero que podría haber llegado a su fin.
El fósil más icónico de Archaeopteryx ha permeado la cultura popular hasta convertirse, incluso, en el logo de una marca de montañismo. Su conservación era excepcional y mostraba el contorno casi perfecto de esas plumas primarias y secundarias de las que hablábamos. Sin embargo, el espécimen que ha dado un vuelco a lo que creíamos saber es otro, el fósil de Archaeopteryx más pequeño de todos los encontrados.
Bajo una nueva luz
En palabras de Jingmai O’Connor, curadora asociada de reptiles fósiles del Field Museum y autora principal del artículo: “Cuando recibimos nuestro Archaeopteryx, pensé: esto es muy, muy, muy guay, y estaba más que emocionada. Pero al mismo tiempo, Archaeopteryx se conoce desde hace más de 160 años, así que no estaba segura de qué cosas nuevas podríamos aprender. […] Pero nuestro espécimen está tan bien conservado y tan bien preparado que en realidad estamos aprendiendo una tonelada de información nueva, desde la punta del hocico hasta la punta de la cola”. La clave está en que, curiosamente, los fósiles hallados en Solnhofen, como el ejemplar de este estudio, tienen algo en su composición química que brilla bajo luz ultravioleta, revelando el contorno de tejidos blandos que no son visibles de otro modo.
Tras hacerle una tomografía computarizada al espécimen para analizar la roca que lo contenía y liberar con cuidado sus frágiles huesos, los expertos bañaron la pieza con luz ultravioleta. Fue entonces cuando algunas partes de la roca comenzaron a iluminarse alrededor del esqueleto, mostrando siluetas que estaban ocultas. Y, entre ellas, aparecieron estructuras a la altura del húmero similares a las que habrían dejado las plumas terciarias. Si la interpretación es correcta, el Archaeopteryx habría tenido la superficie alar necesaria para volar, aunque fuera mal. Por supuesto, para volar hacen falta otras características, como unos músculos pectorales fuertes y muy tolerantes a la fatiga. Rasgos que no sabemos si tenía, pero que parecen plausibles a la luz de este nuevo descubrimiento.
Si estas conclusiones se confirman con futuros estudios, podríamos concluir que la convergencia evolutiva entre el Archaeopteryx y las aves no se agota en el esqueleto, sino que puede extenderse al vuelo mismo. Eso significa que, en contra de lo que habíamos supuesto, los dinosaurios no desarrollaron la habilidad de volar una única vez, en los antepasados directos de las aves, sino que, al menos, ocurrió otra vez durante el jurásico y, por lo tanto, quién sabe cuántas veces más.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque no tuviéramos indicios directos de las plumas terciarias, ya había expertos que sugerían su existencia. La falta de evidencia no era evidencia de ausencia y, a partir de otros rasgos anatómicos, podíamos deducir (no sin cierta timidez) la existencia de estas plumas. En cualquier caso, ahora que por fin hay una prueba directa, la hipótesis del Archaeopteryx volador toma mucho más cuerpo.
REFERENCIAS (MLA):
- O’Connor, Jingmai, et al. “Chicago Archaeopteryx Informs on the Early Evolution of the Avian Bauplan.” Nature, vol. 14 May 2025, doi:10.1038/s41586-025-08912-4.
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